Elegir nuestro modelo ideal de televisor se ha vuelto una tarea mucho más compleja que hace unos años, cuando las "cajas tontas" dominaban las estanterías de las tiendas. Ahora tenemos un montón de marcas, tecnologías, diseños y opciones de todo tipo para escoger, que dificultan e incluso abruman al consumidor poco experto en la materia.
Paneles LED, OLED, resoluciones Full HD, 4K, UHD con y sin HDR, conectividad WiFi o Ethernet, pantallas curvas o planas, en 3D o 2D, múltiples plataformas smartTV y una innumerable lista de funcionalidades inundan las especificaciones de cada modelo. ¿Cómo elegir?, ¿en qué me tengo que fijar para acertar con la compra de mi modelo ideal? A continuación os vamos a indicar los aspectos clave sobre los que reflexionar antes de ir a comprar nuestra nueva tele.
Tamaño y resolución de la pantalla
Lo primero que debemos plantearnos es qué tamaño de televisor y con qué resolución vamos a comprar. La respuesta rápida sería el más grande posible y con la mayor resolución que nos entre en el espacio disponible y que nos permita nuestro presupuesto, pero si hacemos eso puede que no lo aprovechemos al máximo. ¿Por qué?
La respuesta es que la resolución del panel o cantidad de píxeles disponibles debe ir en consonancia no solo con el tamaño de la tele, sino también con la distancia a la que vamos a verlo y con el ángulo de visualización de la misma. Existen múltiples recomendaciones para elegir tamaño y resolución en función de la distancia, aunque una de las más aceptadas es la dada por la SMPTE (Society of Motion Picture and Television Engineers), que aconseja lo siguiente:
- Para resoluciones Full HD (1920x1080 píxeles) la distancia mínima de visionado tiene que ser por lo menos el doble del ancho del televisor y la máxima no debe superar más de cinco veces esa medida.
- Si hablamos de resoluciones UHD (3.840x2.160 píxeles) o 4K (porque no son exactamente lo mismo) estas distancias recomendadas se reducen a la mitad. Es decir, si para Full HD la distancia de visitando óptima eran 2 metros, al instalar un modelo UHD la distancia óptima desciende hasta 1 metro.
También tenemos que tener en cuenta el ángulo con el que vemos la pantalla (con el que abarcamos toda la diagonal o superficie de la misma). Normalmente a partir de 60 grados empezamos a perder percepción cromática y a los 124º dejamos de ver bien con los dos ojos. Por ello la SMPTE propone considerar el ángulo de visionado óptimo como 30 grados. Basándose en esta aproximación, se recomienda que la distancia mínima de visionado sea tres veces la altura del televisor o 1,6 veces la diagonal de una pantalla 16:9.
Tenemos que plantearnos qué tipo de contenidos (DVD, TDT, Blu-ray, 4K, etc.) vamos a ver en nuestra nueva tele
Estas recomendaciones de distancias, tamaños y resolución lo que consiguen es que podamos aprovechar al máximo y de forma general todos los píxeles ofrecidos por la pantalla, siempre y cuando les introduzcamos contenido a la resolución nativa.
Si los vídeos que vamos a ver tienen menos resolución que la del panel, entrará en juego el motor de escalado de la tele y perderemos calidad de imagen.
Por ello, si andamos cortos de presupuesto es recomendable que tras evaluar la capacidad de nuestra sala para instalar por la distancia y el tamaño tanto un modelo Full HD como uno 4K nos replanteemos qué tipo de contenidos vamos a ver de forma habitual. Si somos usuarios solo de la TDT, DVD o Blu-rays y en el medio plazo no tenemos pensado pasarnos al Blu-ray UHD o plataformas de streaming con contenidos en UHD, probablemente un panel Full HD sea lo más eficiente.
Tipo de panel: LED vs. OLED
Una vez que tenemos claro el tamaño y resolución de nuestra nueva tele llega el momento de pensar qué tipo de tecnología queremos para el panel: LED o su hermano vitaminado OLED, que tan buenas expectativas lleva causando en los últimos años pero que no parece terminar de desembarcar en el mercado.
OLED (Organic Light-Emitting Diode) no utiliza sistemas de retroilumniación en la parte posterior del panel, sino que es capaz de encender y apagar los píxeles de forma individual, lo que se traduce en unos negros mucho más puros y realistas con un mejor nivel de contraste, mayor detalles en las sombras y unos colores con una gama cromática mucho más amplia.
También mejora el ángulo de visualización sin pérdida de calidad, sin efecto "ghosting" y permite fabricar modelos mucho más delgados, más eficientes y con menos peso. ¿El problema de OLED? Pues actualmente son tres: no hay modelos de menos de 55 pulgadas, por lo que si necesitas menor tamaño no son una opción para ti, los costes de producción son mucho más elevados y sufre las llamadas "retenciones o quemados" de imagen de forma similar a los antiguos plasma.
Es cierto que este último problema ha ido mejorando con respecto a los primeros OLED lanzados hace un par de años, pero sigue ahí, impidiéndonos dejar una imagen fija durante mucho tiempo sin temor a que su sombra quede estampada en la pantalla. ¿Qué significa esto? Pues que no son los mejores candidatos si lo que pensamos e usarlos como monitor de ordenador o incluso para jugar por largos periodos de tiempo, aunque sí para cine, series y programación convencional.
