Cambio de ciclo en China. En un contexto complejo, marcado por el gripado de su otrora poderoso motor demográfico y unas relaciones con Occidente que no pasan precisamente por su mejor momento, Pekín ha decidido suspender su programa de adopciones. No permitirá que familias extranjeras acojan a niños del país. La única excepción se aplicará a ciertos parientes. Con el anuncio, el Gobierno de Xi Jiping mete en el cajón un programa histórico en el que han participado decenas de miles de familias de diferentes países e íntimamente ligado a la política ya abandonada del hijo único, pero que en la práctica estaba al ralentí desde la pandemia.
Ya hay quien habla del "fin de una era".
Una decisión, muchas preguntas. La encargada de anunciar la medida ha sido Mao Ning, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores: China ya no permitirá las adopciones internacionales de sus niños. Solo prevé una excepción, aplicable a extranjeros que quieran adoptar hijastros o retoños de parientes consanguíneos. Al menos de momento el Gobierno de Xinping no ha aportado muchos más detalles, ni sobre los motivos que le han llevado a tomar la decisión ni, lo más importante, cómo se ejecutará y afectará a las adopciones que se están tramitando.
The Guardian asegura que Pekín se ha limitado a aclarar que "no seguirá procesando casos en ninguna etapa", salvo aquellos en los que ya haya autoridades emitidas. "Sabemos que hay cientos de familias que todavía no han completado sus adopciones y nos solidarizamos con su situación", ha reconocido el Departamento de Estado de EEUU. China le habría comunicado que ha completado la tramitación de los casos con autorizaciones de viaje emitidas, pero The New York Times ha hablado con familias afectadas que desconocen cómo les afectará la medida.
¿Cuál es el motivo? Mao Ning no ha entrado en detalles. Se ha limitado a trasladar el "agradecimiento" de China a los gobiernos y familias extranjeros por "el amor y la bondad que han demostrado" y que la decisión adoptada ahora por Pekín está en sintonía con la filosofía de las convenciones internacionales. Nada más. La suspensión de las adopciones extranjeras llega sin embargo en un momento especialmente delicado, tanto en clave interna como externa.
El flujo de adopciones internacionales lleva suspendido en gran medida desde la pandemia del COVID-19, las relaciones diplomáticas entre Pekín y Occidente no están pasando por su mejor momento y tras años de crecimiento el gigante asiático se enfrenta a un escenario demográfico complejo: en 2023 el país perdió población por segundo año consecutivo, con unos datos que reflejan además una desplome de la natalidad acuciado y una aceleración en la pérdida de poblacional.
Una realidad en cifras. Como suele ser habitual, las cifras ayudan a entender mejor los hechos. Y esta no es la excepción. Desde que dio luz verde a las acogidas en el extranjero, en 1992, China ha protagonizado decenas de miles de adopciones internacionales. The New York Times habla de algo más de 160.000 niños desde principios de los años 90, lo que convertía, al menos hasta antes de la crisis sanitaria, en uno de los principales países de origen de este tipo de trámites.
Solo entre 2004 y 2022 se contabilizaron más de 89.000 casos de pequeños que acabaron en dos docenas de países distintos, según las cifras recabados por Peter Selman, profesor de la Universidad de Newcastle. Entre las naciones de acogida destaca de forma clara Estados Unidos. Sus familias han adoptado a más de 82.600 niños llegadas de China. El pico se alcanzó en 2005, con casi 8.000.
A lo largo de los últimos años, a medida que se desaceleraba su tasa natalidad y el país reforzaba el sistema de protección para personas con discapacidad, el flujo global de adopciones se ha ido ralentizando en China. TNY precisa, citando los datos de las propias autoridades chinas, que en 2018 había registrados unos 15.000 niños para adopciones. Lejos, muy lejos, de los 44.000 de 2009.
La política del hijo único. En un intento por explicar la última decisión de Pekín hay analistas que miran ya a otra medida, igual o incluso más crucial: la de relajar la política del hijo único. Ambas están estrechamente ligadas. Pekín adoptó la directriz a finales de los 70 ante las preocupaciones que generaba por entonces su crecimiento demográfico, un incremento que lo acercaba a la barrera de los mil millones de habitantes y generó recelos por su posible impacto económico.
En la década de los 90 Pekín fue más allá y endureció las normas que hasta ese momento permitían a los padres con más de un retoño alcanzar acuerdos con parientes u otras familias para "esquivar" la restricción. Eso derivó a su vez, recuerdan en Wall Street Journal, en una mayor actividad en los orfanatos.
Cambio de escenario. La situación es hoy bien distinta. En 2023 China perdió casi 2,1 millones de habitantes y registró 9,02 millones de nacimientos, el dato más bajo desde que hay registros. El balance del año pasado es negativo además porque muestra una aceleración del "pinchazo" demográfico: entre 2022 y 2023 el país ya había perdido habitantes por primera vez desde los 60, aunque en menor medida.
Las tablas de Statista reflejan también un descenso pronunciado en el número de huérfanos en el país: de 570.000 en 2012 pasó a 158.000 hace dos años. El nuevo escenario demográfico llevó hace años a las autoridades chinas a replantearse la política del hijo único. Es más, en 2021 el Gobierno de Xi Jinping anunció que permitiría que cada pareja del país pudiese tener hasta tres vástagos.
La sombra de la pandemia. Hay otro factor crucial. Durante la pandemia China suspendió sus adopciones internacionales. Acabó reanudando los trámites para aquellos casos en los que se había emitido una autorización de viaje antes de 2020, pero tras la crisis el flujo de adopciones estaba en gran medida suspendido. WSJ precisa que el año pasado en EEUU se acogieron apenas 16 niños chinos.
Como referencia, el Departamento de Estado ha revelado que entre octubre de 2022 y septiembre de 2023 un consultado estadounidense emitió tan solo 16 visas para adopciones desde China, las primeras en varios años. El sistema tampoco ha estado exento de polémicas, como la surgida hace ya años, cuando trascendió la existencia de una red que vendía bebés a seis orfanatos de la provincia de Hunan. En 2007 China endureció sus normas. En Europa, Noruega, Dinamarca o Países Bajos han dado pasos atrás en las adopciones de niños en el extranjero.
"El fin de una era". La expresión es de Wang Feng, profesor de sociología de la Universidad de California en Irvine, quien ayer aseguraba a TNYT que la decisión de Pekín tiene una trascendencia fundamental. "En cierto modo, es el fin de una era y el cierre de uno de los capítulos más vergonzosos de las tres décadas y media de ingeniería social conocida como la política del hijo único", reflexiona el experto: "El Gobierno chino creó el problema y luego no pudo lidiar con las limitaciones financieras y por eso permitió la adopción extranjera como último recurso".
Imágenes | TE3JMAN (Flickr), Our World in Data
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