El terror se instaló en Bélgica en 1982 y no se eliminaría hasta tres años después. Pero la herida causada por los delitos de los conocidos como asesinos de Brabante o banda de Nivelles nunca ha cicatrizado del todo. Treinta años después, el país aún no ha sido capaz de identificar a los perpetradores de algunos de los peores crímenes que se conocen. Ni tan siquiera ha llegado a saberse nunca la motivación de estos extraños asesinatos. Pero dos hechos ocurridos en los últimos meses podrían acercar a resolver este enigma para siempre.
Si ya conoces los antecedentes de este caso puedes saltarte todo el texto hasta llegar al último epígrafe: “Yo soy el Gigante”.
Qué hicieron los asesinos de Brabante
Veinte atracos en los que robaron siete millones de francos belgas (175.000 euros), armas, coches y material para nuevos crímenes. El saldo humano es de más de 40 testigos heridos y 28 personas asesinadas, algunas de ellas a bocajarro, algunas de ellas niños. Hay testimonios que cuentan que, en los últimos meses de actividad, se reían durante sus incursiones ante sus víctimas. Lo hicieron todo a cara descubierta.
Todos estos asaltos estuvieron dosificados en el tiempo: cuatro en 1982, doce en 1983 y cuatro en 1985. Tenían lugar en supermercados, fábricas, restaurantes... Sitios de baja actividad económica pero alta circulación civil. También fue aumentando la intensidad, pasando de tres asesinatos en su primer año al atraco final donde se llevaron la vida de ocho personas ya sin ningún tipo de justificación delictiva, sólo por el placer de matar.
La policía tardó muchísimo tiempo, años, en conectar los casos entre sí y declarar públicamente que se trataba de la misma banda. En parte esto fue debido a que los asesinos mezclaban un comportamiento tanto amateur, matando sin necesidad y llevándose botines ridículos, como profesional, con un modus operandi “propio de comandos militares”, como dirían más tarde. En uno de sus atracos a una armería los testigos identificaron cómo iban escogiendo las armas que se iban a llevar de modo completamente metódico.
Aunque había más cómplices, los asesinos eran tres, “el viejo”, que era el conductor, “el asesino”, que realizó la mayoría de los mismos, y “el gigante”, el que se cree era el líder de la formación.
Todos estos hechos causaron pánico y paranoia en el país. Para los últimos años la policía de ciertas regiones patrullaba los alrededores de supermercados que podían ser potencialmente saqueados cada veinte minutos. De pronto irrumpió en la escena política el desaparecido rey Balduino diciendo que se ofrecía a formar un Gobierno de salvación nacional por encima de los partidos políticos para dar fin a esta crisis.
Después de la infame masacre del supermercado Delhaize del 9 de noviembre de 1985, la banda de Nivelles no volvió a actuar nunca más.
Torpeza y complicidad de la policía
Bélgica es un país dividido por su cultura y su lengua. El 57% de su población habla neerlandés mientras que cerca del 42% habla francés. A principios de los 80 la policía belga no estaba excesivamente desarrollada, y peor aún, muchas agencias se hacían competencia directa y declarada entre sí en lo que se conoció como la “Guerre des flics", provocado en parte por las barreras geográficas e idiomáticas.
Tampoco contaban con un organismo especializado de investigación criminal con jurisdicción estatal, así que se fueron hicieron cargo pequeños organismos policiales que, según se fue viendo con los años, permitió abusos y malas praxis.
En 1983, y en pase a unos resultados balísticos de un arma, la policía de Nivelles culpó a un agente de la ley y a otros compañeros de ser los asesinos de Brabante. Pero mientras los sospechosos estaban detenidos bajo vigilancia policial los auténticos asesinos volvieron a actuar. Después un laboratorio independiente alemán declararía que la pistola que había originado el arresto no podía estar vinculada a ninguno de estos casos.
En esos primeros años de investigaciones, mientras la banda seguía en activo, el cuerpo cometió varias faltas y detenciones equivocadas, con acusaciones de testimonios forzosos incluidos, pero la más significativa de ellas fue la desaparición de unas huellas que se creía eran de los asesinos antes de que se sometiesen a ningún test. El magistrado a cargo de la investigación fue delegado de su puesto.
Entre los años 80 y los 2000 varios magistrados, jueces instructores y oficiales de gendarmería tanto de Nivelles como de otras áreas son responsables y después relegados de la investigación, acusándose en algunos casos de encubrimiento de pruebas unos a otros, y en los 90 el Parlamento belga llevó a cabo varias comisiones parlamentarias sobre este asunto, y descubrió, por ejemplo, que muchas de las pistas que apuntaban a policías fueron sistemáticamente ignoradas.
