Si piensas en Galicia, en sus paisajes, probablemente lo primero que te venga a la cabeza sea su sinuoso litoral, sus playas y acantilados, cauces serpenteantes como el del río Sil a su paso por la Ribeira Sacra, castros, frondosos bosques atlánticos, praderas con ganado… La lista es extensa (y diversa), pero probablemente en ella no se incluyan los olivares, una estampa que suele asociarse más al sur peninsular. No siempre fue así. Hay indicios de que Galicia tuvo una interesante relación con el cultivo de los olivos que puede remontarse a los tiempos de la Gallaecia.
En qué momento declinó ese vínculo y cuáles fueron las causas del ocaso y que el olivo no prosperase son cuestiones que aún generan debate entre los expertos.
¿Olivos en Galicia? Sí. Y su relación viene de lejos, es rica y ha inspirado a investigadores que han llegado a identificar en tierras gallegas un amplio catálogo de variedades de olivo autóctono únicas en el mundo. Los indicios son sugerentes, aunque como reconocía hace años el historiador Lourenzo Fernández durante unas jornadas celebradas en Pontevedra y centradas precisamente en los olivos, quedan todavía sombras en ese vínculo. "No hay investigación histórica, ni bibliográfica específica que abordara la presencia de olivos en Galicia", explicaba.
Mirando a la Gallaecia romana. El vínculo entre Galicia y el olivo puede remontarse como mínimo a la Gallaecia romana. A mediados del siglo pasado, durante una excavación en una zona de Vigo que se llama precisamente A Oliveira, los arqueólogos descubrieron un yacimiento romano que incluía ladrillos, basas, un mortero, molinos, ánforas... y una prensa para aceite, entre otros vestigios.
"Se piensa que podría ser una villa o factoría por la prensa oleica encontrada, el único ejemplo aparecido en Galicia. También se apuntó la posible relación entre la obtención de aceite y el cultivo de olivo en Vigo, en la antigüedad, con la actividad que daría nombre al lugar", explica el Museo Quiñones de León, donde reposan los restos, si bien sus responsables reconocen que la escasez de restos de lámparas de aceite y ánforas en el entorno puede interpretarse como una "falta de consumo".
Dejando huella. La de Vigo no es la única prueba del interesante vínculo histórico entre el olivo y Galicia. Hay estudios etnográficos que demuestran que en la región hay decenas y decenas de topónimos relacionados con los olivos, olivares, aceite y referencias similares. Hace años se contabilizaron al menos 70. El CSIC ha identificado además una veintena de variedades de olivo autóctonas, únicas en el mundo, y hay constancia de ejemplares en pie del siglo XVIII, los más antiguos de la comunidad que siguen vivos, según un análisis realizado hace ya años.
Un cultivo "muy presente" en Galicia. La presencia de olivos en Galicia la ponen en valor desde la propia industria a los organismos públicos. "El cultivo del olivo estuvo muy presente en Galicia desde la época de los romanos. Los primitivos pobladores comían aceitunas, aunque desconocían los métodos de extracción del aceite. Los romanos son los que introducen los conocimientos de estos métodos que se transmiten por el territorio. Galicia se convirtió en uno de los territorios conquistados del que más aceite salía hacia Roma en los siglos II y III", detallan desde Turismo Ribeira Sacra. En la comunidad tampoco es extraño encontrar referencias de almazaras tradicionales en las que se aprovechaba el fruto.
"En Galicia existieron plantaciones de olivos, en algunos casos, de grandes dimensiones, que si seguimos algunas fuentes habrían sido posibles gracias a la introducción de este cultivo en nuestra tierra por los romanos", explicaba en enero el historiador Felipe Aira en un artículo de La Voz de Galicia que recuerda cómo los judíos y judeoconversos empleaban el 'oro líquido' en sus cocinas y al menos parte de los olivos se conservaron en las propiedades de la Iglesia, incluso después de su declive en Galicia, por su valor para la elaboración de los óleos litúrgicos.
