La llamaban Hvaldimir, una peculiar combinación de 'hval', la palabra con la que los noruegos se refieren a las ballenas, y 'Vladimir', el nombre del presidente de la Federación Rusa, lo que da una idea clara de que la beluga que el sábado apareció muerta en el litoral suroeste de Noruega no era un animal cualquiera.
Desde que en 2019 los pescadores la vieron por primera vez cerca de la isla de Ingøya, Hvaldimir ha espoleado la imaginación y las suspicacias de los noruegos. El motivo: la sospecha, nunca confirmada, pero tampoco desmentida, de que el enorme cetáceo era en realidad un espía a las órdenes de Moscú.
Ahora su muerte agranda la incógnita.
Sorpresa en Risavika. La noticia la ha avanzado la emisora pública NRK. El sábado, mientras pescaban en la zona, un padre y un hijo se encontraron con el cadáver de una ballena beluga flotando frente a la bahía de Risavika, en el sur de Noruega. El hallazgo fue trágico de por sí, pero cobró aún más relevancia cuando se confirmó que aquel cetáceo, de varios metros, era Hvaldimir, quizás la beluga más famosa ya no solo de Noruega y Escandinavia, sino de todo el mundo.
¿Y qué le ha pasado? Eso es lo que el biólogo marino Sebastian Strand, de Marine Mind, una organización que lleva años siguiendo los pasos del cetáceo, pretende averiguar ahora. Al fin y al cabo se calcula que Hvaldimir tenía entre 14 y 15 años, no muchos si se tiene en cuenta que las belugas suelen vivir entre 40 y 60.
Los expertos que han podido examinar su cadáver tras retirarlo del agua con ayuda de una grúa tampoco han encontrado lesiones importantes, al menos externas. "Es absolutamente horrible", reconocía Strand a NRK: "Aparentemente estaba bien el viernes, así que tenemos que averiguar qué le pudo haber ocurrido".
No era una beluga cualquiera. No, Hvaldimir era un animal especial. Y eso queda claro ya en su propio nombre, una pista clara del misterio y las incógnitas que suscitaron su primer avistamiento oficial, en abril de 2019, cerca de la isla de Ingøya, en la región septentrional de Noruega. Allí la localizaron por sorpresa unos pescadores. Y allí empezaron a surgir las especulaciones sobre cuál sería su origen.
¿El motivo? Hvaldimir, que medía 4,2 metros y pesaba unos 1.225 kilos, nadaba sola y llegó a vérsele en puntos tan meridionales como la bahía de Risavika, donde ha aparecido muerta, cuando lo normal es que esta clase de cetáceos se muevan en grupo y habiten en zonas remotas del Ártico. Además mostraba una actitud dócil, lo que llevó a pensar a los expertos que probablemente había sido domesticada.
"Estaba completamente adaptada a la cultura humana”, explicaba estos días Strand al diario The New York Times. Por esa razón él sospecha que la misteriosa beluga "había estado en cautiverio durante gran parte de su vida".
Amigable… ¿Y espía? Si todo lo anterior no fuera suficiente para encender la imaginación de los noruegos (y el resto del mundo), cuando la descubrieron, en 2019, Hvaldimir mostraba una peculiaridad aún más extraña: llevaba amarrado un arnés. Uno muy especial. Las correas fijadas a su cuerpo sujetaban lo que parecía un soporte para una pequeña cámara y en una hebilla podía leerse "Equipo de San Petersburgo". Algunas fuentes van más allá y aseguran incluso que llevaba una GoPro. Tiempo después un pescador noruego se encargó de retirar el arnés.
Hilando pistas. Aquel detalle desató especulaciones sobre el origen de Hvaldimir. Y entre ellas hubo una que sonó con especial fuerza desde que se la vio por primera vez cerca de Ingøya: que se trataba de una ballena adiestrada por las autoridades rusas para labores de espionaje. Moscú jamás lo confirmó, pero eso no ha evitado que las circunstancias de su primer avistamiento, a 415 kilómetros de Murmansk, donde tiene su base la Flota del Norte rusa, generasen suspicacias.
La BBC asegura que, tras una investigación, la agencia de inteligencia interna noruega deslizó que probablemente Hvaldimir había sido entrenada por el ejército ruso. Otra teoría que se apoya sobre todo en la actitud dócil del animal es que pudo haberse usado en Rusia como "ballena terapéutica". OneWhale, organización que velaba por el cuidado de Hvaldimir, llegó a reconocer que las cámaras que en su día pudo llevar "no eran para fotografiar naturaleza", aunque los investigadores siempre han sido cautos sobre sus orígenes y supuesto entrenamiento.
Un motivo de desvelos. Fuese o no una beluga adiestrada por la Marina de Rusia, lo cierto es que los biólogos llevaban años pendientes de Hvaldimir. Y en ocasiones no ocultaron su inquietud por su seguridad. ¿El motivo? Su carácter sociable y sus movimientos, en ocasiones incompresibles. Hace apenas un año, a mediados de 2023, Eve Jourdain, una bióloga marina que impulsó un programa de alimentación para velar por el bienestar de Hvaldimir, reconocía que el animal parecía perdido y su comportamiento tenía a los expertos confundidos.
"Es una ballena del Ártico, no se supone que vaya al sur. Es un misterio". Poco antes se había identificado al cetáceo frente a las costas de Suecia. Desde 2019 se le había visto de forma regular nadando en las aguas de Noruega, pero su viaje hacia zonas más meridionales generó preocupaciones sobre cómo podría alimentarse o, peor aún, si aumentaría el riesgo de que chocase contra las hélices de los barcos.
Cetáceos listos para espiar. Que en Noruega se especulase con que Hvaldimir fuese una beluga espía quizás suene extraño, pero esa hipótesis no se basa solo en el arnés que llevaba en 2019 o el punto en el que apareció por primera vez. Hace dos años USNI News, portal de información del US Naval Intitute, aseguraba que Rusia había instalado recintos para delfines en la entrada del puerto de Sebastopol, su principal base naval del Mar Negro. Su misión: evitar sabotajes submarinos.
El despliegue de delfines para proteger la flota del norte también lo constató el servicio de inteligencia británico. Durante la Guerra Fría la Unión Soviética incluso habría entenado animales para desactivar minas, atacar buzos o incluso con fines kamikazes. En 2000 la BBC aseguró que Irán había comprado de hecho delfines entrenados por la marina soviética precisamente para combatir a buzos.
El Kremlin no es el único que ha pensado en el potencial de los mamíferos marinos. También la Marina de EEUU los habría estudiado e incluso entrenado, belugas incluidas, para realizar misiones como la localización de minas.
Imágenes | Gary Cole (Unsplash) y GovernmentZA (Flickr)
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