La historia comenzó el pasado jueves. Al parecer, el Pentágono había organizado una reunión informativa para Elon Musk. Hasta aquí, todo más o menos “normal” dado el rol gubernamental que ha obtenido el hombre más rico del mundo desde que Trump fue reelegido. El problema era el cometido de la aparente reunión, según el New York Times: poner a Musk al tanto del plan secreto militar que tiene entre manos Estados Unidos ante una posible guerra bélica con China. El cisma ha sido tal que el propio Pentágono busca a esta hora al culpable.
Negación presidencial. Tras salir a la luz el artículo del Times, el presidente Donald Trump no tardó en rechazar públicamente la posibilidad de que Musk tenga acceso a planes militares secretos relacionados con un potencial conflicto con China. Como decíamos, según el diario, Musk habría sido programado para recibir una sesión informativa de alto nivel en el Pentágono sobre estrategias militares estadounidenses contra China, lo que despertó preocupación debido a sus extensos vínculos comerciales con ese país.
Trump desmintió la existencia de dicha sesión y afirmó que, si bien Musk está ayudando significativamente al gobierno, identificando “desperdicio, fraude y abuso”, no sería apropiado compartirle información de alta sensibilidad de este tipo, enfatizando que, en su opinión, el propio Musk tampoco desearía ponerse en esa posición.
La visita y múltiples interpretaciones. Musk, CEO de SpaceX y Tesla, además de asesor gubernamental a tiempo parcial, visitó el Pentágono el día después de la exclusiva del Times, el viernes 22 de marzo, y sostuvo una reunión privada de más de una hora con el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y con el vicejefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante Christopher W. Grady.
Originalmente, según dos funcionarios citados por el Times, Musk iba a ser recibido en “The Tank”, una sala de conferencias de alta seguridad dentro del edificio, para discutir estrategias de defensa en caso de un enfrentamiento con China. También se mencionó que la reunión incluiría al almirante Samuel J. Paparo, jefe del Comando Indo-Pacífico de Estados Unidos. No obstante, esta última sesión parece que finalmente fue cancelada tras la publicación del artículo. Musk se reunió finalmente en la oficina del secretario de Defensa, no en la "sala segura", lo que podría haber limitado el acceso a material clasificado.
Posturas y ambigüedad. Durante un evento en la Oficina Oval en el que Trump y Hegseth anunciaron un nuevo contrato de defensa para el nuevo caza de la Fuerza Aérea, ambos desmintieron la versión del Times, calificándola como “una historia falsa”. Hegseth insistió en que la visita fue informal y giró en torno a temas de eficiencia gubernamental.
Trump aseguró haberse enterado de la supuesta sesión clasificada a través del periódico y declaró que había llamado a su jefe de gabinete y a Hegseth para confirmar la veracidad de la información, quienes la descartaron como absurda. A pesar de ello, Trump aprovechó para subrayar que, debido a los negocios de Musk en China, sería imprudente compartirle planes militares sensibles, marcando uno de los límites más claros hasta ahora respecto a la relación entre el magnate y la administración.
Falta de claridad. Contaba en otro artículo posterior el Times que hay zonas grises en la reunión. Ni Musk ni Hegseth respondieron preguntas de la prensa al concluir la misma. Al ser cuestionado por un reportero del Times sobre el contenido del encuentro, Hegseth respondió de forma seca: “¿Por qué te lo diría?”, antes de retirarse sin aclaraciones.
Un alto funcionario de defensa, hablando bajo condición de anonimato, sostuvo que Musk asistió para brindar, y no recibir, una sesión informativa centrada en política industrial y en compartir experiencias vinculadas a sus empresas. Trump, por su parte, reafirmó esta versión posteriormente, afirmando que la visita estaba relacionada con los esfuerzos de Musk por reducir el tamaño del gobierno y mejorar la eficiencia del gasto público.
Tensión tras la polémica. Sea como fuere, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha iniciado una investigación formal, que incluye el uso de pruebas con polígrafo, para identificar a los responsables de las filtraciones internas tras las acusaciones surgidas en torno a la reciente visita de Musk al Pentágono.
