El avance nuclear de China llevó a EEUU a una misión sin precedentes. Fue tal el desastre que durante 40 años se silenció

Todo lo que podía salir mal en la misión de espionaje contra China, salió peor

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Historias de espías y auténticas meteduras de pata habrá muchas, y seguro que desconocemos un buen número de ellas. Sin embargo, pocas se pueden acercar a lo ocurrido en una de las montañas más famosas y majestuosas de nuestro planeta. Allí tuvo lugar hace varias décadas una peculiar excursión con fines poco éticos. Todo lo que podía salir mal, salió peor. De hecho, el plutonio sigue allí.

Nanda Devi. Para aquellos que no conozcan de qué hablamos, se trata de la segunda montaña más alta de la India y la vigésima tercera del mundo, con una altura de 7.816 metros. No es un pico cualquiera, ya que cuenta con un significado cultural y espiritual profundo, especialmente en la región de Uttarakhand, donde es considerada sagrada. La zona que rodea a Nanda Devi ha sido reconocida por su biodiversidad única como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El parque protege una variedad de especies y es ejemplo de la riqueza del Himalaya.

Además de su importancia natural y cultural, el enclave ha sido un símbolo de la aventura y el montañismo. Desde su primera ascensión en 1936, es un desafío para montañistas de todo el mundo. Por contra, su fragilidad ecológica ha restringida la región para proteger su entorno. Este último punto, como veremos a continuación, no siempre fue así. Esperemos que la naturaleza no sea vengativa...

La primera prueba nuclear. No muy lejos de la montaña, en octubre de 1964, se producía la primera prueba nuclear en China en las inmediaciones del lago Lop Nur, una región que colindaba con las montañas Kuruk-tagh. A aquella prueba le siguieron varias decenas y pusieron en alerta a EEUU. La CIA investigó hasta dónde estaban avanzando los chinos.

Dos años antes, China había derrotado al ejército de la India y aquellas primeras pruebas eran un ejemplo de poderío y fuerza. La agencia estadounidense llegó a la conclusión de que se estaban quedando atrás en la carrera nuclear en un contexto delicado como era la Guerra Fría. Y no solo EEUU, la India se sentía en inferioridad tras su derrota fronteriza. La alianza entre ambos países no tardó en llegar.

La extraña pareja. ¿Qué hicieron? En una época donde no había tecnología de espionaje satelital como el actual, ambas naciones firmaron un pacto secreto para aunar esfuerzos y espiar a los asiáticos. ¿Cómo? Literalmente, mandando agentes secretos al terreno “de batalla”. Dicho de otra forma, enviando espías a los confines del mundo, a algunas de las montañas más imponentes del planeta donde se estaban llevando a cabo las pruebas nucleares chinas.

Si la idea parece un tanto peliculera es porque lo es. La propuesta de ambas naciones consistía en utilizar algunas de las montañas de la India desde las que divisar lo que estaban haciendo desde el bando chino. Puede parecer naif, o incluso inocente, que las agencias de espionaje de ambos países vieron con buenos ojos vigilar a otra nación a miles de kilómetros por el simple hecho de estar en uno de los “picos” del planeta, pero la historia demuestra que fue así, y en 1965 se dio luz verde al plan “maestro”.

Nanda Devi

El equipo A. La CIA comienza a buscar y reclutar los espías que llevarían a buen puerto el plan. Uno de ellos fue Robert Schaller, estudiante de medicina en Seattle al que le hacen llegar una propuesta digna de una película de Hollywood. Necesitaban un médico en Himalaya con experiencia en electrónica y montañismo, una combinación de requisitos que los llevó hasta el estudiante, el primero en la lista que fue rellenándose.

Cuando el equipo se había formado, comenzaron los intensos entrenamientos en un enclave secreto durante meses. Junto a Schaller había un gran número de celebridades que iban a convertirse en espías ciudadanos como él. Por ejemplo, el famoso escalador de Yosemite, Tom Frost, o el que iba a ser el capitán de la expedición y famoso alpinista por las expediciones al Everest, Mohan Singh Kohli. Otros no eran tan conocidos, pero se trataba de élites, investigadores o profesores cuyos conocimientos en tecnología nuclear los pusieron al servicio de la secreta alianza entre EEUU e India.

De profesión: espías. No hablamos de entrenamientos normales, por supuesto. Tras las primeras pruebas se subió el nivel durante varios meses con saltos desde un helicóptero, o demoliendo objetivos con explosivos, incluso manejaron hardware experimental de energía atómica que había sido desarrollado exclusivamente para la misión. Por último y no menos importante, el equipo debía prepararse para el ascenso arrastrándose junto al material de la misión por los acantilados de Alaska.

Comienza la misión. Un año después de la primera prueba nuclear china, este equipo de intrépidos ciudadanos convertidos a espías está listo. Todos se encuentran en el Santuario, una especie de fortaleza natural de las cumbres que rodean al Nanda Devi, el objetivo final. Un detalle nada baladí: hasta entonces, solo seis personas habían logrado hacer cumbre en el pico, y de esas seis, tan solo tres habían logrado bajar con vida.

