Las ventas de coches cerraron un 2022 muy pobre en España, quedando en 813.000 matriculaciones, una cifra inferior tanto a 2020 como a 2021, muy por debajo del récord que dejó 2005, con 1,6 millones, y no tan por encima de la peor cifra histórica: 700.000 matriculaciones en 2012, el peor momento de la anterior crisis económica.
Si las ventas de coches han ido mal en general, las ventas de coches eléctricos no han ido mucho mejor. No representan ni el 4% del mercado con algo más de 31.000 unidades vendidas. Crecen respecto al año anterior, pero a una velocidad muy inferior a la de la mayoría de nuestros vecinos europeos, lo cual nos deja en el decimotercer lugar de la Unión.
Menos de un 4% y subiendo... lentamente
Las ventas de coches —puramente— eléctricos han crecido un 31% en España durante 2022, sin embargo seguimos muy lejos en cuota de mercado de la que tienen otros países europeos.
Noruega juega directamente en otra liga, pero Francia o Alemania tienen cuotas de mercado entre tres y cuatro veces superiores a la española.
La pregunta es: ¿por qué? La caída de ventas de coches, en general, ha tenido una evolución desde que comenzó la pandemia. En 2020, el problema estaba en la demanda: la incertidumbre económica desplomó el interés por renovar el coche.
En 2022, tras la escasez de componentes y la crisis logística del año anterior, el problema estuvo en la oferta: muchos coches no podían ser vendidos pese a tener demanda porque no pudieron ser fabricados a tiempo, dando plazos de entrega de hasta un año. Así y todo, la cuota de mercado del eléctrico sigue estando muy por debajo en España. No es solo una cuestión nominal, sino también porcentual.
Una de las causas de la baja penetración eléctrica puede estar en la cantidad de puntos de carga que existen en el país. Si bien han crecido en más de un 40% en poco más de un año, ya vamos por más de 13.000, siguen siendo inferiores en número a los que tienen muchos otros países europeos. Nuevamente, no solo de forma absoluta, sino también sacando la cifra de puntos de recarga por cada cien kilómetros de carretera.
Aunque el punto de carga elemental de un coche deba ser la red doméstica, contar con puntos lo suficientemente repartidos puede ser diferencial a la hora de decidirse por un vehículo de este tipo sin miedo a quedarse vendido en desplazamientos largos.
La Unión Europea ha trazado un plan para que todos los países, especialmente los que más pegados al borde inferior aparecen, tengan muchos más puntos de recarga, pero los plazos marcados no son inmediatos: entre 2031 y 2035. Para entonces los coches de combustión ya estarán prohibidos salvo en algunas excepciones.
Otra posible causa de este tímido amanecer del eléctrico en España es que, según hemos podido saber, algunos distribuidores dejan para otros mercados los esfuerzos en la venta de los eléctricos con mayores baterías, puesto que no consideran a España un país prioritario para su estrategia comercial. Y más en un contexto financiero y logístico desfavorable que no consigue satisfacer la demanda.
Y nuevamente, otra posible causa, al menos parcial, es el coste de un coche eléctrico frente a uno de combustión con autonomía equivalente, además del vacío que existe en el mercado para quien quiere un coche eléctrico de al menos 400 kilómetros de autonomía y por entre 15.000 y 28.000 euros.
Si 2023 trae el principio de la estabilización que no ha dejado de sacudirse desde el arranque de la pandemia, quizás podamos empezar a ver cómo el eléctrico empieza a crecer por encima de su desarrollo hasta la fecha, y así recortar distancias con los vecinos europeos. De lo contrario, se puede enquistar una situación que provocaría un embudo de cara a 2035, cuando en teoría todo coche vendido deberá ser eléctrico.
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