La decisión fue impulsada después de que el propio Musk exigiera públicamente, a través de su red social X, el enjuiciamiento de funcionarios del Pentágono que estarían difundiendo “información maliciosamente falsa” sobre su relación con la institución militar.
Implicaciones penales. Ante la magnitud del escándalo, Joe Kasper, jefe de gabinete de Hegseth, anunció el inicio inmediato de la investigación para identificar filtraciones no autorizadas de información sobre seguridad nacional. En un memorando emitido el 21 de marzo, Kasper indicó que la investigación recopilará un registro completo de las divulgaciones no autorizadas dentro del Departamento de Defensa y emitirá recomendaciones para mejorar los protocolos de confidencialidad.
Quienes resulten responsables serán remitidos a las autoridades penales correspondientes para su enjuiciamiento. Dicha ofensiva investigativa, que incluye interrogatorios con detector de mentiras, representa una respuesta inédita dentro del aparato de defensa estadounidense y refleja el nivel de preocupación generado por la filtración.
Tesla y China. Lo cierto es que la polémica que ha surgido no es ni mucho menos baladí, y tiene que ver con el delicado equilibrio de Musk entre las dos potencias. Tesla, la empresa automotriz de Musk, ha sido una de las grandes beneficiarias de las políticas chinas a favor de los vehículos eléctricos. Su fábrica en Shanghái es la más grande y productiva de la compañía, y representa aproximadamente el 37% de sus ventas globales.
Para operar plenamente en el país, Tesla ha recibido incentivos, aprobaciones regulatorias y acceso privilegiado al mercado, incluyendo autorizaciones para desplegar tecnología de conducción autónoma.
SpaceX y China. En paralelo, SpaceX y su sistema satelital Starlink, esenciales para las operaciones del Departamento de Defensa, colocan a Musk en una posición dual: como proveedor clave para la seguridad nacional de Estados unidos y como empresario con fuertes intereses en una potencia rival.
La disonancia se hace aún más patente por los comentarios pasados del propio Musk, quien ha descrito Taiwán como “una parte integral de China” y ha propuesto un modelo de reintegración similar al de Hong Kong, ideas que han sido bien recibidas en Pekín pero duramente criticadas por Taipei y por funcionarios estadounidenses.
Preocupación en el Congreso. Contaba el fin de semana el Washington Post que tanto legisladores republicanos como demócratas han expresado inquietudes sobre cómo el Partido Comunista Chino podría aprovechar la influencia de Musk en la política estadounidense. Michael Sobolik, experto del Hudson Institute, destacaba también que el empresario había replicado públicamente mensajes favorables a Pekín sobre temas delicados como Taiwán y los uigures, lo que podría convertirlo en un activo estratégico para China.
El congresista John Moolenaar, presidente del Comité Selecto sobre China, advirtió que el régimen chino buscará explotar cualquier oportunidad de influencia, y su homólogo demócrata Raja Krishnamoorthi agregó que Beijing podría ver a Musk como una vía para sortear a figuras duras dentro de la administración Trump, como el secretario de Estado Marco Rubio o el asesor de seguridad nacional Mike Waltz.
Trascender lo inmediato. Más allá de si se confirma o no la existencia de la supuesta sesión informativa y Musk tiene acceso al supuesto plan bélico, el caso se ha convertido en una prueba de fuego sobre los límites de la transparencia, la seguridad nacional y la colaboración público-privada en sectores altamente sensibles.
Si se quiere también, ilustra las fricciones crecientes entre la necesidad de eficiencia y la obligación de preservar la confidencialidad en un momento en que actores como Musk desafían las categorías tradicionales de empresario, asesor y contratista del Estado. La investigación interna marcará el tono de cómo el Pentágono lidia con futuras tensiones de esta índole, pero también abrirá un debate más profundo sobre quién debe tener acceso (y bajo qué condiciones) a los secretos más resguardados de la nación.
