'Gran Turismo 7' es más que un gran juego de conducción: es una carta de amor al automovilismo y su cultura

'Gran Turismo' ha tenido, desde su primera y ya lejana entrega para la primera PlayStation -marca a la que siempre ha estado vinculada en forma de juegos exclusivos que exprimen las posibilidades de cada nueva consola de Sony-, fama de ser una franquicia para muy cafeteros del motor. Sí, es un juego de carreras, la adrenalina y la emoción están presentes, pero solo hay que compararlo con el reciente y también impresionante 'Forza Horizon 5' para ver que hablamos de dos especies distintas, por mucho que en ambos pilotemos un vehículo a toda velocidad.

Ya no es solo que la devoción casi obsesiva por el detalle que siempre ha acompañado a los juegos de la saga de Kazunori Yamauchi marque cada rincón de esta entrega. En la franquicia de Playground Games y Microsoft la diversión, el despiporre y las altas velocidades está por encima de cualquier otra consideración, como siempre lo ha estado en los clásicos de la conducción arcade, de 'Outrun' a 'Burnout', pasando por 'Wipeout'. Pero 'Gran Turismo 7' busca otras emociones más sosegadas.

Y son emociones que se desprenden, precisamente, de ese amor por el detalle: noventa trazados (contando las distintas variantes de sus treinta y cuatro diferentes, repartidos por todo el globo) y un garaje con más de cuatrocientos coches que son, como siempre, réplicas asfixiantemente perfectas de sus modelos. El juego, aprovechando el despliegue técnico que ofrece PlayStation 5, es una auténtica orgía sensorial y referencial para amantes del motor. Habrá quien diga que un catálogo de coches no hace por sí solo un buen título de carreras, pero es esa apabullante obsesión con encapsular la realidad del motor en los detalles lo que luego se transmite a una mecánica a la altura.

Pisa a fondo, pero tampoco te pases

Y esa mecánica es la que también intenta proporcionar una experiencia lo más realista posible. Para empezar, 'Gran Turismo 7' tiene un aliado: el mando DualSense, cuya sofisticada vibración háptica proporciona unas posibilidades de inmersión nunca vistas en el género de conducción, con pequeños matices como las irregularidades de la pista, el impacto de los efectos atmosféricos en la carrocería o, rizando el rizo, la fuerza que otros coches ejercen en nuestro vehículo al pasar a nuestro lado a toda velocidad.

Fiel a la filosofía de la serie, la vibración de los motores y el empuje de los vehículos se traslada a las manos del jugador, en una experiencia que también incluye un afinado de los controles que hace de este 'Gran Turismo 7' uno de los más "jugables" de la historia de la franquicia. Y ojo, que la habitualmente poco precisa conducción usando el propio mando como volante gracias a los sensores de movimiento está más afinada de lo habitual. Esta inmersión se redondea con el audio Tempest 3D y el trazado de rayos, todo un lujo que es también testimonio de la auténtica potencia de la Playstation 5, tan poco explotada a fondo en lo que la consola lleva de vida.

Y en esa misma tendencia de inmersión total, tenemos la necesidad de Yamauchi de no ceder lo más mínimo en la obligación del jugador de repetir los circuitos una y otra vez hasta que encuentre el trazado perfecto, el que depara la primera posición y la marca más baja posible. Solo así se podrán ir desbloqueando más coches y circuitos, que al principio son, como suele ser habitual en la saga, bastante parcos. A lo que se suma la dificultad extra que da a los coches rivales la sofisticada IA Sohy GT (la dificultad también es extremadamente configurable, para que nadie se sienta excluido).

Y esto es solo el arranque de la experiencia, porque aunque se puede simplemente conducir sin más, lo realmente fascinante del juego es adentrarse en sus casi infinitas opciones de configuración: cada elemento del coche, como por ejemplo los neumáticos, pueden ser modificados, cambiados, se puede experimentar con ellos en busca de la combinación perfecta que nos ayude a rascar unas milésimas en ese circuito que se nos resiste. En ese circuito, por ejemplo, en el que la climatología dinámica cambia por completo las condiciones de la pista (y nos obliga a que nosotros cambiemos las estrategias) desde que la empezamos hasta que la finalizamos muchas vueltas más tarde.

Hay más, mucho más que desentrañar en 'Gran Turismo 7, de lo más curioso (el modo Rally de Música, una especie de juego fuera de la competición que nos obliga a competir contra canciones en vez de contra el crono) a lo más esperado (el multijugador, claro, con carreras configurables hasta la extenuación y el modo Sport donde de nuevo se concentrarán los corredores más avanzados del mundo). Pero queremos cerrar con todo un hallazgo: el Café.

El Café es un sistema de misiones muy variadas, que pueden ir desde sacar buenas marcas en determinados circuitos a perseguir la compra de vehículos muy específicos. Al lograr las misiones participaremos en una ruleta donde se pueden ganar premios diversos, mientras el dueño del establecimiento (¡e ingenieros invitados!) nos dan datos sobre el mundo del automovilismo. Lo dicho, 'Gran Turismo 7' es, un año más, una auténtica canción de amor al mundo del motor, pero sigue siendo asombroso que su extraordinaria sofisticación no le reste ni un ápice de pasión.

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