El de Brasil, X y Starlink es solo el último caso en el que vemos cómo Elon Musk se ha convertido en una fuerza perturbadora de la geopolítica global, trascendiendo el rol tradicional de los magnates empresariales. Musk no es uno más.
Su influencia no solo emana de su riqueza, sino también del control de unas empresas que se complementan entre sí para disparar su relevancia. Sobre todo de las que controla casi por completo, las que no cotizan en bolsa: X, Starlink, Neuralink, xAI...
Esta combinación de poder tecnológico, financiero y mediático de Musk le convierten en un agente geopolítico sin precedentes. Es capaz de influir en conflictos internacionales, en relaciones entre superpotencias y en los debates sobre la libertad de expresión a escala global. Unos ejemplos:
- SpaceX y Starlink han jugado un papel clave en conflictos como la guerra en Ucrania.
- Tesla, con su gigafábrica en Shanghai, es un factor clave en la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China.
- La adquisición de Twitter, ahora X, le ha dado a Musk una plataforma global para difundir sus opiniones y lanzar órdagos a gobiernos.
Podemos profundizar. Starlink está siendo un arma de doble filo. Fue vital para mantener conectada a Ucrania al inicio de la invasión rusa, pero posteriormente Musk limitó su uso para evitar ataques a Crimea aludiendo a riesgos de escalada. Ahora se usa para desafiar la sentencia judicial de un gobierno, el de Brasil.
En cambio, Musk muestra una deferencia inusual hacia China, algo que contrasta con su actitud indiferente, cuando no desafiante, hacia otros líderes políticos. De la justicia brasileña se burla en X. Al gobierno chino le atiende personalmente con un viaje relámpago a Pekín. La dependencia de Tesla respecto a este país supone un dolor de cabeza en Washington por las preocupaciones sobre la transferencia tecnológica.
El caso de Brasil ha sido el detonante de algo más. Su enfrentamiento con el gobierno brasileño ejemplifica cómo desafía a las autoridades estatales sin reparos. Hacerlo escudándose en la libertad de expresión, además de no ajustarse a los hechos, choca con los esfuerzos regulatorios en Europa, Estados Unidos y otras regiones.
Todo esto convierte a Musk en un agente geopolítico impredecible. Sus intervenciones en conflictos como el de Ucrania o el de Gaza generan tanto apoyo como críticas. Los gobiernos ven cómo un magnate famoso por su espontaneidad está actuando en conflictos y pugnas de forma unilateral.
Musk se presenta como un campeón de la libertad de expresión y la innovación, pero también es un empresario particularmente influyente a quien le gusta jugar con fuego geopolítico, sin demasiada consideración hacia las instituciones democráticas y el orden internacional establecido.
Es otro tipo de actor en el tablero mundial, un magnate que desafía y a veces supera el poder de los estados tradicionales. Su influencia es innegablemente innovadora, pero también plantea cuestiones sobre la gobernanza global en la era digital. Y nadie sabe cómo responderlas.
Imagen destacada | Xataka con Midjourney
Ver 34 comentarios