Hay una razón por la que nunca empiezas la promesa del gimnasio. Se llama descuento hiperbólico y nos ha pasado a todos

Hay cosas que aunque las jures, no te las crees ni tú

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El cerebro humano, qué duda cabe, es de las cosas más fascinantes e imperfectas que jamás se hayan creado. En tan solo unos segundos puede parecer la obra de ingeniería más sofisticada sobre la faz de la tierra, y todo lo contrario. A grandes rasgos, su construcción es sólida, pero tiene "agujeros" por los que nos diferenciamos unos de otros, pensamos y “vemos” el mundo de forma arbitraria, errónea seguramente, ya que casi siempre pensamos que tenemos razón. Y de todos los pilares clave de esa imperfección, ninguno como los sesgos cognitivos.

Mañana voy al gimnasio, hoy veo Netflix. Nadie escapa al sesgo que se promulgó hace varias décadas. Se explica muy fácil porque todos hemos caído en la misma contradicción alguna vez. Hablamos del llamado “descuento hiperbólico”, el mismo sesgo por el que los humanos favorecemos acciones a corto plazo sobre los beneficios de otra a largo plazo.

La idea de fondo: a medida que las cosas se vuelven más complicadas, cuanto más miramos hacia el futuro, nuestros cerebros reducen la importancia de ese futuro incierto en nuestra toma de decisiones. Por eso asumimos compromisos a largo plazo que pocas veces haríamos a corto. Piensa en aquellos excesos que realizas y que, sabiendo que son malos para tu cuerpo, te pones una meta para dejarlo a largo plazo. ¿Recuerdas una? Pues ese es el sesgo del descuento hiperbólico.

La formulación. El sesgo del descuento hiperbólico fue identificado por el psicólogo Richard Herrnstein en la década de 1960. Entonces lo formuló para explicar cómo las personas tienden a preferir recompensas inmediatas frente a recompensas mayores que se entregan en el futuro, desvalorizando desproporcionadamente los resultados a largo plazo. ¿Por qué "hiperbólico"? Se refiere a la manera no lineal en que la gente reduce el valor de las recompensas futuras, en contraste con el descuento exponencial, que es más constante.

Evolución. Tras la formulación de Herrnstein, psicólogos como George Ainslie ampliaron la teoría en la década de 1970. Ainslie, por ejemplo, fue clave al demostrar que la elección entre recompensas inmediatas y futuras podía explicar muchos fenómenos humanos, como la misma procrastinación y las adicciones.

De hecho, propuso el modelo de "gratificación inmediata", donde una recompensa a corto plazo se vuelve más atractiva a medida que se acerca temporalmente, lo que lleva a decisiones impulsivas. Este concepto fue especialmente importante, ya que fue aplicado a una amplia gama de comportamientos, desde el ahorro hasta el consumo excesivo de alimentos.

La psicología aplicada. El descuento hiperbólico dio un salto cuando pasó a influir significativamente en otras áreas como la economía del comportamiento, donde investigadores como Daniel Kahneman y Richard Thaler estudiaron cómo las personas toman decisiones inconsistentes respecto a sus futuros. Trabajos que ayudaron a consolidar el campo de la toma de decisiones intertemporales, las cuales analizan cómo las personas valoran el tiempo y las recompensas.

Entonces se hicieron famosos experimentos con niños de cuatro años donde se les ofrecía una golosina ahora, o dos en 15 minutos. Como era predecible, pocos niños decidían esperar porque se les hace muy difícil retrasar la gratificación. Lo curioso es que el fenómeno se repite en adultos. Si te ofrecen 100 euros ahora, o 120 en tres meses, la mente suele jugar a favor de la impulsividad, es decir, menos dinero, pero antes.

El sesgo según la ciencia. Contaban en New Scientist que, aunque el esfuerzo puede mejorar nuestro bienestar, tendemos a evitarlo. El cerebro humano está diseñado para conservar energía y evitar el malestar inmediato, lo que nos lleva a procrastinar o elegir el camino fácil, incluso cuando las actividades que requieren esfuerzo (como el ejercicio o desafíos mentales) tienen beneficios comprobados para la salud física y mental.

Este fenómeno está ligado a la forma en que valoramos el confort a corto plazo sobre las recompensas a largo plazo. A pesar de estos beneficios, el cerebro a menudo prioriza el placer inmediato sobre los resultados que exigen tiempo y esfuerzo. Estudios indican que las personas tienden a subestimar lo bien que se sentirán después de completar una tarea que requiere esfuerzo, lo que lleva a evitar actividades que podrían mejorar el bienestar a largo plazo. Sin embargo, al superar este sesgo natural, pueden encontrar satisfacción y mejorar su calidad de vida.

En contra de la idea. Por supuesto, hay quienes no ven nada claro el sesgo como tal. Aunque el descuento hiperbólico es ampliamente aceptado, existen estudios que contraponen la idea señalando que, en algunos contextos, las personas no muestran preferencias irracionales por las recompensas inmediatas.

Por ejemplo, algunos modelos de descuento cuasi-hiperbólico, como el modelo beta-delta, ajustan el comportamiento humano para alinearlo más con el descuento exponencial, sugiriendo que la gente puede seguir siendo racional en la toma de decisiones si los incentivos están alineados adecuadamente. Otros trabajos también destacan la importancia del contexto y los factores emocionales que pueden modular cómo valoramos las recompensas futuras.

Por último, el concepto de "miopía temporal" (la dificultad de evaluar a largo plazo) explica cómo las decisiones pueden estar influenciadas más por la percepción del riesgo y la incertidumbre sobre el futuro que por un sesgo natural hacia las recompensas inmediatas.

Plot Twits del gimnasio. No pretendíamos que nadie se sintiera mal por no ir al gimnasio después de proyectarlo en el futuro. De hecho, tenemos un artículo de cabecera sobre el tema que lanzó hace tiempo Vox. En el mismo, se desmitifica la idea de que el ejercicio es clave para perder peso tras analizar decenas de estudios, destacando que la dieta juega un papel mucho más importante. Aunque el ejercicio tiene múltiples beneficios para la salud, como mejorar el estado físico y la salud cardiovascular, no es tan efectivo para la pérdida de peso como se piensa.

El cuerpo se adapta al gasto calórico del ejercicio y, además, las personas solemos consumir más calorías después del ejercicio. Por tanto, se apunta a que la restricción calórica es un factor más decisivo para adelgazar. Además, se explica cómo nuestro metabolismo ajusta el consumo energético en respuesta al ejercicio, lo que reduce el impacto calórico esperado. Obviamente, la actividad física sigue siendo fundamental para el bienestar general, pero el control sobre la ingesta calórica tiene una influencia mucho mayor en la pérdida de peso, o al menos, más de la que creemos.

La clave, al parecer, está en entender que, sin una gestión adecuada de la alimentación, el ejercicio por sí solo no produce los resultados esperados.

Imagen | Matt Biddulph, PXHere

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