La enorme planta de energía termosolar de Ivanpah, inaugurada en 2014 en el desierto de Mojave, cerrará después de apenas 11 años de operación. Un final acelerado por su historial de problemas técnicos, económicos y ambientales.
Contexto. La energía termosolar de concentración, alguna vez considerada una de las tecnologías más vanguardistas para la generación limpia de electricidad, no está pasando por su mejor momento. Especialmente en Nevada, donde ya fue muy sonado el fiasco de Crescent Dunes.
La termosolar de concentración utiliza miles de espejos, o "heliostatos", que siguen la trayectoria del sol para concentrar su luz sobre unas torres centrales. En estas torres, el calor extremo se aprovecha para calentar agua y producir vapor, que impulsa unas turbinas conectadas a generadores eléctricos.
El caso Ivanpah. La planta de Ivanpah fue construida con una inversión de 1.600 millones de dólares en préstamos del Departamento de Energía de Estados Unidos y contratos a largo plazo de importantes compañías eléctricas. Fue la mayor central de energía solar térmica del mundo hasta la inauguración de Port Augusta en Australia.
11 años después de su inauguración, la enorme termosolar ha comenzado a echar el cierre al no cumplir con sus expectativas iniciales. La falta de rentabilidad la condenó. Una sucesión de fallos y quejas de grupos ambientalistas por su impacto en la vida silvestre aceleraron su final.
Una tecnología compleja. Uno de los principales problemas ha sido la dificultad de mantener los espejos alineados de forma precisa. La tecnología, que requiere un seguimiento exacto del sol, ha demostrado ser inestable y poco confiable en la práctica, dice un reportaje de la CNN.
El mantenimiento de los complejos mecanismos y la gestión de las turbinas generan a su vez altos costos operativos, lo que ha hecho que la termosolar de concentración pierda competitividad frente a otras tecnologías renovables, especialmente la solar fotovoltaica, cuyos precios se han desplomado.
Una máquina de incinerar pájaros. Las críticas no se limitan a los aspectos técnicos. La planta de Ivanpah ha sido cuestionada durante años por su impacto ambiental, especialmente en la vida silvestre del desierto.
Grupos ambientalistas denuncian el daño irreparable en el hábitat de especies como la tortuga del desierto. Pero también la muerte de aves que son incineradas por los intensos rayos concentrados por los espejos.
Un segundo Crescent Dunes. El caso de Crescent Dunes, también ocurrido en Nevada, refuerza esta imagen de fracaso de la energía termosolar. Este proyecto, que pretendía ser uno de los hitos en innovación y almacenamiento de energía mediante sales fundidas, terminó convirtiéndose en un despilfarro multimillonario.
Desarrollada por el grupo español ACS, prometía una producción continua de electricidad, incluso durante las horas sin luz, gracias al almacenamiento térmico en sales. En la práctica, Crescent Dunes nunca logró entregar la cantidad de energía prometida y acabó quebrando por problemas de ingeniería y gestión.
A la sombra de la fotovoltaica. En definitiva, la rápida caída de precios de la tecnología fotovoltaica y su menor impacto en la vida silvestre han dejado obsoleta la termosolar de concentración.
Mientras que los paneles solares han ido ganando eficiencia y reduciendo sus costes de instalación y mantenimiento, las plantas termosolares se han quedado rezagadas en términos de competitividad, lo que ha llevado a que inversores y compañías eléctricas reconsideren sus apuestas en este tipo de proyectos.
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