El pasado verano se hicieron oficiales una serie de datos que parecían radiografiar el estado laboral en China. En esencia, la Gran Fábrica del mundo parecía estar dando señales de agotamiento. ¿Las razones? El mercado laboral de la nación estaba cambiando, y con ellos las nuevas generaciones y sus exigencias. Sin embargo, si eres funcionario de la nación, la cosa cambia.
Motivar con vergüenza pública. Lo contaba hace unos días el New York Times. En un contexto de desaceleración económica, tensiones políticas y un endurecimiento de la disciplina dentro del Partido Comunista, el gobierno chino ha implementado una nueva estrategia para incentivar a sus funcionarios: la humillación pública.
¿Cómo? En varias ciudades, las autoridades han comenzado a otorgar los denominados como "Premios Caracol", una forma de castigo simbólico para exhibir a los empleados públicos que se consideran ineficientes o poco diligentes en su trabajo. Así, y según la narrativa oficial, el propósito de estos premios es "hacer que los funcionarios se sonrojen y suden, refrescando su mente" para que mejoren su desempeño.
De fondo, una táctica que refleja una creciente presión sobre la burocracia estatal, la misma que se encuentra atrapada entre las estrictas órdenes del liderazgo de Xi Jinping y el temor a tomar decisiones que puedan ser vistas como políticamente incorrectas.
Un gobierno paralizado. Destacaba el Times que la nación necesita desesperadamente que sus funcionarios sean proactivos para impulsar nuevos proyectos, atraer inversiones y reactivar el crecimiento económico. Sin embargo, en los últimos años, el gobierno ha lanzado una serie de purgas anticorrupción y ha reprimido sectores clave como la tecnología, la educación privada y las finanzas.
Esto ha generado un ambiente de incertidumbre, donde los funcionarios locales prefieren no tomar riesgos, ya que cualquier iniciativa puede ser interpretada como una desviación de las directrices del Partido. Durante décadas, los líderes locales competían por presentar grandes proyectos de infraestructura para ganar prestigio dentro del Partido. Pero ahora, muchos de estos funcionarios han sido castigados por iniciativas de recaudación de fondos o construcciones no autorizadas. Bajo este escenario, la opción más segura es no hacer nada.
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Premios Caracol como síntoma. Con todo, la reciente oleada de estos "Premios Caracol" y otras formas de castigo público muestran que la inacción ya no es una opción aceptable para el gobierno central. De hecho, al menos tres ciudades han adoptado dicha medida, según el People’s Daily, el diario oficial del Partido Comunista.
Además, en redes sociales chinas se han viralizado videos de funcionarios con expresión grave recibiendo certificados enmarcados, un castigo diseñado para exponerlos ante sus colegas y superiores. Al parecer, los "Premios Caracol" son solo una de las herramientas que el gobierno está utilizando para forzar a los funcionarios a trabajar más. En la provincia de Guangdong, por ejemplo, se ha creado una base de datos de funcionarios que “se acuestan” en el trabajo, usando la jerga china “tangping” (躺平), que significa "tirarse y no hacer nada".
Más casos. Aún más alarmante es que la Comisión Central de Disciplina y Control del Partido, el organismo encargado de combatir la corrupción, ha duplicado el número de castigos contra funcionarios en solo un año. En 2024, 138.000 empleados públicos fueron sancionados, la mayoría por cargos de "irresponsabilidad", "inacción" o "fingir que trabajan". Esta cifra supera por mucho las sanciones por corrupción tradicional, lo que parece indicar que el gobierno está más preocupado por la falta de actividad de sus funcionarios que por el soborno o el tráfico de influencias.
De hecho, algunas administraciones locales han ido aún más lejos, despidiendo o reasignando empleados en un esfuerzo por presionarlos para que trabajen más. Una estrategia que plantea un dilema más o menos evidente: si el miedo a ser castigados los ha paralizado, ¿realmente la humillación pública los hará más eficientes?
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Xi Ping y el método. Es la otra de las patas que se refleja con estas iniciativas. El endurecimiento de las medidas disciplinarias contra los funcionarios se produce en un momento en que Xi Jinping ha reforzado su control sobre la política y la economía china. Aunque recientemente ha intentado reconciliarse con el sector privado, reuniéndose con algunos de los principales empresarios del país, el mensaje del gobierno sigue siendo contradictorio.
Por un lado, en diciembre de 2024 dos de los organismos que supervisan las inversiones estatales anunciaron que aceptarían ciertos riesgos de inversión normales, insinuando que los funcionarios que promuevan proyectos fallidos no serán castigados automáticamente. En Sichuan, un funcionario que desvió fondos sin autorización para construir baños públicos fue exonerado... porque no lo hizo con fines personales.
Sin embargo, el temor sigue presente. En un discurso reciente, Xi Jinping reafirmó que la purga política y la lucha contra la corrupción continuarían sin concesiones, lo que contradice los intentos de crear un ambiente más permisivo para los funcionarios locales. Bajo este contexto, parece difícil que los líderes locales confíen en que el gobierno realmente tolerará errores si deciden asumir más riesgos.
Un trabajo menos atractivo. Frente al descontento de muchos jóvenes en otros sectores, y a pesar de la creciente presión sobre los funcionarios públicos, el número de nuevas generaciones que compiten por empleos en el gobierno sigue alcanzando niveles récord. Esto, obviamente, puede parecer paradójico, dado el ambiente de trabajo cada vez más tenso, pero tiene una explicación: la economía china está en crisis, y los empleos en el sector privado ofrecen aún menos estabilidad que el sector público.
A este respecto, Dongshu Liu, profesor de política china en la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, resumía la situación en el Times con una frase demoledora: "Sí, ser funcionario público ya no es tan bueno como hace diez años, pero las otras opciones son aún peores”.
Autocastigo. Así las cosas, los funcionarios de menor rango no solo enfrentan incertidumbre sobre sus salarios, ya que algunas administraciones locales han dejado de pagar sueldos a tiempo, sino que también deben asumir cargas de trabajo crecientes. Muchas de sus funciones ahora incluyen verificaciones presenciales constantes de ciudadanos y empresas, una medida que responde a la obsesión de Xi Jinping por aumentar la presencia del Estado en la vida diaria de la población.
Si se quiere también, los datos indican que China parece atrapada en un ciclo de desconfianza y represión. Por un lado, Xi Jinping necesita que los funcionarios locales sean proactivos para impulsar el crecimiento económico y recuperar la confianza de los inversionistas. Por otro, la represión política y la cultura del castigo han paralizado a la burocracia, haciendo que la única opción segura sea, paradójicamente, no hacer nada.
Dicho de otra forma. La implementación de estrategias como esos "Premios Caracol" no parece resolver el problema de fondo. En lugar de inspirar a los funcionarios a tomar iniciativa, estas medidas profundizan el miedo y la incertidumbre, lo que, a priori, podría empeorar la crisis económica y administrativa que China ya enfrenta.
Imagen | keppet, World Bank
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