Ha sido desde su construcción un icono de Europa y símbolo incuestionable del amor. Como prueba están las decenas de miles de fotos de besos bajo su paraguas que se suben en Instagram cada año. Una visita obligatoria para los turistas que viajan a París y uno de los monumentos que más visitantes recibe: 6 millones al año. Curioso es que cuando se terminó de construir en 1889 se esperaba que durara 20 años antes de ser desmantelada. Hoy, 133 años después sigue en pie. Algo que podría cambiar muy pronto.
Varios informes confidenciales filtrados sugieren que el monumento está en mal estado y lleno de óxido. Y que necesita una reparación urgente o un día cualquiera tendremos que decirle adiós.
No vale con poner un parche. El revuelo surge después de que la revista francesa Marianne haya publicado varios informes confidenciales filtrados que sugieren que el monumento está en muy mal estado, oxidándose hasta la médula. Se afirma en ellos que la torre necesita una reparación completa, pero en cambio solo se le está dando una lavado de cara (una capa de pintura de 60 millones de euros) para los Juegos Olímpicos de 2024 en París. Se trata de la vigésima campaña de pintura que se le aplica y podría ser no sólo la más cara, sino la más ineficiente.
Los expertos argumentan que hay que eliminar el metal de la torre, reparar y repintar después. Pero, sobre todo, que pintar sobre pintura vieja empeora la corrosión. "Si Gustave Eiffel visitara el lugar, le daría un infarto", explicaba un experto anónimo a la revista.
Los informes. Desde 2010, varios informes han advertido sobre defectos de mantenimiento y el alcance de los daños. Uno de 2010 decía: "Sete (la empresa que la gestiona) debe echar otro vistazo a la torre y proponer una política de mantenimiento completamente nueva centrada en la estructura metálica envejecida". Un segundo informe de 2014 de Expiris, una empresa experta en pintura, sugería que la torre tenía grietas y oxidación y que solo el 10% de la pintura más nueva de la torre estaba adherida a la estructura. Un tercer informe en 2016 encontró 884 fallas, incluidas 68 que representaban “un riesgo para la durabilidad de la estructura".
El contexto. El monumento es todo un coloso. Tiene nada menos que 324 metros de altura y 7.300 toneladas. Según este artículo de The Guardian, se construyó con hierro fundido, inventado en Gran Bretaña durante la Revolución Industrial a través de un proceso que producía hierro forjado más puro y de alta calidad al eliminar el carbono en el proceso de fusión. Antes de su inauguración, se le aplicaron cuatro manos de pintura roja con plomo, ahora prohibida pero entonces considerada el mejor anticorrosivo.
Eiffel, el ingeniero cuya compañía diseñó y construyó el monumento, ya avisó en su momento que lo más importante sería identificar y detener la propagación del óxido para mantener su longevidad y sugirió que sería necesario pintarla cada siete años: "La pintura es el ingrediente esencial para proteger una estructura metálica y su única garantía de longevidad. Lo más importante es prevenir el inicio de la oxidación".
La empresa no quiere cerrarla. Sin embargo, pese a los informes, Sete, la empresa que gestiona y supervisa el cuidado de la torre y que es propiedad del ayuntamiento no tiene intención de cerrarla por los ingresos turísticos que obtienen de ella. Estos representan la friolera de 52 millones de euros (que es lo que perdieron durante el año del Covid).
Ahora, lo cierto es que la situación no pinta bien. A fuerza de postergar los problemas y poner una capa para ocultar la chapuza del mantenimiento, el desenlace podría ser desastroso. Lo que no se hace con seriedad hoy podría tener un alto precio el día de mañana. Cuesta imaginar París sin su imponente Torre Eiffel en Champs de Mars.
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