El 30 de abril de 1945, acorralado en su búnker, Hitler se suicidó de un disparo en la cabeza. Días después, el 2 de mayo, los nazis entregaron Berlín. La guerra daría unos últimos coletazos, pero parecía que, al menos en Europa, el terror había acabado. No todos lo vieron de la misma manera y Winston Churchill, Primer Ministro de Reino Unido, temía un avance de los soviéticos por el resto de Europa.
Fue entonces cuando se le ocurrió un plan: rearmar a los nazis para enfrentarse a la Unión Soviética de Stalin. Su nombre: Operación Impensable.
Preocupación. Es curioso pensar que, muerto el mayor enemigo de las potencias aliadas y tras el enorme desgaste de los países europeos, al Primer Ministro británico le apeteciera no sólo continuar con la guerra, sino ocasionar una potencial Tercera Guerra Mundial. Poniéndonos en sus zapatos, lo cierto es que tiene más sentido en el actual clima de tensión que se respiraba.
A otras cosas. El frente europeo de la Segunda Guerra Mundial se estaba despejando, pero el conflicto continuaba en la otra punta del mundo. En el Pacífico, Estados Unidos estaba enfrentando a Japón en cruentas batallas (que desencadenaría en el único uso de bombas atómicas contra un enemigo a principios de agosto de este año), y la potencia norteamericana estaba retirando sus tropas de Europa para llevarlas al nuevo escenario.
Sin enemigos, la Unión Soviética avanzaría de forma imparable. La Unión Soviética había creado un muro con sus divisiones entre Alemania y Austria, y Bélgica, Francia o Reino Unido no tendrían capacidad para derrotarlos si los de Stalin decidían avanzar hacia el oeste.
Operación Impensable. Fue, entonces, cuando se le ocurrió un plan para “imponer a Rusia la voluntad de los Estados Unidos y del Imperio Británico”. Es decir, la Unión Soviética y los Aliados habían entablado una relación por necesidad, pero no tenían unos lazos tan profundos como las naciones occidentales. Tampoco habían decidido atacar Japón. Había que actuar y Churchill ideó cómo arrinconar a Stalin.
El 1 de julio de 1945, los aliados se enfrentarían a los soviéticos en un ataque sorpresa que haría que éstos retrocedieran, obligando a Stalin a sentarse en la mesa a negociar para limitar la expansión soviética (y del comunismo) por Europa. No querían, en definitiva, invadir Rusia, sino someterla ¿Con qué fuerzas? Con las británicas, las estadounidenses y, al menos, 100.000 soldados alemanes que se habían rendido.

TOP SECRET. Unos documentos desclasificados aludían a esa desconfianza que tenían los occidentales sobre Stalin. En ellos, y con el título “Rusia, una amenaza para la civilización occidental” expresaban esas dudas sobre el papel de Rusia (en todo el documento se alude a los rusos, no a los soviéticos) en ese periodo de posguerra y la necesidad de tomar acciones para no acabar en una nueva “guerra total”.
No salían las cuentas. En esos documentos, el alto mando británico también expresaba su preocupación no sólo ante el avance soviético, sino sobre un escenario en el que las Islas Británicas se vieran, de nuevo, atacadas. Bien con cortes de comunicación, por una invasión o mediante ataques con cohetes u otros métodos.
Sin embargo, con Estados Unidos prestando atención a su nueva prioridad en el frente -Japón-, a los británicos no le salieron las cuentas. Las fuerzas soviéticas eran muy superiores, con un estimado de casi tres veces más unidades de infantería, más divisiones blindadas, casi dos veces más aviones y casi tres veces más bombarderos. Simplemente, entrar en esa “guerra total” contra los soviéticos era una sentencia de muerte.
No quedó en el olvido. Aunque el plan se desechó, era evidente que esa desconfianza que se había fraguado entre Estados Unidos y el Imperio británico, por un lado, y el Imperio ruso por el otro al final de la Primera Guerra Mundial por el otro, estaba creando un caldo que podría hervir en cualquier momento.
En 1946, altos representantes de las dos potencias occidentales mostraron su preocupación por la escalada de los conflictos que se estaba dando en la frontera de Venecia Julia (una zona entre Croacia, Eslovenia e Italia) y cómo reaccionarían si se diera un recrudecimiento de la situación. Pero, de nuevo, quedó sólo en esas conversaciones informales.
Ahora bien, aunque no se dio el ataque occidental a la Unión Soviética con la Operación Impensable, lo que vino fue una Guerra Fría que duraría más de 40 años y unas tensiones entre Occidente y Rusia que eventos como la guerra de Ucrania están demostrando que no se han relajado con el tiempo.
Imágenes | Gobierno de EEUU
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