En las últimas semanas, la batalla entre las asociaciones de taxistas y las plataformas como Uber o Cabify no ha hecho sino recrudecerse y la 'huelga indefinida' del sector parece estar cada vez más cerca. Es decir, un debate tan crucial como la movilidad urbana está bloqueado esperando una resolución que no acaba de llegar. Qué tiempos aquellos en los que el principal enemigo de los conductores era un paraguas.
Porque sí, sin querer establecer un 'paralelismo fuerte' entre lo que ocurre hoy y lo que ocurrió hace siglos, esos tiempos existieron. Debían de ser 1750, cuando Jonas Hanway regresó a Inglaterra tras una larga temporada en Francia. Le esperaba la incomprensión de la sociedad británica, la violencia de los cocheros y, eso sí, el confort de andar por la calle sin terminar empapado. Esta es la historia de cómo aguantó el chaparrón y cambió el transporte londinense de paso.
La edad de oro del transporte en seco
En la Inglaterra del XVIII, los paraguas era signo de debilidad. Se trataba de un cacharro emparentado con las sombrillas de las señoritas de clase alta y, por eso mismo, era incompatible con la hombría de todo caballero que se preciase. Usarlo era la forma perfecta de hacer el ridículo más grande que uno se podía imaginar.
Esto tenía sus consecuencias. En una sociedad donde usar paraguas era un casi pecado, los coches de caballos cubiertos eran el único medio que permitía mantener el prestigio social y moverse por el lluvioso Londres sin calarse hasta los huesos. Como es fácil de entender, los días de lluvia eran días de felicidad infinita para los cocheros.
Así se entiende mejor lo que debieron pensar aquel día en que Jonas Hanway apareció con su paraguas por las calles de la capital. Sobre todo, si tenemos en cuenta que Hanway no sólo era un excéntrico, era también muy testarudo. Sin ir más lejos, es famoso por su batalla personal para impedir que el té se popularizara en Inglaterra. Vamos, le gustaban los imposibles.
Una "app" pequeña, plegable e impermeable llamada paraguas
Los cocheros tuvieron claro desde el principio que aquel maldito paraguas amenazaba todo su modelo de negocio. Según cuentan los medios de la época, empezaron con abucheos, insultos y miradas de estupor y reprobación. y no solo entre los cocheros, entre los londineses Hanway se convirtió en motivo de burla y chanza. Más tarde, al ver que es no lo aminalaba, los cocheros empezaron a perseguirlo por la calle ofreciéndole viajes gratis con tal de que dejara de usar el articulito de marras.
Y, cuando todo esto falló, apareció la violencia. Entre amenazas e insultos, los cocheros empezaron a tirarle basura y piedras al verlo pasar. Hay algunas noticias que hablan incluso de un agresión coordinada que acabó con un cochero malherido por los golpes del paraguas de Hanway. Aquello fue decisivo: el paraguas no se iba a ningún sitio.
Los temores de los cocheros se hicieron realidad. Una vez que Hanway demostró ser impermeable a la presión, el artilugio empezó a extenderse, los hábitos sociales cambiaron de forma radical y sí, la forma de moverse por la ciudad cambió significativamente. Para 1786, el año de la muerte de Hanway, el paraguas ya estaba bastante extendido en Inglaterra. El resto es historia.
Ver 56 comentarios