Es cierto. Nadie puede escandalizarse a estas alturas de conocer la cara oscura de la Casa del Ratón. Y tampoco pillará a nadie de primeras que hace años campaba a sus anchas el sexismo en el mundo laboral de más alto estatus, entre esos puestos que causaban admiración pública. Pero pocas veces estas dos vertientes han convergido de una forma tan radiante e irónica como en la carta que recibió Mary Ford a finales de los años 30.
Ford debía ser una inquieta mujer con interés por el mundo de los dibujos animados. Lo sabemos porque solicitó en Disney participar de sus procesos de selección: ella quería guionizar o dibujar (no lo sabemos) alguno de esos sketches protagonizados por Pluto, el Pato Donald o el Lobo Feroz que hacían reír a niños y adultos por todo Estados Unidos y parte del extranjero en aquella época.
Ante la petición, la respuesta de la compañía, una carta con un cuidado papel acompañado de unas bonitas ilustraciones de Blancanieves, le dijo lo siguiente:
Querida señorita Ford:
El departamento de Entintado y Pintura ha añadido su reciente carta para darle una respuesta.
Las mujeres no hacen ningún trabajo creativo en relación con el proceso de creación de los dibujos emitidos en pantalla, y todo ese trabajo es realizado por jóvenes varones. Por esa razón no atendemos a las solicitudes femeninas para la escuela de “training”.
El único trabajo abierto a las mujeres es el de repaso de los personajes en láminas de celuloide con tinta china, y su posterior coloreado del trazo en el reverso transparente siguiendo las marcadas instrucciones.
Para solicitar una posición como entintadora o colorista es necesario que venga al estudio portando muestras de pluma, tinta y color de agua de trabajo. No sería aconsejable venir a Hollywood con lo anterior específicamente en vista, ya que hay realmente muy pocas aperturas en comparación con el número de niñas que solicitan.
Efectivamente. La misma empresa que acababa de adaptar uno de los cuentos más importantes del imaginario popular femenino, el Estudio que aspiraba a difundir una serie de valores morales que alcanzarían a millones de niñas, no permitía que las mujeres formaran parte del proceso intelectual de las obras. Las pocas mujeres de Disney trabajaban en un entorno separado físicamente de los animadores masculinos, más prestigiados; en puestos que no necesitaban ninguna especialización y que por tanto tenían menor seguridad laboral, una altísima rotación, y ningún tipo de reconocimiento creativo.
Por aquel entonces, un animador de primera línea de la compañía podía estar ganando del orden de 500 dólares semanales. Un colorista de láminas, 12 dólares.
Esa es la carta que circuló en su momento, aunque no es la única: otra joven candidata llamada Frances Brewer recibió el mismo mensaje (punto por punto) cuando hizo su solicitud para el departamento de arte en 1939.
La Segunda Guerra Mundial: cuando a las mujeres se les empezó a reconocer en el mercado laboral
La empresa de animación no mantuvo la estrategia mucho tiempo. ¿Una recapacitación de sus políticas laborales después de darse cuenta de la injusticia? No, supervivencia. En 1941, a muy poco de que tuviese lugar el ataque a Pearl Harbor, muchos hombres empezaron a cambiar los lápices por los fusiles. Al entender que iba a haber menos disponibilidad de hombres, la compañía se abrió a la contratación de mujeres en los puestos hasta ahora copados. A continuación, un extracto de los comentarios de tito Walt en aquel año, hablándole a las candidatas (nótese que no son consideradas por su empleador como “mujeres”, sino como “niñas”, “girls”):
Se está entrenando a las niñas se están entrenando para puestos intermedios por muy buenas razones. La primera es, que al hacerlas más versátiles pueden acumular mayor carga de trabajo y se pueden manejar mejor con el entintado. Créanme cuando digo que cuanto más versátil sea nuestra organización, más beneficioso será para los empleados, ya que asegura un empleo estable para el empleado así como un volumen de producción constante para el Estudio.
La segunda razón es que la posibilidad de una guerra y el alistamiento militar actual podrá afectar a muchos de nuestros jóvenes empleados ahora, y especialmente a muchos de los jóvenes solicitantes. Creo que si queremos que haya un negocio que puedan retomar estos jóvenes cuando regresen de la guerra debe mantenerse necesariamente durante la guerra. Y las chicas van a contribuir para esta misión.
En tercer lugar, las niñas artistas tienen el derecho de esperar las mismas oportunidades de ascenso que los hombres. Honestamente, por cierto, creo que eventualmente pueden contribuir de alguna forma a este negocio en maneras que los hombres nunca podrían o pensarían. Enntre el grupo de jóvenes que se está entrenando ahora hay bastantes perspectivas definidas y un buen ejemplo es mencionar la obra de Ethel Kulsar y Sylvia Holland en "The Nutcracker Suite" o lo concerniente a la pequeña Retta Scott, de la que oiréis hablar más cuando veáis Bambi.
Walt se olvidó de decir otra cosa: reemplazando algunos trabajos de mayor nivel por mujeres podía ahorrarse un buen pellizco en razón de nóminas, ya que por aquel entonces se aceptaba que las mujeres cobrasen menor dinero por el mismo puesto.
La empresa, efectivamente, permitió que más mujeres alcanzaran algunos puestos creativos más significativos dentro de la empresa, asistentes de animación en algunos de los mejores casos. Pero las tendencias segregadoras tampoco cambiaron demasiado las cosas, ni en Disney ni en muchas otras empresas de animación y entretenimiento. A los consabidos problemas de representación y empleo en la historia de Hollywood, el mundo de la animación también aporta sus propias cifras.
La sombra del machismo en la animación que no desaparece
Según las estadísticas de la asociación Women in Animation, en 2006 el porcentaje de hombres en la industria (computando entre todos los niveles) era del 84% frente al 16% de mujeres. Para 2015 los porcentajes habían variado un poco: un 80% de hombres frente a un 20% de mujeres.
Paradójicamente, las escuelas de animación de Los Ángeles tienen un porcentaje de alumnado de un 60% de mujeres y un 40% de hombres.
La primera película de Disney (co)dirigida por una mujer fue Frozen, de 2013. Jennifer Lee junto a Chris Buck fueron los encargados de firmar la que a día de hoy se considera el mayor éxito lucrativo en posteriores ventas de productos asociados de la historia de la compañía. Entre aquella carta que recibió Mary Ford y la primera vez que la Casa del Ratón ha permitido a una mujer copar el más importante puesto creativo de una película han pasado casi 70 años.