Compré un SUV hace seis años, difícilmente volveré a comprar otro

La moda por antonomasia de la última década tiene algunas ventajas... Pero muchos inconvenientes

Una aclaración previa: hablo del SUV que alguien que opta al mercado generalista se puede permitir. Si en mi presupuesto encajase un Volvo XC90 seguramente este artículo jamás hubiese visto la luz y conduciría feliz mi tanque de siete plazas, pero lamentablemente, no es el caso. Dicho eso, vamos con los argumentos.

Compré un SUV generalista a finales de 2017. Uno del segmento C (4,5 metros de largo) del que me convenció su equilibrio entre su diseño, mi presupuesto y la buena habitabilidad. No es que ande descontento y aguantaré con él unos cuantos años más, pero cuando toque renovarlo, además de santiguarme ante el terrorífico aumento de precios que hemos visto en los últimos años, seguramente empezaré mirando berlinas.

El primer mazazo de realidad llegó con el consumo de combustible. No fue exactamente una sorpresa puesto que ya estaba contemplado durante el proceso de elección, pero la diferencia entre el consumo teórico y el real fue superior a lo que había podido imaginar, incluso leyendo pruebas. Y eso sin ser alguien a quien le pese el zapato al conducir ni ir dando frenazos y acelerones por la vida.

No obstante, su exceso de consumo era sobre todo urbano, y mi conducción, principalmente interurbana, por lo que no fue un gran problema... pero sí fue metiéndome en la cabeza la idea de que el coeficiente aerodinámico de un SUV generalista tiene poco que hacer frente a una berlina o un compacto. Este último, por su peso, se beneficiaría aún más.

Luego están los pasos por curva, algo especialmente habitual en la nación de las rotondas. Con un centro de gravedad irremediablemente más alto que el de berlinas y compactos (y por qué no decirlo, sin la calidad de los SUV de Audi, Mercedes y compañía), la sensación de conducir un barco en las curvas se acentúa. Nuevamente, no es un gran problema, pero son peros y asteriscos que van sumando.

Modas que se pagan

También está la cuestión del precio. Ya no solo es que suelen ser más caros que sus pares en versión berlina, sino que las modas se pagan, y con la fiebre de los SUV, muchas berlinas se han convertido en auténticas oportunidades de mercado. En una feria del automóvil vi hace pocos años algunos modelos de ocasión, con pocos kilómetros, a precios de derribo. Uno de los comerciales apuntó directamente en esta dirección al justificar su precio: "está costando mucho dar salida a las berlinas, ahora todo el mundo quiere SUV".

No es que uno sea lonchafinista militante, pero cuando encuentra un chollo absoluto en un mercado automovilístico que cotiza como si a la fórmula del Monster le hubiesen añadido metanfetamina y la vendieran con el logo de Tesla en la lata, se pregunta si no estará haciendo el pardillo obcecándose con el SUV.

Porque un SUV es innegablemente más cómodo en el acceso, en la habitabilidad (si comparamos manzanas con manzanas, ya sé que un A8 es más confortable que un Qashqai) y en la carga del maletero. Los centímetros de altura extra no son algo menor, y menos para quienes somos de hueso largo, pero entre 20 centímetros menos de coche y unos cuantos miles de euros extra en la cuenta del banco, pues... También es cierto que mi uso del coche no implica varios accesos y salidas diarias, en cuyo caso quizás mis riñones tendrían algo que decir.

Y en esas estamos, viendo cómo hasta el Focus puede desaparecer en favor de ya sabemos quién. De hecho ya hemos perdido modelos como el Mondeo o el Fiesta. Los SUV y los crossover que no son un SUV pero lo sugieren lo van acaparando todo por una simple cuestión de mercado. Y no parece nada claro que el conductor de SUV vaya a volver a la berlina.

Otra de las ventajas teóricas de los SUV y su aumento de altura libre es la conducción off-road, si no por gusto, al menos para poder salir de un apuro. Nuevamente: quizás con modelos con tracción a las cuatro ruedas y más potencia pueda ser algo decisivo, pero dudo horrores que mi coche pueda salir bien librado de un camino complicado, por mucho que en vez de un palmo hasta el chasis tenga dos.

Y sobre la supuesta mayor seguridad que ofrecen, por estar más altos y por tanto menos expuestos a impactos laterales, ya sabemos que eso no funciona exactamente así. Podría agarrarme a cuantos clavos ardiendo fueran necesarios para justificar mi compra, pero no es el caso.

Conforme más años han pasado con él, más me vuelven a tentar los modelos sedán que en su momento me parecían de otra época. Al menos hasta que pegue el pelotazo (voz del narrador: no ocurrirá) y me pueda plantear los SUV de más de 60.000 chuchos. Mientras eso no suceda, denme berlinas.

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*Una versión anterior de este artículo se publicó en abril de 2023

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