La crisis de los semiconductores no está dejando títere con cabeza. La mayor parte de las compañías que se dedican a fabricar hardware se está viendo afectada por ella en mayor o menor medida de una forma directa, y muchas otras empresas que no producen bienes físicos, o bien desarrollan su actividad en otros sectores, de una manera indirecta.
La última víctima del déficit de circuitos integrados provocado por un incremento de la demanda que los fabricantes de semiconductores por el momento no pueden asumir es Nintendo. Según Reuters esta compañía ha confirmado hoy mismo que la dificultad que tiene para conseguir algunos de los chips que emplea en la fabricación de Switch le ha obligado a recortar un 6% su previsión de ventas para este año fiscal.
Este recorte, además, llega en un mal momento. La campaña navideña está a la vuelta de la esquina, y suele ser la época en la que los fabricantes de consolas reciben un fuerte espaldarazo comercial justo antes de poner fin a su año fiscal (suelen cerrar sus cuentas entre el 1 de enero y el 31 de marzo). Por otro lado no podemos pasar por alto que la última revisión de Switch, la que incorpora la pantalla OLED, ha llegado recientemente a las tiendas con el propósito de dar un empujón adicional a la plataforma.
Que Nintendo se haya visto obligada, al igual que otras muchas compañías, a revisar su previsión de ventas a la baja debido al déficit de semiconductores nos invita a reflexionar acerca de las razones por las que ni siquiera las grandes empresas de la industria tecnológica están consiguiendo capear el temporal. Como explicamos en el artículo que enlazo aquí mismo, esta crisis es el resultado de una tormenta perfecta, pero hay dos factores que parecen estar propiciando que los productores de circuitos integrados estén priorizando la fabricación de determinados tipos de chips.
Los circuitos de alta integración más complejos son los de mayor valor añadido
«El mercado de los semiconductores está viviendo una explosión enorme que afecta a múltiples sectores, pero hay una diferencia muy importante entre la fabricación de semiconductores para procesadores de altas prestaciones o para otras industrias. Los circuitos integrados que hacen falta para muchas de estas industrias imponen requisitos de fabricación menos exigentes que los necesarios para los dispositivos de alta integración, como son los microprocesadores para ordenadores».
La persona que pronunció estas palabras durante la conversación que mantuvimos con ella a mediados del pasado mes de abril fue Jesús Sánchez Paniagua, Director de Consumo para el Suroeste de Europa de Intel. Este ejecutivo conoce bien la industria de los semiconductores, y en una de sus respuestas apuntó algo que nos viene bien recuperar:
«Hay una diferencia muy importante entre la fabricación de semiconductores para procesadores de altas prestaciones o para otras industrias»
«Recientemente nuestro director general, Pat Gelsinger, ha anunciado una batería extensa de respuestas entre las que destacaría una inversión directa de 20 000 millones de dólares para incrementar nuestra capacidad de fabricación. Además, Intel ha anunciado la creación de una división que permitirá a la compañía reforzar su posición como un proveedor para terceros, y que operará tanto en Estados Unidos como en Europa. Esta estrategia nos da una idea precisa de la importancia que tiene para nosotros garantizar una cadena de suministro a largo plazo que no se limite solo a satisfacer los incrementos de la demanda puntuales», nos aseguró Jesús.
Intel no fabrica semiconductores únicamente para sí misma. Al igual que TSMC, Samsung o GlobalFoundries, produce chips para otras compañías. Y en el futuro, como asegura Jesús, esta área de negocio adquirirá aún más relevancia. Los chips de alta integración de los que nos habla Jesús son los más difíciles de fabricar, pero también los que tienen un valor añadido más alto, y presumiblemente los que ofrecen un mayor margen de beneficio a los fabricantes de semiconductores.
En el contexto de déficit de chips actual parece razonable aceptar que si no eres capaz de dar una respuesta a toda la demanda de circuitos integrados que recibes de tus clientes des prioridad a la producción de aquellos que te proporcionan un beneficio más alto. Al fin y al cabo los fabricantes de semiconductores son empresas, y como tales persiguen incrementar sus beneficios.
Además, estas compañías suelen dedicar buena parte de sus recursos a la puesta a punto de nodos de fabricación más avanzados, y la única forma de recuperar lo invertido en ellos consiste en sacarles el máximo partido cuando están listos para iniciar la producción a gran escala. Y, de nuevo, estos equipos suelen emplearse inicialmente para producir microprocesadores de alta integración.
En realidad no se trata tanto de dejar de utilizar los nodos de fabricación menos punteros como de dar prioridad a aquellos de los que derivan mayores beneficios en un contexto en el que la demanda crece y no vamos sobrados de materias primas (lo que está sucediendo con los sustratos ejemplifica este panorama a las mil maravillas).
En cualquier caso, la plausible tendencia a priorizar la fabricación de los microprocesadores más avanzados, que son los que actualmente podemos encontrar, sobre todo, en los smartphones, los servidores, las estaciones de trabajo, los equipos de comunicaciones y los ordenadores, no es la única razón que parece estar condicionando a los fabricantes de semiconductores.
La industria del automóvil ejerce mucha presión sobre los fabricantes de chips
Antes de seguir hacia delante merece la pena que nos detengamos un momento para volver a prestar atención a Nintendo. No han trascendido las razones concretas por las que esta empresa, al igual que muchas otras, no puede abastecerse de los chips que necesita para satisfacer la demanda que previsiblemente tendrá Switch durante la campaña navideña.
Los fabricantes de chips que han recibido más presión son los dos que tienen una mayor capacidad de fabricación: TSMC y Samsung
Sin embargo, es evidente que la raíz del problema es que sus proveedores de circuitos integrados no pueden asumir la demanda de Nintendo a corto plazo. Y esto nos coloca no solo en el camino de los chips de alta integración más complejos de los que acabamos de hablar; también nos invita a reparar en la presión que está ejerciendo la industria del automóvil sobre los productores de semiconductores.
Los fabricantes de coches conocen muy bien el peso específico que tiene este sector en la economía de algunos países, como Estados Unidos, Alemania o Japón, que son las tres naciones que producen más vehículos. Esta es la razón por la que han aprovechado su posición para presionar a los gobiernos con la firme intención de que medien a su favor y les ayuden a conseguir los semiconductores que necesitan para blindar su capacidad de producción.
Los fabricantes de chips que han recibido más presión son, precisamente, los dos que tienen una mayor capacidad de fabricación de los circuitos integrados que utilizan los coches: TSMC y Samsung. De hecho, los gobiernos de varios países los han instado a dar prioridad a la producción de los chips que requiere la industria del automóvil frente a otros sectores que tienen un impacto menor en la economía global.
Ante tanta tensión Mark Liu, el presidente ejecutivo de TSMC, se manifestó hace varios meses: «Nos hemos visto obligados a renegociar nuestro acuerdo con algunos de nuestros clientes a instancia de los gobiernos, que nos han solicitado que demos prioridad a la fabricación de los chips que utilizan los automóviles debido a que son importantes para la economía global», asegura el máximo responsable de la compañía de fabricación de semiconductores más importante del planeta.
Así están las cosas. Y no hay indicios de que el panorama vaya a mejorar. Al menos no a corto plazo. Pat Gelsinger, el director general de Intel, vaticinó a finales del pasado mes de abril que la enorme inversión que es necesario realizar para poner en marcha nuevas fábricas de circuitos integrados y el tiempo que es preciso invertir en este proceso provocarán que el déficit de chips se prolongue durante dos años más, por lo que parece poco probable que el desequilibrio entre la oferta y la demanda que nos ha colocado en esta situación expire antes de 2023.
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