Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas provistos por la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España murieron en 2022 más de 24.000 personas a causa de ictus. Los ictus, o accidentes cerebrovasculares (ACV) afectan anualmente a entre 110.000 y 120.000 personas. La diferencia entre una y otra cifra a menudo radica en la respuesta que se de.
Por eso es importante saber identificar estos eventos. El diagnóstico es una tarea que corresponde a los profesionales sanitarios, pero estos nos proporcionan algunos síntomas clave que pueden ayudarnos a no pasar por alto un caso y poder buscar la asistencia médica pertinente.
¿Qué es exactamente un ictus? El ictus se produce cuando se interrumpe el flujo sanguíneo a un área del cerebro, dejando a los tejidos en esa zona desprovistos de oxígeno y nutrientes. Según el evento que desate esta falta de oxígeno se distinguen dos tipos de ACV: el isquémico, o infarto cerebral; y el hemorrágico, o derrame cerebral.
El primero se da cuando se obstruye una arteria. Es el tipo más frecuente de ictus y se estima que representa tres de cada cuatro casos. El segundo caso, como su nombre señala, se produce por una hemorragia, una rotura de la arteria. El ictus puede presentarse a cualquier edad, pero se hacen más frecuentes conforme nos hacemos mayores.
¿Qué síntomas debemos buscar? que podemos identificar de forma sencilla y que pueden así resultar de utilidad a la hora de ponernos alerta frente a un posible ictus. Es conveniente tener en cuenta que un ictus no tiene por qué presentar todos estos síntomas o un número específico de ellos: algunos ACV se presentan con tan solo uno de ellos.
El primero de estos síntomas, y quizás uno de los más importantes, es la pérdida brusca de fuerza o de la sensibilidad. Esta puede manifestarse en un brazo, una pierna o incluso en la cara. Este debilitamiento o pérdida de la sensibilidad afecta generalmente a uno solo de los lados.
Otro síntoma importante tiene que ver con una pérdida de capacidades lingüísticas. Esta puede manifestarse también de distintas formas, por ejemplo perdiendo nuestra capacidad de expresarnos de forma coherente o perdiendo la capacidad de hablar en su totalidad. También puede manifestarse de forma opuesta, en nuestra capacidad de comprender lo que nos están comunicando.
El tercero de los síntomas clave es la alteración brusca de nuestra visión. Esta puede aparecer como la pérdida total de la vista en un ojo, una pérdida más localizada, o simplemente como visión doble.
Recientemente, el neurólogo del Hospital Gregorio Marañón, Fernando Díaz Otero, señalaba en el programa Mediodía COPE cómo cualquiera de estos tres síntomas podía inducirnos a “sospechar” de la posibilidad de que se trate de un ictus y llevarnos a consultar a un médico.
En su entrevista, Díaz Otero también aludía también a otro de los síntomas a tener en cuenta, el dolor de cabeza. El dolor de cabeza asociable a estos eventos es descrito por la SEN como “muy intenso y diferente a otros dolores de cabeza habituales”.
El quinto y último síntoma de esta lista es la pérdida brusca de la coordinación, del equilibrio o de la estabilidad.
La importancia de llegar pronto
La detección temprana de estos eventos puede ayudar no solo a aumentar las posibilidades de salir con vida de la persona que los padece, también puede reducir las secuelas que los ictus dejan en nuestro cerebro. Según datos de la SEN, se estima que la mitad de las personas que sufren uno de estos eventos bien fallecen bien acaban padeciendo “secuelas incapacitantes”.
Una atención adecuada en las primeras horas reduce considerablemente el riesgo de padecer secuelas, por lo que los expertos recomiendan no infravalorar estos síntomas aún cuando su duración es breve. El motivo son los accidentes isquémicos transitorios (AIT).
Estos eventos duran una o dos horas pero son considerados una “advertencia” de la posible cercanía de un ACV pleno. Aunque la mitad de los ictus que suceden a un AIT suceden en las siguientes 48 horas otros pueden llegar varios meses después.
Prevenir suele ser mejor que curar. Los consejos para reducir nuestras probabilidades de sufrir uno de estos eventos no están lejos de lo que podríamos esperar: mantener una dieta equilibradao mantener una vida activa y ejercitarse suelen estar entre las recomendaciones habituales.
La diabetes es un factor de riesgo, por lo que evitar sus factores de riesgo es un importante consejo. La presión sanguínea elevada y las enfermedades cardiacas también son factores de riesgo, por lo que un consejo que solemos escuchar es prestar atención a nuestro consumo de sal. Como otras afecciones del sistema vascular, el calor es también un factor de riesgo, lo que hacce que el verano sea una estación propicia para elevar nuestra atención.
Otro factor de riesgo es el consumo de tabaco. Fumar aumenta nuestro riesgo de padecer un ACV, pero no es la única sustancia que puede perjudicarnos de esta manera: el consumo de alcohol también es considerado un factor de riesgo.
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Imagen | BUDDHI Kumar SHRESTHA
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