Pocas profesiones han sido tan silenciosamente mitificadas en el imaginario popular como la interpretación pornográfica. Los actores y actrices porno, por definición, sólo aparecen frente a nuestras pantallas, err, consumando fantasías sexuales. Su trabajo representa la culminación del placer, pero detrás de las cámaras hay jornadas laborales comunes y corrientes.
Y quién mejor para narrar la cotidianidad del laboro pornográfico que Jordi, aka Niño Polla, uno de los jóvenes actores más prominentes (en todos los sentidos) de la industria española. Su canal de YouTube, recientemente inaugurado con un vídeo de bienvenida en el que cuenta los avatares de un día normal en su profesión, es un ejemplo paradigmático de la cotidianidad que envuelve a muchos de los trabajadores de la industria pornográfica.
Decimos "quién mejor" porque el caso del Niño Polla es bastante particular. Adolescente común y corriente, sus extraordinarias propiedades físicas le permitieron destacar rápidamente en los circuitos amateur de la industria pornográfica española. Niño Polla era lo que encarnaba en sus papeles: un chaval enclenque cuyo gigantesco miembro viril le había permitido recaer casi por accidente en el porno. Y cinco años después, ya con 22, continúa explotando ese papel.
Haya mucho de comedia voluntaria o de realidad, lo cierto es que el vídeo y el relato de Niño Polla funciona. Se levanta por la mañana y charla con su madre sobre el desayuno. Acto seguido se bebe un Cola Cao, cariñosamente preparado por su progenitora, y se pone en marcha hacia el rodaje de una escena con varias actrices. En el transcurso, bromas de todo tipo, chanzas infantiles y gestos de bravuconería sexual comparables a los que haría un chaval de 15 años recién introducido en tan fogoso universo.
Personaje o persona, Niño Polla lleva años causando cierto furor entre los connaisseurs del porno nacional e internacional. Su desproporcionado elemento le ha permitido suplir otros atributos clásicos de los actores porno como el cuerpo escultural o el carisma interpretativo (?), y su aspecto infantil, pese a llevar cinco años en la industria, le ha generado un nicho (el de adolescente/joven ingenuo) que siempre tiene espacio en las productoras de porno.
Tras su aparición en un vídeo en el que su presencia parecía casi accidental, Niño Polla logró enrolarse en pequeñas productoras nacionales (Fakings) con las que grabó multitud de escenas. Dado lo particular de su perfil como actor, llamó la atención de ojeadores internacionales de la industria, y hace un año se marchó a Estados Unidos con un contrato con Brazzers bajo el brazo. Fue el salto hacia las ligas mayores, hacia el ecosistema porno de la meca del porno.
Allí, contaba en esta entrevista para Vice, todo es distinto. En un año había grabado alrededor de 300 escenas con algunas de las actrices más notables de la industria, y se le había abierto el mundo de la fama internacional, además de los recursos cuantiosos de las grandes productoras. Niño Polla, entonces, se convirtió en una pequeña estrella: sus escenas, aunque extravagantes, eran muy reconocibles. Su aspecto infantil y su particular prodigio físico le habían lanzado a la celebridad pornográfica.
Desde entonces ha continuado escarbando en su propio personaje, y su canal de YouTube es el último ejemplo.
Uno de los motivos por los que el vídeo ha resultado tan ameno y viral es su naturalidad, idéntico atributo que le ha colocado en un notable escalafón de la industria pornográfica. Al contrario que sus pares, Niño Polla es un ser humano común y corriente, y su vida, su vídeo en YouTube, lo refleja. Es el ejemplo de la mundanidad laboral en la industria del porno, y su mirada entre bambalinas, por más que pueda ser una parodia de la realidad, resuena en la cabeza de otros hombres grises y medianos que desean verse reflejados en él.
Quizá esta sea la clave de su extraño éxito y de la particular masa de fans que acumula a sus espaldas. Esa y el Cola Cao materno, claro.