Y surge la gran incógnita. Todas las crónicas que relatan el vínculo entre los olivos y Galicia acaban llegando a la misma pregunta: ¿Qué explica que su cultivo acabase perdiendo peso? ¿Por qué Galicia dejó de ser una tierra de olivares? O aún más simple… ¿Por qué no siguieron expandiéndose hasta ocupar un peso relevante en los campos gallegos? Como recordaba Lourenzo en 2018, quedan aún sombras y mucho camino "por explorar" en torno a la presencia de olivos en Galicia.
Su historia está salpicada de leyendas e imprecisiones, señalaba hace poco una crónica de Quincemil, pero suele apuntarse a una compleja suma de motivos políticos, económicos, demográficos y la realidad de las explotaciones agrarias.
De los Reyes Católicos al conde duque de Olivares. Cuando se explica la historia del olivo en Galicia hay dos nombres que suelen repetirse con frecuencia: el primero, los Reyes Católicos; el segundo, el conde duque de Olivares. Una teoría extendida asegura que los primeros, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, adoptaron una serie de decisiones sobre impuestos y reorganización que castigaron las plantaciones gallegas y favorecieron que se arrancaran olivos en la región.
Pero... ¿Por qué? Hay quienes aseguran que el propósito era favorecer la repoblación y los cultivos de los terrenos recién reconquistados del sur peninsular. Otros sostienen que en su decisión habrían pesado más factores políticos y que al penalizar a los olivos gallegos se buscaba penalizar al territorio y su aristocracia. La "doma y castración de Galicia", que decía el intelectual del siglo XX, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao sobre las políticas de los Reyes Católicos. El contexto es clave y estaba marcado por la derrota de Juana La Beltraneja, y por ende de la nobleza que la apoyó en su causa, y la rebelión de los Irmandiños que se desarrolló en Galicia.
La sombra de Olivares. Más extendida está aún la teoría de que si hay un nombre propio que explique el ocaso del olivo en Galicia es el del valido del rey Felipe IV, el poderoso conde duque de Olivares. Suya habría sido la decisión de aplicar un gravamen de cuatro reales por árbol que acabó pesando sobre los cultivos gallegos en beneficio de los que él mismo poseía en Sevilla.
El resultado: salvo en las regiones más apartadas y frondosas, donde los olivos podían escapar fácilmente al control de las autoridades, los dueños de los terrenos debían decidir si les compensaba hacer frente a sus altos costes o coger el hacha y talar o arrancar los olivos. Hay quien cuestiona sin embargo que el conde-duque impulsase una campaña específica para grabar los cultivos de Galicia y que la realidad, más compleja, incluye factores que afectaron a la rentabilidad.
Una (compleja) combinación de factores. Que el olivo perdiese fuerza en Galicia y no se expandiera más por sus campos, pese a la existencia de decenas de variedades autóctonas bien adaptadas al tipo de terreno y clima de la región, puede deberse sin embargo a una suma de factores más compleja que la carga impositiva que complicó las plantaciones con los Reyes Católicos y el valido de Felipe IV.
"Podemos echarle la culpa a los Reyes Católicos, a la castración de Galicia o al clima atlántico pero se trata de una realidad más compleja la que motivó que no se haya expandido", explica Fernández en declaraciones recogidas por Campo Galego. En su opinión, que "el cultivo no se expandiera cuando lo hizo en otras zonas de España muestra que en Galicia no se daban ni condiciones meteorológicas, ni sociales, ni mercantiles para que se produjera tal expansión", abunda.
En juego entrarían factores como el peso del minifundismo en Galicia, que la región se especializase en la agricultura atlántica, con escasa presencia de cultivos arbustivos, o la aparición opciones más rentables, como la patata y el maíz.
Imagen | Jose Luis Cernadas Iglesias (Flickr)
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