El otro día hablaba con conocido que me comentaba que, cuando era pequeño, en el Ayamonte de los años 60 y 70, iban al colegio con botas de agua. No solo eso, me decía, "recuerdo las casas blancas poniéndose verdes porque no paraba de llover". En aquel momento, no estaba seguro de si era verdad o se trataba de la nostalgia alterando los recuerdos de la infancia, pero viendo lo que está pasando en el extremo suroccidental de la península, no me extrañaría nada.
La noticia. Y es que marzo de 2025, se acaba de se acaba de convertir en el mes de marzo más lluvioso en varios sitios del país. Entre ellos, el observatorio de AAEMET Huelva - Ronda cuyo dato histórico máximo, desde 1985, había sido 164,6 mm. Ayer, a las 20:30, ya había recogido 169,2mm. Y quedan 20 días.
Huelva, no obstante, es simplemente una metáfora de España.
Un regalo envenenado. Aunque el tipo de lluvia que nos está llegando desde el Atlántico es fantástica y no tiene los niveles de torrencialidad de las DANAs, llegado un punto empiezan también a dar problemas. Primero porque no tenemos infraestructuras que puedan recoger, acumular y distribuir todo ese líquido.
Como comentábamos hace unos días, la cuenca del Tinto, el Odiel y el Piedras estaba por encima del 94% de su capacidad. Eso lo situaba al nivel de las cuencas interiores del País Vasco y por encima de Galicia o el Cantábrico Oriental.
Es verdad que esos datos tienen trampa (no solo tienen poca capacidad de almacenamiento, sino que en la zona coexiten muchos embalses muertos cargaditos de residuos mineros), pero es indicativo de lo que está pasando en el resto del país.
Inundaciones por todo el país. El caso más claro ha ocurrido en el municipio toledano de Escalona y su comarca. Allí, el río Alberche (justo el que, como comentábamos ayer, iba a recibir una cantidad de agua sin precedentes) se ha desbordado y ha pillado a mucha gente con el paso cambiado. No obstante, más de 15 estaciones del Tajo estaban ayer por encima del umbral de aviso rojo.
Y, si ampliamos el encuadre, veremos inundaciones en Sevilla, en la Costa Dorada, en Vitoria o en Cartagena. Cataluña, por primera vez en años, parece que puede salir de la situación de sequía endémica que vive.
¿Son buenas noticias? Sí, pero con matices. Evidentemente, el agua nos va a venir muy bien para encarar los próximos meses de verano. Nos da un margen insustituible para decidir si queremos aprender de nuestros errores previos.
Como explicaban en Datadista, "desde la profunda sequía de los años noventa, cada periodo seco ha servido para implantar medidas de emergencia [...] o permitir prácticas que no se eliminaron al volver las lluvias, se emplearon para ampliar regadíos, aumentando el problema de sobreexplotación y contaminación de acuíferos y los humedales a los que alimentan".
¿Y cuales son los matices? El primero es que 'demasiada agua de golpe' también crea problemas. Las flores de los cítricos o los cultivos de fresas pueden empezar a podrirse (o infectarse con hongos) en plena campaña. Es decir, los cambios climáticos pillan a los cultivos en fases distintas de las habituales y eso tiene impactos en el sistema productivo.
Pero el segundo matiz es quizás más importante: que lo incentivos para no aprovechar este golpe de suerte y no implementar los cambios que necesita el sistema hídrico español.
Y, mientras tanto, no deja de llover. Ni parece que va a dejar de hacerlo.
Imagen | Karel Roose | ECMWF
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