En 2015 el ministro de Justicia, Koen Geens, reconoció que había habido “tentativas evidentes de manipular la investigación”, y todavía en 2010, con nuevos equipos a cargo, se quemaron dossieres sobre el caso.
2015 también es un año clave porque los delitos iban a prescribir el 10 de noviembre, pero decreto ley mediante Geens cambió el derecho procesal para que pudiera extenderse el período de validez. Ahora tienen hasta 2025 para arrestarles.
Todo apunta a la Gendarmería
Varias acusaciones particulares se sumaron también en estos años para denunciar colectivamente a trece gendarmes, algunos de ellos generales y coroneles, por haber estado detrás de los asesinatos. La gendarmería era entonces una fuerza armada responsable de misiones policiales que tenía un estatus y una independencia superior a otros cuerpos.
Se denunció entonces que, para haber podido cometer sus últimos delitos y dado el nivel de vigilancia de la policía, los de Nivelles tenían que contar con información privilegiada por parte de los gendarmes. Otro hecho que hace sospechar es que, cuando los asesinos disparaban con escopeta, sus balas estaban cargadas con un tipo de munición que rara vez se utilizaba en Bélgica… a excepción de la brigada antiterrorista de la gendarmería.
Dentro de la gendarmería belga también había otro grupo de fuerzas especiales llamada Grupo Diane (quédate con este nombre). La Diane se fundó en 1973 después de los dramáticos eventos en los Juegos Olímpicos en 1972 también conocidos como la Masacre de Múnich en la que la OLP palestina mató a once atletas y entrenadores israelíes y a un oficial de la policía de Alemania Occidental. Un acto que, como se vería después, contó con la asistencia logística de grupos alemanes neonazis.
El cuerpo de la gendarmería fue abolido en 1997 tras unas reformas provocadas al menos en parte por sus escasas aportaciones a la investigación de los asesinos de Brabante.
¿Por qué lo hicieron? Las cuatro hipótesis
Como ya habrás notado, de lo más extraño de todo esto es que no queda claro por qué hicieron lo que hicieron. Hasta hoy se seguían manejando cuatro escenarios.
El primero, y más respaldado en sus momentos iniciales, es que se trataba de una banda criminal inexperta con ganas de resarcirse de la sociedad. Algunos psicólogos apuntaron a que sus actos parecían responder a un complejo de inferioridad, y que debían haberlo cometido “psicópatas posiblemente adictos a las drogas, sin motivos políticos y del entorno de mecánicos, soldadores, chatarreros o cocineros. Posiblemente gitanos”.
Las dos comisiones parlamentarias y los periodistas se mostraron muy en contra de que fuese esta realidad.
La segunda es que se trataba de bandas armadas, gente del mundo del tráfico de drogas y la extorsión. Entre los asesinados habían estado un ex banquero vinculado a la venta ilegal de armas, un matrimonio relacionado con los casos de "les Ballets roses" (una leyenda urbana de los periódicos sensacionalistas de la época sobre fiestas sexuales entre ricos y menores en las que se rumoreaba que estaba involucrada la masonería) y en un atentado distinto otro amigo de este mismo matrimonio.
Estas cuatro personas también estaban relacionadas entre sí por pertenecer al Partido Social Cristiano.
Pero tampoco hay ninguna prueba que confirme esta teoría.
La tercera, y que ha ganado más notoriedad con los últimos descubrimientos, es que se trataría de una serie de medidas de terrorismo político con el objetivo de desestabilizar al país y provocar un movimiento ideológico hacia la derecha. La banda habría actuado en connivencia con fuerzas de la gendarmería y el ejército buscando como fin último leyes que otorgasen más poder a los cuerpos de seguridad del estado.
Muchos de los problemas de la investigación vinieron por investigadores que intentaron indagar en las conocidas facciones ultraderechistas dentro de la policía. Se sabe que tanto los asesinos como las bandas de ultraderechista de Nivelles utilizaban los bosques de La Houssière como zona de operaciones. También los trabajos de investigación periodísticos más sólidos y profundos apuntan en esta dirección. Pero a nivel policial, seguía sin haber ningún tipo de pruebas fiables.
Por último, existe la hipótesis de que estos delitos formasen parte de algún plan de la legendaria operación Gladio.
Guerra Fría, ultraderecha e increíbles conspiraciones
Gladio habría sido una red clandestina de servicios secretos a la sombra de la OTAN que consistía que, en plena guerra fría, la CIA fomentaría operaciones de falsa bandera culpando tanto a grupos de extrema derecha como de izquierda según creyese necesario para luchar contra la extensión del comunismo, especialmente en Europa.
