El turismo recupera su pulso tras el (obligado) parón pandémico. Se calienta la demanda, se calienta el flujo de viajeros llegados de otros países y se calienta sobre todo el debate sobre si se deben o no poner límites al turismo y, en caso afirmativo, cuáles. Canarias deja un buen ejemplo. Cantabria, otro. En el norte están lejos del flujo de turistas que soporta el archipiélago atlántico, Baleares o Cataluña, pero el impacto que ya está teniendo allí la afluencia de visitantes, sobre todo en ciertos entornos de especial interés patrimonial y ambiental, ha azuzado el debate.
Con ese telón de fondo, hay una idea que ha sonado con fuerza a lo largo de los últimos meses y se ha movido en octubre: dar luz verde a una tasa turística.
"Evitar la masificación". Ese era el objetivo de la batería de iniciativas planteadas a principios de mes por los socialistas en el Parlamento de Cantabria. Al presentarlas, el portavoz del PSOE, Pablo Zuloaga, insistió en que el Gobierno regional tome medidas para "mitigar las consecuencias del aumento de visitantes" desde el punto de vista social y medioambiental. Con ese propósito planteaba una serie de medidas para "evitar la masificación turística" en tres zonas sensibles por el éxito que han alcanzado entre los viajeros, el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, las dunas del Puntal de Somo y el faro del Caballo de Santoña.
¿Una tasa para turistas? El líder del PSC-PSOE dejaba botando otra más idea: dar margen a los consistorios para aplicar un impuesto centrado en el turismo. De esa forma, razonaba, los visitantes aportarán "un granito de arena" para garantizar el cuidado del entorno y costear los servicios públicos. "Exigimos al Gobierno que trabaje en un marco legal que permita a los ayuntamientos desarrollar esa tasa turística para aumentar ingresos y así mejorar los servicios que prestamos".
No es la primera vez que la idea se pone sobre la mesa. En primavera el propio Zuloaga subrayaba ya la urgencia de crear un "marco legal" que permita aplicar una "ecotasa turística", entre otras medidas, como desarrollar "un nuevo decreto regulador de autocaravanas". El objetivo: seguir los pasos de otras regiones que ya han aplicado peajes similares, como Baleares o Cataluña, y que se cobra también en otros países. En España hay más regiones donde el debate también está o ha estado bajo el foco público, como Euskadi, Asturias o Comunidad Valenciana.
Este mismo fin de semana Zuloaga volvía a insistir durante una entrevista con El Periódico en permitir a los ayuntamientos el cobro de una "ecotasa por la llegada de visitantes", con una implantación progresiva y en base al tipo de negocio y época. "Queremos que se cobre para visitar Cantabria", resumía.
Debate servido (y garantizado). La propuesta ha generado debate en Cantabria, pero de momento se ha limitado a eso. El debate. Hace unas semanas PP y Vox tumbaron en el Parlamento de Cantabria la iniciativa de los socialistas y rechazaron la implantación de una tasa turística en la comunidad. En su opinión, la medida defendida por el PSOE resulta "innecesaria", "poco rigurosa" y con un claro "fin recaudatorio". No la ven justificada entre otras razones, aclaran, porque al menos hoy por hoy Cantabria "no enfrenta un problema de sobresaturación".
De nuevo, no es una gran sorpresa. Hace meses el Ejecutivo regional, encabezado por los populares, ya dejaban claro su rechazo a implantar una ecotasa aplicable a visitantes. "De momento no es algo que nos hayamos planteado. Es un debate que siempre está ahí, pero no nos lo hemos planteado", reconocía en mayo la consejera de Turismo. Las posturas de unos y otros garantizan que la polémica seguirá viva. Tras el veto parlamentario, Zuloaga no tardó en lamentar la "oportunidad perdida" e insistir en las bondades que ,a su parecer, tendría la aplicación de una ecotasa.
La otra cara del turismo. Os lo contábamos hace poco. Cantabria está lejos de la marea de visitantes de Baleares, Canarias, Cataluña o Andalucía, pero sus datos de agosto por ejemplo revelan un aumento sensible de visitantes. La afluencia de viajeros en sus establecimientos hoteleros —hay otras categorías, como los pisos turísticos— creció un 5,3% con respecto a 2023 hasta dejar su mejor agosto desde al menos 1999, primer año documentado por el observatorio estadístico.
El verano ha estado marcado además por una polémica muy relacionada con la afluencia de visitantes: la degradación del bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, un espacio único por el que llegan a pasar 800 personas al día en verano y cuyo estado actual, con troncos desgarrados, ha alertado a los ecologistas.
Un gran éxito turístico conlleva… Un desafío considerable para las administraciones. En Cabezón de la Sal el Ayuntamiento ya busca la forma de controlar el acceso al busque, aplicando un sistema de reservas previo con un aforo de entre 300 o 350 personas cada jornada. No es el único que ha movido ficha en Cantabria. Ante la marea de visitantes, en verano la administración regional y el Ayuntamiento de Santoña iniciaron una prueba piloto para controlar el paso al monumento. Ya en 2022 se hablaba de limitar las visitas a 300 diarias.
Lo que sí ha hecho el Parlamento cántabro de hecho, con el apoyo de todos los grupos y la abstención de Vox, es pedir al Gobierno regional a que tome medidas para implantar el control de acceso al popular faro de Santoña, una construcción de 1863 famosa por su entorno y los 763 escalones de piedra que lo comunican.
Menos suerte tuvo otra propuesta del PSOE relacionada en parte también con el medioambiente y el turismo: desplegar a lo largo del próximo medio año el plan de conservación de las Dunas del Puntal y el Estuario de Miera. La playa del Puntal de Somo sufre los efectos del cambio climático y las dinámicas marinas, pero también de los botellones y las fiestas veraniegas. El Instituto de Hidráulica de Cantabria (IH) ya ha advertido del riesgo de que el Puntal se deteriore en 2050, lo que afectaría tanto al entorno natural como la economía y el turismo.
Turismo en clave de futuro. El turismo en Cantabria, al igual que en otras regiones del norte ibérico, no genera debate solo por sus cifras o impacto actual. Hay unos cuantos estudios que vaticinan que las olas de calor harán que el turismo se desplace en búsqueda de zonas con temperaturas más agradables. En Canarias hay expertos que calculan que la crisis climática puede bajar un 19% la afluencia.
"El aumento de temperaturas podría perjudicar de forma especial a zonas costeras del Mediterráneo […], si bien ese impacto se vería parcialmente compensado por la mejora de la demanda turística en el norte de España", recoge un análisis reciente de BBVA Research. El atractivo de Cantabria ya ha captado la atención (y cartera) de inversores, que promueven una ambiciosa promoción residencial y un campo de golf. La iniciativa no ha tardado en sacar opositores a la calle a vecinos críticos.
¿Su lema para rechazar la promoción? "No queremos ser la Ibiza del norte".
Imágenes | Pedro López (Flickr), Raúl Hernández González (Flickr)
Vía | El Periódico de España
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