En octubre se conoció una historia que había tenido lugar en 2014. Una investigación del MIT había logrado trazar un evento sin igual bajo el mar: la mayor matanza entre especies en el océano con la muerte de millones de criaturas. Algo parecido ha ocurrido hace unas horas, pero el “asesino” en este caso tiene poco que ver con la fauna animal, aunque es un sospechoso habitual.
Una ola de calor. Entre los años 2014 y 2016, una ola de calor marina sin precedentes conocida como "Blob" elevó de forma drástica las temperaturas en el noreste del Pacífico desencadenando una catastrófica reacción en cadena en el ecosistema marino.
Ahora sabemos a través de un nuevo estudio publicado en Science que aquel fenómeno ha resultado en la muerte masiva de 4 millones de araos comunes (Uria aalge), una pérdida equivalente a la mitad de la población de esta especie en el Golfo de Alaska y el Mar de Bering (un cuarto de su población mundial), y que marcó el mayor evento de mortalidad de vertebrados no piscícolas en la era moderna.
Impacto de Blob. Tal y como cuentan los investigadores, la tremenda ola de calor afectó profundamente la cadena alimenticia marina, reduciendo las poblaciones de fitoplancton y, consecuentemente, de peces forrajeros esenciales para las aves marinas como los araos. Entre 2015 y 2016, estas aves murieron de inanición en grandes cantidades, con 62.000 cadáveres encontrados en playas desde Alaska hasta California, y una mortalidad estimada que alcanzó los 10.000 millones de cangrejos de las nieves en el Mar de Bering.
Poblaciones clave como el bacalao del Pacífico y las ballenas jorobadas también experimentaron declives significativos, mientras que otras especies permanecieron neutrales o incluso prosperaron, revelando las propias complejidades de estas perturbaciones climáticas. Qué duda cabe, la velocidad y magnitud de este colapso poblacional son impactantes y sugieren cambios fundamentales en el ecosistema que dificultan la recuperación.
Un sistema en crisis. El macro estudio, basado en 14 años de seguimiento de colonias de araos en el Golfo de Alaska y el Mar de Bering, documenta una disminución de entre 52 % y 78 % en las poblaciones de estas aves desde el evento. Los araos, que forman colonias densas de cientos de miles de individuos, ahora muestran cifras drásticamente reducidas sin signos de recuperación.
Y no es un fenómeno aislado. Como recuerdan en su trabajo los investigadores, es una advertencia de los efectos sistémicos del cambio climático en los océanos, con olas de calor marinas proyectadas como más frecuentes e intensas.
Desafío para la conservación. A este respecto, investigadores como Heather Renner y Brie Drummond destacan que eventos como Blob reflejan el impacto directo del calentamiento global en la biodiversidad y en comunidades costeras que dependen de ecosistemas marinos productivos, exacerbando el estrés sobre ecosistemas ya debilitados.
Aunque los araos comunes no están en riesgo inmediato de extinción, su drástica reducción es un recordatorio de la fragilidad de los sistemas marinos y la urgencia de adaptarse a estas nuevas condiciones. Para Megan Williams, de Ocean Conservancy, no se puede esperar que ecosistemas como el Mar de Bering sigan siendo tan productivos como en los últimos 50 años.
En definitiva, aunque es difícil controlar las olas de calor marinas de forma directa, los hallazgos subrayan la necesidad de medidas de conservación complementarias, como por ejemplo la eliminación de depredadores invasores o la mitigación de otras presiones sobre las poblaciones de aves marinas. Como remarcan los expertos, el colapso de estas especies clave debería ser una señal de alarma global sobre los impactos cada vez más severos del repetitivo sospechoso habitual.
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