Imagen | GoodFon, MINISTÉRIO DAS COMUNICAÇÕES
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eltoloco
Caretas fuera, para los que siguen con el discurso infantil de que el problema es China porque es un gobierno "autoritario". Los autoritarios y problemáticos son los gobernantes de EEUU, y llevan más de 100 años demostrándolo con innumerables guerras y golpes de estado. Pero la realidad da igual, seguiremos teniendo que escuchar que el problema es China, Corea del Norte, Rusia o el toro que mató a Manolete.
helldoza
El Gran Peligro ahora y hace décadas viene de los EEUU. Parece que a muchos se les ha olvidado que en 2003 arrasaron Irak con no sé qué historia de inexistentes armas de destrucción masiva. Previamente arrasaron Afganistán con otra historia de pillar a Bin Laden. Arrasaron Libia, pusieron un dictador en Egipto, apoyan la abominación sionista en Gaza,…
Irak, Afganistan, Libia, siguen siendo estados fallidos gracias a los USA pero siguen teniendo petróleo, gas e interés geoestratégico.
Seguid leyendo a Pedrito que os iluminará.
shepizen
Los oligarcas buscan convertirse en una suerte de líderes mesiánicos o guías espirituales, figuras que llevarán a la humanidad hacia una trascendencia espiritual y la conquista del espacio. En una época donde han comprendido que el dinero ya ocupa un lugar secundario, descubren que el verdadero poder reside hoy en el estatus moral y espiritual. Ya no se trata solo de acumular riquezas, sino de alcanzar una pureza moral y espiritual intachable. La necesidad de ser percibidos como seres puros y perfectos se ha vuelto el nuevo objetivo. Este concepto, aunque con tintes de aspiración trascendental, es profundamente tétrico en su núcleo. Estos magnates, en su afán de guiar al mundo hacia ese futuro, buscan posicionarse como líderes morales y salvadores de la humanidad, mientras aseguran el control absoluto sobre la narrativa de la civilización.
Están recortando costos, despojando al Estado de su humanidad y reduciéndolo a su mínima expresión, solo para maximizar su eficiencia represiva y concentrar el control en poquísimas manos. Un Estado totalitario, extremadamente efectivo y global. No buscan reducirlo, sino optimizarlo como una herramienta de dominación: un Estado mínimo en funciones públicas, pero absoluto en su poder de vigilancia y castigo.
El mundo entero está siendo empujado hacia una condición donde la criminalidad será la norma y la inocencia una rareza. Todos estarán a dos pasos de la reincidencia, no por decisión propia, sino porque así fue diseñado el sistema. Ser sospechoso ya no requerirá cometer un crimen; bastará con existir dentro de una estructura donde un simple ajuste en la ley te declare culpable. Todo lo que recopilan hoy (cada emoción, cada reacción visceral, cada comentario fuera de lugar) será el material para chantajearte mañana. Y cuando decidan disponer de ti, solo habrá dos opciones: ir a pelear por la nación o ser marcado como criminal, un peligro para la sociedad. No hará falta la fuerza bruta. Bastará con que todos crean que quien se niega es una amenaza, un traidor indigno de compasión.
El punto es la necesidad de entes biológicos adoctrinados contra la única herramienta que su enemigo puede usar en su contra: la ingeniería social. La IA y los sistemas automatizados harán casi todo el trabajo, pero los oligarcas no pueden permitirse ejércitos de máquinas susceptibles a la intervención del enemigo. No pueden arriesgarse a que les hackeen soldados, drones o infraestructuras críticas. La única respuesta es el ser humano: carne prescindible, moldeada ideológicamente para ser inmune a cualquier persuasión externa. Y ahí entra el adoctrinamiento, la conversión de la población en una reserva de combatientes listos para servir sin cuestionar.
Estas élites, además, aspiran a la inmortalidad y a la inmunidad frente a múltiples enfermedades, mientras que a la población le venderán lo contrario. Con ingeniería social, manipulación narrativa y ventanas de Overton, nos dirán que es "natural" morir a determinada edad, que buscar longevidad es inmoral o antinatural. Saben que una población longeva y educada es una amenaza directa a su dominio. Con el tiempo, la gente entendería mejor los mecanismos de poder y sería cada vez más difícil de manipular o eliminar. Por eso, mientras ellos persiguen la vida eterna, a nosotros nos dirán que es un pecado intentarlo.
