Un nuevo estudio data el origen del lenguaje a la era en la que nuestra especie aún no se había expandido por medio mundo
Una forma de pensar en los miles de idiomas hablados por la humanidad es visualizándolos como ramas de un árbol, trazando así la evolución de estas lenguas a lo largo del tiempo. Si nos movemos adelante en el tiempo, veremos la diversificación de algunos idiomas y la muerte de otros. Si invertimos la aguja del tiempo podremos ver la rama o el tronco común que une a unos idiomas con otros.
Por ejemplo, si trazamos la historia del gallego y del rumano, veremos en el latín el origen común de estos idiomas hablados en zonas apartadas de Europa. Podemos hacer el mismo ejercicio buscando el tronco común entre el latín y el sueco. Para ello tendríamos que ir a tiempos prehistóricos, a un tronco común al que denominamos protoindoeuropeo y que habría sido hablado hace alrededor de 5.000 años.
Sin embargo esto no sirve para unir todos los idiomas hablados por la humanidad en un mismo árbol. Desconocemos de un nexo que una los idiomas originarios de las Américas, los idiomas de Asia y Oceanía o las lenguas africanas con el protoindoeuropeo. No nos hace falta siquiera salir de Europa para encontrar idiomas sin relación conocida: podemos trazar el origen común del del finés y del húngaro, pero no podemos unir estos idiomas al tronco indoeuropeo.
Eso nos deja con dos posibilidades. La primera es que quizás los humanos comenzamos a hablar tiempo después de comenzar los movimientos migratorios que nos llevarían a adaptarnos a la vida en diversos territorios, lo que implicaría que varios idiomas originarios surgieron de forma independiente. Es decir, que existen varios árboles independientes.
La segunda indica que ese tronco común existe, pero los cambios en los idiomas y la ausencia de testimonio escrito y el tiempo han borrado todo rastro de esta lengua originaria en los idiomas conocidos, vivos o muertos. Todas las lenguas tienen un tronco común, pero quizás nunca averigüemos sus características.
La cuestión de la lengua originaria puede presentarse como el problema del huevo y la gallina: ¿Qué ocurrió primero, la aparición del habla o la disgregación geográfica de la especie humana?
La interconexión entre lenguaje y expansión de la humanidad no es mera curiosidad porque responder una pregunta puede ayudarnos a datar con mayor precisión dos de los sucesos clave en la evolución humana.
Un estudio reciente analizaba la cuestión a través de un repaso a la literatura científica publicada en los últimos 18 años. El trabajo examinó 15 estudios genéticos que a través de distintas metodologías trataban de responder a la pregunta de cuándo las poblaciones de H. sapienscomenzaron a desgajarse y a perder contacto las unas con las otras.
Los 15 trabajos incluían tres basados en la información del cromosoma Y, el cromosoma heredado patrilinealmente; tres se centraban en el ADN mitocondrial, heredado matrilinealmente; y el resto estudiaban el conjunto de cromosomas humanos.
El equipo realizó un metaanálisis, un estudio cuantitativo basado en los resultados compilados en los trabajos compilados, para obtener una nueva estimación de la última era en la que toda la humanidad compartía espacios en una misma región. La estimación señalaba que esto ocurrió hace unos 135.000 años.
El equipo concluye a partir de este dato que el lenguaje humano tuvo que tener un origen anterior a esta diáspora originaria. Parten de la idea de que, si el lenguaje no hubiera existido en este origen, deberíamos haber encontrado alguna sociedad humana sin lenguaje o, al menos, con una forma comunicativa radicalmente distinta a la que conocemos como habla.
Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revistaFrontiers in Psychology.
Una evolución en varias fases
Pero, ¿qué es exactamente el habla? Según explica el propio equipo, estudios anteriores ya habían señalado que otras especies homínidas, anteriores al sapiens tenían la capacidad de hablar. El matiz es que esta no garantiza la existencia de un lenguaje, por simple que este sea.
La cuestión para el equipo no es cuándo los humanos, H. sapiens o de otras especies, comenzaron a emitir sonidos, sino cuando comenzaron a desarrollar el lenguaje “tal y como lo conocemos”, es decir, “combinando vocabulario y gramática en un sistema”, un sistema capaz de generar una cantidad indefinida de expresiones basadas en sus propias reglas.
“El lenguaje humano es cuantitativamente diferente porque hay dos cosas, palabras y sintaxis, que trabajan a la vez para crear este sistema muy complejo”, explicaba en una nota de prensa Shigeru Miyagawa, coautor del estudio. “Ningún otro animal tiene una estructura correspondiente en su sistema de comunicación. Y eso nos da la habilidad de generar pensamientos muy sofisticados y comunicarlos con otros”.
Miyagawa y su equipo hacen también referencia al registro arqueológico para sustentar sus conclusiones. Según explican, el registro arqueológico que nos ha dejado evidencias de la existencia del tipo de pensamiento complejo que sustenta al lenguaje, pruebas que se remontan 100.000 años atrás en el tiempo. El equipo se refiere con ello a artefactos que denotan una “actividad simbólica”, como marcas en objetos o el uso decorativo del ocre, un pigmento.
Sabemos desde hace tiempo que el H. sapiens no ha sido la única especie humana capaz de alcanzar estos niveles de abstracción. Es quizás por ello que el debate en qué medida especies como los neandertales H. neanderthalensis podían haber desarrollado el habla o incluso el lenguaje esté lejos de zanjarse.
En su artículo, el equipo señala que, si bien las “conductas complejas” como los enterramientos y la decoración del cuerpo también pueden asociarse a estas especies, habría sido la nuestra la única en haber llegado a sistematizarlas en toda la población.
En Xataka | Acabamos de encontrar el eslabón perdido de la evolución humana: la primera caja de herramientas de hueso
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