El programa 'Chips and Science Act' de EEUU es muy ambicioso. Extremadamente ambicioso. Y es que a finales de julio de 2022 el Congreso estadounidense aprobó la asignación de nada menos que 280.000 millones de dólares al desarrollo científico y tecnológico del país. No obstante, una parte importante de este dinero, unos 52.000 millones de dólares, está reservada a una partida de gran importancia estratégica para el país liderado por Joe Biden: la industria de los semiconductores.
Ya ha pasado un año desde que la Administración estadounidense puso en marcha su plan, y tenemos razones sólidas para aceptar que va bien. Es más, la información que acaba de hacer pública el Gobierno refleja que va como la seda. Y es que solo durante el pasado mes de junio el Departamento de Comercio aceptó un paquete de solicitud de subvenciones de las empresas vinculadas a la industria de los chips por valor de 39.000 millones de dólares. De ser así es evidente que buena parte del dinero que contempla el programa 'Chips and Science Act' para este sector ya está asignado.
Durante 2022 los fabricantes de circuitos integrados y dispositivos electrónicos estadounidenses anunciaron que invertirán conjuntamente un total de 166.000 millones de dólares a corto y medio plazo con el propósito de respaldar la estrategia del Gobierno. Y su plan, según Joe Biden, consiste en "conseguir que América recupere su liderazgo en la fabricación de semiconductores y sus cadenas de suministro de dispositivos electrónicos y energías limpias se vuelvan menos dependientes de otros países".
Europa lo tiene más difícil que Estados Unidos. Mucho más difícil
Europa necesita reforzar su industria de los chips. Esta afirmación reside en el corazón del discurso que pronunciaron Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, y Thierry Breton, el comisario europeo de mercado interior y servicios, cuando anunciaron que Europa estaba preparando su propia ley de los semiconductores a principios de febrero de 2022. Finalmente la directiva 'Chips Act' movilizará 43.000 millones de euros entre inversión pública y privada con un propósito: poner al Viejo Continente en el mapa mundial de los circuitos integrados.
Los líderes europeos quieren que en 2030 el 20% de la producción mundial de chips proceda del Viejo Continente
El desafío al que se enfrenta Europa si tomamos como referencia la coyuntura global de esta industria es que su punto de partida es mucho más modesto que el de EEUU. Si nos ceñimos a la producción de semiconductores de vanguardia, que son los que llevan aparejado un mayor valor añadido, la diferencia es abismal. Por supuesto, EEUU va muy por delante. Y Asia también. Esta es la razón por la que la ambición de los líderes europeos es comedida. Su propósito oficialmente es conseguir que en 2030 el 20% de la producción mundial de circuitos integrados proceda de Europa.
"Necesitamos megafactorías de chips. Todas las posibles. Si empezamos una de cero en 2022 quizá podríamos abrirla en 2026". Esta reflexión de Thierry Breton está bien como declaración de intenciones, pero no basta. No basta para competir con EEUU, y mucho menos aún para limitar la dependencia que Europa tiene de Asia en el contexto de los chips. Actualmente en este último continente se fabrican el 90% de los chips de memoria, el 75% de los microprocesadores y el 80% de las obleas de silicio. Estas cifras son abrumadoras. Tanto, de hecho, que a medio plazo quedan absolutamente fuera del alcance de Occidente.
La joya de Europa es ASML. Actualmente esta es la única compañía del planeta que tiene la tecnología necesaria para producir equipos de litografía de ultravioleta extremo (UVE), que son los más avanzados que existen ahora mismo para fabricar chips. Aun así, en las circunstancias actuales es evidente que el Viejo Continente necesita muchas más plantas de fabricación de semiconductores. Están en camino las de Intel y TSMC, y también otras presumiblemente más pequeñas que las de estos dos gigantes de la industria de los chips, pero Europa va a tener que apretar todavía más el paso si no quiere que Asia y EEUU la devoren.
Imagen de portada: ASML
Más información: Reuters
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