La simulación no tiene límites. Si ya controlan los medios de comunicación, las redes sociales y las IA que diseñan la narrativa pública, ¿por qué no habrían de controlar la percepción de la realidad misma? ¿Cómo saber que los líderes y oligarcas envían a sus verdaderos hijos y nietos a la guerra? Podrían mostrarnos familias enteras sacrificándose por la nación, rostros perfectamente generados por inteligencia artificial, relatos de valentía diseñados para despertar culpa y manipular el sentido del deber. La gente los vería morir por su patria, por la causa, por la humanidad, y nadie cuestionaría su existencia. Nos harían sentir miserables por no seguir su ejemplo, por no estar a la altura de su sacrificio. El nacionalismo manufacturado alcanzaría un nivel de sofisticación nunca antes visto, una narrativa de héroes y mártires que jamás existieron, pero cuya influencia sería real.
Toda esta estructura descansa sobre la misma premisa: la tecnocracia, la vigilancia total, la administración de la moral y la verdad por algoritmos inapelables. La justicia dejará de ser humana, no habrá jueces, solo cálculos. No será necesaria la violencia directa, solo un conjunto de restricciones invisibles que harán de la disidencia un suicidio social. Un sistema donde el enemigo del poder no es el criminal real, sino cualquiera que cuestione las reglas impuestas. Mientras ellos podrán ser más libres y criminales que cualquiera, en total impunidad e, incluso, culpando a otros en su lugar.
Por eso es necesario adoptar una cosmovisión anarquista de la realidad, entendiendo que estas dinámicas superan la simple confrontación entre "Izquierda y Derecha". Esa dicotomía es una métrica anacrónica, diseñada para la propaganda y el populismo, digna de la época de la Revolución Francesa. La verdadera lucha actual es entre múltiples (ismos), ideologías que las personas adoptan como máscaras según sus intereses individuales y familiares. Al final del día, todos somos caprichosos (y anarquistas) en lo más esencial de nuestro ser, quizá por instinto de supervivencia o por nuestra propia naturaleza animal.
Y junto a esto, recuperar los verdaderos valores cristianos, los de siempre, los que el resentimiento, el odio y la degeneración han intentado destruir: el respeto incondicional a la vida, la libertad y el amor al prójimo como a uno mismo, que es el primer mandamiento de Dios y la base indispensable de cualquier proyecto civilizatorio sano y genuino. La integridad, la dignidad y la humanidad deben ser nuestras únicas banderas.
Pero incluso en esta aparente inevitabilidad, el poder nunca es monolítico. Dentro de sus propias filas, las élites se traicionan, compiten, buscan ventaja unas sobre otras. La guerra por el control nunca se detiene, y mientras más rígido se vuelve el sistema, más grietas aparecen. La historia sigue abierta, porque ni siquiera ellos pueden sostener su dominio sin fracturas.
No hay orden inquebrantable, ni justicia absoluta, ni control infalible. Incluso, los poderosos, dentro de sus propios círculos, competían y se traicionaban (reyes, generales y familiares peleándose por el poder). Por eso, no hay que olvidar nunca que todo puede ser desafiado, todo puede caer. Y en esa grieta, en esa imposibilidad de someterlo todo, hay algo profundamente esperanzador ❤️
imf017
Yo diría que el nazi no es precisamente ajeno al gobierno de EEUU.
elerradicador
Pero como va a ser problemático darle información clasificada a un empresario conocido por su comportamiento errático y que reconoce que consume de ketamina a diario...
Lynx939
Lo "peor" sin duda del mandato de Trump es tener que tragarse 4 años de la propaganda Anti-Musk, Anti-Trump, Anti-China y Anti-Rusia, por muy poco sentido que tenga.
pablorodriguez_2
Trump a favor de Rusia, este, amiguito de China, Europa lo tiene claro ..
fomlimalma
Hay muchos borregos aplaudiendo como sus orejas de burro que literal hayan agentes ruZos y chinos cerca de la casa blanca
Recuerden que el regimen de los tarados solo dura 4 años... luego les tocara llorar de nuevo que USA vaya en contra de sus amadísimos dictadores genocidas