Sea como fuere, el plan siguió adelante con un compañero inesperado. No se había revelado hasta entonces, pero el equipo debía ascender con un paquete de vigilancia extremadamente pesado, un sistema de monitorización que precisaba de energía atómica para funcionar. Hablamos de un artefacto que contenía un generador SNAP 19C que convertía el calor del plutonio en electricidad, lo que posteriormente permitía monitorear posible actividad nuclear (en este caso, de China).

Escalando con plutonio. Si subir una montaña con el material adecuado es una actividad complicada, con un artefacto atómico de motorización extremadamente pesado era una cuestión de fe. Además, hablamos de tipos que venían de ámbitos muy diferentes, muchos paupérrimamente preparados para una misión tan física, por mucho que estuvieran meses entrenando.

Por tanto, de día el artefacto les hacía la vida imposible y avanzaban subiendo las rampas como tortugas. Sin embargo, a la noche la cosa cambiaba, y el dispositivo era capaz de proporcionar calor extra a los espías. Y es que, en el interior del generador, había suficiente plutonio para alimentar al sistema de vigilancia durante más de mil años, lo que a efectos prácticos supondría que tanto EEUU como India podrían vigilar a los chinos durante siglos.

Todo mal. Durante un breve espacio de tiempo, la misión parecía que iba a salir bien. De hecho, llegaron a la zona de High Camp, a tan solo unos cientos de metros del pico de Nanda Devi. ¿Qué ocurrió? Los primeros que lo vieron venir fueron los sherpas que los acompañaban: se acercaba una gran ventisca y debían posponer la misión y huir de la zona cuanto antes. El jefe del equipo concluyó que volverían a la zona cuando llegara la primavera. También ordenó que el paquete de vigilancia debía quedarse en la montaña para agilizar el descenso.

No vieron otra forma de librarse de las inclemencias del tiempo que arreciaba. Ataron el artefacto a la ladera de la montaña, junto a unas rocas. El equipo aseguró la antena, dos conjuntos de transceptor y el generador nuclear sobre las rocas. Luego, partieron a toda prisa antes de que llegara la anunciada ventisca.

Dónde demonios está. Lo que ocurrió cuando llegó la primavera es posible que lo estés imaginando. El equipo de espías regresó a la zona de High Camp pero, para su sorpresa, el dispositivo con plutonio no se encontraba allí. Entre las posibilidades, se pensó que la cornisa de piedra se pudo derrumbar de la ladera de la montaña por una avalancha, desde donde presumiblemente se habría incrustado el generador y sus siete barras de plutonio en las profundidades del hielo de los glaciares.

El grupo no sabía qué hacer. Un “combustible” nuclear podría estar enterrado delante de sus narices, pero era imposible saber dónde exactamente. Peor aún, pensaron, los chinos incluso podrían llegar a hacerse con el artefacto en un final tan calamitoso como inesperado por todos.

Silencio absoluto. Se optó por cerrar la boca. Durante años, la CIA envió decenas de escaladores con contadores Geiger junto a una flota de helicópteros equipados para peinar los campos y rampas de hielo esperando detectar cualquier rastro del sistema perdido. Por su parte, el equipo de espías reclutado fue destinado a un plan b: escalar una montaña vecina e instalar (sin éxito) un sistema similar de observación de explosiones y monitoreo de posibles misiles. Cuando terminaron la misión fallida, se unieron a las labores de búsqueda para localizar el plutonio extraviado, pero nunca dieron con él.

Todos los documentos y fotografías que tomaron aquellos intrépidos ciudadanos reconvertidos a espías durante las misiones fueron confiscados por la CIA, quien decidió que la misión “nunca había existido”. De hecho, esta historia no se estaría escribiendo si no fuera por lo ocurrido en 2005, cuando el jefe de la expedición original, el capitán Kohli, publicó su libro Spies in the Himalayas: Secret Missions and Perulous Climb, destapando, ahora sí, la misión secreta.

El dispositivo. En cuanto al artefacto nuclear, allí sigue, en algún lugar del Himalaya. Tras la publicación del libro, unos investigadores aseguraron que las muestras de agua del Santuario que desembocan en el río Ganges mostraban indicios claros y preocupantes de plutonio-239, un isótopo que, desgraciadamente para la CIA y su estrambótica misión, no ocurre naturalmente.

Este dato da una idea de la historia que se vivió en los años 60. Quizá nunca, o quizá en unos años, décadas o siglos, quienquiera que esté en el planeta perciba una tímida señal desde uno de los picos de la Tierra. No sería una buena noticia, el generador nuclear estaría despertando de su tumba helada avisándonos de lo rematadamente mal que hicimos las cosas hace 60 años.

Imagen | Jaiambey, PickPik, Michael Scalet

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