Con los vertederos en todo el mundo a rebosar y montañas de residuos "reciclados" que acaban siendo vertidos en países en vías de desarrollo, estamos inmersos en una crisis de desechos. El envasado de alimentos es una de las principales fuentes de esos desechos, lo que ha generado una industria de envases de comida y bebida "respetuosos con el medio ambiente" por un valor previsto de 21.300 millones de libras mundiales para 2027, doblando así sus cifras de 2019, 9.600 millones de libras.
Pero, si bien parece lógico apostar por la reutilización de envases antes que por los de usar y tirar, nuestra investigación sugiere que, en realidad, los envases reutilizables pueden ser peores para el medio ambiente que algunos de sus equivalentes desechables.
Para resistir su uso reiterado, los envases reutilizables tienden a ser más resistentes y duraderos y deben limpiarse después de cada uso, algo que consume energía y aumenta su huella de carbono. Nuestra investigación se propuso revelar cuántas veces hay que reutilizar un recipiente para que sea la opción más ecológica en el contexto real de la industria de comida takeaway.
Examinamos tres de los tipos de envases desechables más usados: los de aluminio, los de polipropileno (PP) y los de poliestireno extruido (comúnmente conocido como Styrofoam®, pero cuya denominación correcta es EPS). Después los comparamos con los recipientes de polipropileno reutilizables para alimentos, muy populares entre los consumidores preocupados por el medio ambiente.
La investigación
Los resultados mostraron de forma clara que los envases de Styrofoam® son, con mucho, la mejor opción para el medio ambiente entre los envases de alimentos desechables. Esto se debe principalmente a que sólo emplea 7,8 g de materias primas en comparación con los 31,8 g de los envases de polipropileno. También requieren menos electricidad para su producción que los de aluminio. Y para que uno de los recipientes reutilizables tenga un impacto medioambiental parejo al del Styrofoam®, tendría que reutilizarse entre 16 y 208 veces.
Evaluamos doce indicadores de impacto medioambiental a lo largo de todo el ciclo de vida de estos contenedores, entre ellos, su contribución al calentamiento global y a la lluvia ácida, su toxicidad para los seres humanos, el daño en los ecosistemas naturales y sus efectos sobre la capa de ozono. Teniendo todo esto en cuenta, habría que reutilizar un envase reutilizable 16 veces para "contrarrestar" el impacto en la contaminación atmosférica del envase de Styrofoam® empleado una sola vez, y 208 veces para contrarrestar el impacto en cuanto a consumo de recursos.
Y, debido a la electricidad que necesitamos para calentar el agua con la que los limpiamos, si se trata de salvaguardar nuestro medio, los envases reutilizables son siempre una opción peor independientemente de la cantidad de veces que se utilicen. ¿Por qué? Porque emitimos sustancias tóxicas para muchos organismos terrestres, del tipo de los metales pesados, al generar la electricidad que calienta el agua.
Compensación de daños mediante la reutilización
Se han encontrado resultados similares a los nuestros en el tema de los vasos desechables de café, y un estudio concluyó que se necesitan entre 20 y 100 usos de un vaso reutilizable para compensar sus mayores emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los del vaso desechable.
Alternativas
Una crítica común a los envases de Styrofoam® es que actualmente no se reciclan. Aunque técnicamente es posible, la baja densidad de Styrofoam® (que está compuesto en un 95% de aire) implica que en la práctica es necesario recolectar y comprimir grandes cantidades del material antes de que pueda enviarse a una planta de reciclaje, lo que hace que el reciclaje de Styrofoam® sea económicamente poco viable.
Sin embargo, hemos hallado que un nivel de reciclaje equiparable a los objetivos industriales marcados por la UE para 2025 para los tres tipos de envases estudiados (un 75% para el aluminio y un 55% para el plástico) reduciría su impacto medioambiental entre un 2 y un 60%. Es el equivalente anual a sacar 55.000 coches del parqué automovilístico.
Ojo, eso no significa que usar envases reutilizables sea siempre peor para el planeta. La cuestión es ser realistas sobre la cantidad de reutilizaciones necesarias para que estos tengan sentido medioambiental. La reutilización es un desafío considerable para un mundo que lleva años centrado en el consumo takeaway.
A menos que sea extremadamente cómodo o se ofrezca un incentivo a los consumidores (como la devolución de parte del dinero), es poco probable que los clientes guarden en sus casas envases vacíos hasta que puedan devolverlos o reutilizarlos. También existen problemas añadidos si metemos en el cóctel las posibilidades de intoxicación alimentaria o contaminación cruzada por alérgenos que deriva en algunos raros casos de la reutilización.
A pesar de todo esto, se ha demostrado que la reutilización puede llegar a funcionar, como ha pasado con las cajas reutilizables reCIRCLE en Suiza. Estos sistemas, eso sí, requieren de una inversión considerable, especialmente para incentivar a los clientes a devolver todos los envases.
El modelo más prometedor es aquel por el que el vendedor recoge en su punto de venta los envases vacíos del cliente para volver a usarlos, como pasaba en la antigüedad con las botellas de leche. Modelos como Terracycle's Loop se proponen aprovechar el mismo envase al menos 100 veces.
El estado general de las cosas
La realidad es que los envases alimenticios acaban contaminando los medios naturales. Casi la mitad del plástico que contamina los océanos viene de la comida para llevar.
Pero, en lugar de abandonar el modelo, una mejor solución ambiental puede ser alentar a las empresas de alimentos a invertir en sistemas de reciclaje más eficientes en todo el mundo. Las elecciones individuales de los consumidores en sus hogares tienen una influencia limitada si hay que revisar el resto del sistema que le rodea (por ejemplo, por mucho que un consumidor opte por envases compostables, de nada sirve si en su área no hay plantas industriales para procesarlo).
Por eso es hora de que cambiemos el diseño de packagings centrado en los deseos del fabricante y nos centremos en maximizar su funcionalidad, en ayudar a mejorar la vida de los clientes y a hacer de este un mundo más limpio.
Eso significa unir el uso de materiales ecológicos y de bajo impacto a una infraestructura de residuos que tenga en cuenta el comportamiento real de los usuarios y se diseñe para ayudarles a llevar una vida sostenible. Cuando la comodidad y la sostenibilidad se alían, todos salimos ganando.
Autores: Alejandro Gallego Schmid, Doctor titular de Economía Circular y Evaluación de la Sostenibilidad del Ciclo de Vida por la Universidad de Manchester; Adisa Azapagic, Doctora de Ingeniería Química Ambiental por la Universidad de Manchester; Joan Manuel F. Mendoza, Investigador de Economía Circular y Sostenibilidad Industrial por la Fundación Ikerbasque.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Foto: Cristiano Pinto, Pixels.