Es una premisa muy vinculada a las teorías de la conspiración, pero concretamente Bélgica fue uno de los pocos países que investigó este asunto, y una Comisión de investigación parlamentaria de 1990 confirmó la existencia en Bélgica de una red de inteligencia internacional clandestina dirigida por servicios secretos extranjeros. La “red Stay Behind” (el Gladio) belga se componía de personal del SDRA8, una rama secreta de la inteligencia militar belga y de algunos miembros de la gendarmería.
Curiosamente entre 1984 y 1985 también operó en Bélgica la CCC, o Célula de Combatientes Comunistas, que mataron a dos bomberos e hirieron a decenas. También los periodistas afirmaron que se trató de una manipulación mediática provocada por los servicios de seguridad belgas.
También entre 1981 y 1984 estuvo activa la pequeña organización de ultraderecha Westland New Post. El WNP reclutaba a desencantados de la sociedad, muchos de ellos soldados, y les entrenaba en técnicas de combate y camuflaje para prepararse ante una “posible invasión de la Unión Soviética”.
Años después el fundador y líder del WNP, Paul Latinus, afirmó haber trabajado para agencias gubernamentales en las mismas condiciones que Gladio, pero se desechó la idea pensando que eran declaraciones falsarias para ganarse el prestigio de los seguidores ultras de la organización. En 1983 se encontraron papeles de la OTAN en casa de Latinus, pero éste declararía que eran propiedad del número dos de la organización, Michel Libert, un hombre que trabajó como militar voluntario militar en el Centro de Transmisión de la OTAN en Evere poco antes.
En 1984 se encontró el cuerpo de Latinus en un presunto suicidio, aunque el cadáver tenía señales de estrangulamiento.
Entre 2014 y 2018 Libert vuelve a la escena policial, aunque nunca es arrestado. Se le lleva para declarar si tuvo relación con los asesinatos de los Brabantes, y negó estar vinculado, pero afirmó que la organización realizaba en la época acciones de reconocimiento a cargo de los cuerpos especiales belgas en las mismas tiendas que días después serían atacadas por los asesinos de Brabante. Después, interrogado por la policía, un antiguo miembro del WNP confiesa que las tácticas que aprendían en 1981 eran las mismas que ejecutaron los asesinos de Brabante.
Eso y que le sorprendía la enorme semejanza física entre Libert y el asesino identificado como “el gigante”.
“Yo soy el gigante”
Las palabras que Chris Bonkoffsky, alias ‘Bonno’ y ex gendarme le dijo a su hermano en su lecho de muerte en 2015, un hombre que es idéntico a las descripciones que se hacían de la época de este personaje, compartiendo incluso gafas con la misma montura que las que llevó el auténtico “gigante” en uno de sus atracos.
Bonno era miembro del Grupo Diane, pero en 1981 le expulsaron por “idiota” al descargar su arma cuando no debía. Según sus allegados, a partir de entonces mantuvo un gran resentimiento hacia el sistema. Sus exparejas lo han definido como un hombre violento, con ideas de extrema derecha, que a veces hablaba de dar un golpe de Estado. Antes de morir también implicó a otros compañeros suyos del cuerpo como parte de la banda terrorista. Su hermano mantuvo la confidencialidad, pero en octubre de 2018 se animó a declarar todo esto ante los investigadores.
Así, se da aún más credibilidad a la teoría que decía que se trataba de un grupo de militares o paramilitares de extrema derecha que buscaban provocar un endurecimiento del aparato policial del estado. Sin embargo, la declaración no ayuda demasiado ya que no aporta pruebas irrefutables. Las pruebas de ADN de Bonno no lo vinculan a ninguna escena del crimen, pero hay que tener en cuenta que se perdieron y borraron muchas pistas de los legítimos asesinos durante todo el proceso.
Este mismo martes también se ha arrestado a Philippe V., otro ex gendarme que dirigía la investigación de los asesinatos en los 80 bajo la dirección del magistrado Freddy Troch. La banda terminó su actividad en 1985 y para entonces el Canal Charleroi ya había sido inspeccionado a fondo en busca de pruebas, pero un año después, en 1986 V., dijo que había que volver a rastrear la escena. Se encontró una importante parte del arsenal de los de Brabante.
Una investigación forense de 2013 determinó que las armas se habían colocado apenas una semana antes de que se encontrasen, con lo que no habrían sido abandonadas al poco de que la banda terminase las operaciones, sino días antes de que la policía volviese a mirar ahí. Ahora se le ha acusado de manipulación de pruebas, y se espera que colabore con la justicia y cuente todo lo que sepa sobre el caso que traumatizó a toda una generación.
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