OLED es un buen candidato para ver cine, pero no para usarlo como monitor de ordenador o jugar habitualmente
En cuanto al precio, los modelos actualmente disponibles de la mano de LG no bajan de los 1.500-1.800 euros en sus versiones más sencillas. Se suponía que 2016 y 2017 sería el punto de inflexión para que la tecnología llegase de forma masiva al mercado, pero como veíamos hace unos días las principales marcas no están por la labor y parece que el desembarco generalizado no llegará hasta finales de 2017 o más bien a principios de 2018.
¿Conclusión? Si queremos comprar un televisor durante lo que queda de año y no tenemos problemas de financiación (más de 1.500 euros), OLED es la mejor opción en cuanto a calidad de imagen se refiere. Por el contrario, si nuestro presupuesto es inferior a 1.500 euros lo mejor es seguir apostando por LED hasta que la tecnología se popularice y entren más marcas en el mercado.
Con o sin HDR y de qué tipo
Otra de las cuestiones que debemos plantearnos al comprar nueva tele es si queremos que cuente con la tecnología HDR (High Dynamic Range) y en caso afirmativo con qué versión. ¿Para qué sirve HDR? Su objetivo es reproducir una gama de luminancia más amplia generando más niveles de intensidad entre las zonas más oscuras y claras de una imagen ofreciéndonos un mayor nivel de detalle. En teoría es capaz de proporcionar negros más negros con blancos más luminosos al mismo tiempo, es decir, sin que unos interfieran en los otros.
Actualmente dos versiones de HDR pugnan por hacerse hueco entre las principales marcas: HDR 10 y Dolby Vision. El primero es un estándar abierto que cuenta con el apoyo de la certificación UHD y que puede ser usado en todos los televisores HDR UHD y los reproductores Blu-ray. Dolby Vision, por el contrario, es un formato propietario de Dolby Laboratories más exigente y que por el momento solo marcas como LG están introduciendo en sus modelos de alta gama.
HDR mejora sustancialmente la calidad de imagen ofreciendo negros más negros con blancos más luminosos al mismo tiempo
La mayor diferencia entre ambas normas viene dada por la profundidad de color y el brillo máximo soportado por el panel. Así, mientras que en Dolby Vision hablamos en términos de color de 12 bits, en 10 HDR la cifra desciende a 10 bits. De esta forma Dolby Vision dispone de 4.096 posibles valores RGB frente a los 1.024 valores para HDR 10, ambos muy por encima de los modelos sin HDR.
En cuanto al brillo, Dolby Vision soporta un máximmo teórico de hasta 10.000 nits (que luego en la práctica se quedan en 4.000 debido a las limitaciones de las pantallas), frente a los 1.000 nits que ofrece el HDR10, ambos muy superiores por ejemplo a lo logrado por los estándares actuales de "solo" 100 nits.
¿Cuál es mejor? Por ahora prácticamente no hay contenidos para poder evaluar este parámetro con conocimiento de causa, aunque teóricamente Dolby Vision sale claramente ganador. Sin embargo, probablemente un usuario convencional no será capaz de distinguir ambos formatos en un uso cotidiano de su televisor.
¿Merece la pena que nuestra nueva tele tenga algún sistema de HDR? Pues sí. Es una característica que mejora la calidad de imagen y que pronto (en un par de años) inundará de contenidos las plataformas en streaming como Netflix además de los formatos como Blu-ray UHD. Sin embargo, contar con HDR puede encarecer notablemente el precio del televisor, así que también tenemos que tenerlo en cuenta si no andamos sobrados de presupuesto.
¿Pantalla curva o plana?
Una vez tenemos clara la tecnología del panel y el tamaño de la pantalla llega el turno de decidir si queremos un televisor plano o uno curvo. Estos últimos resultan muy espectaculares cuando los ves por primera vez en las tiendas o en casa de un amigo durante un rato, pero sus aparentes ventajas quedan difuminadas en los salones de tamaño medio que tenemos la mayoría de usuarios.
En teoría las pantallas curvas mejoran la experiencia del usuario ofreciendo una visualización más realista, ya que la distancia entre nuestros ojos y el televisor es constante en cada punto del panel (siempre que estemos sentados en el centro) pareciendo además que la pantalla es de mayor tamaño. Así se consigue un mayor grado de inmersión al disfrutar de una película, ya que aumenta nuestro campo de visión, emulando cómo percibimos los objetos en el mundo real.
Esto es la teoría y se cumple siempre que el usuario esté centrado con respecto a la pantalla. Pero si no lo estamos o si somos varios espectadores, algo habitual en las familias de más de un miembro, en los extremos no tendremos la misma buena calidad de imagen que en el centro. Además, la curvatura puede aumentar los reflejos en el panel, sobre todo en habitaciones con fuentes lumínicas situadas en los laterales que no podamos apagar o desconectar (como ventanas por ejemplo).
Entonces, ¿no merecen la pena? Pues depende. Si somos solo uno o dos usuarios, podemos controlar bien la luz de la habitación y nos vamos a sentar centrados, una pantalla curva de grandes dimensiones puede mejorar la experiencia de uso. ¿Cómo de grande? Pues lo suficiente como para que al mirarla los extremos de la curvatura abarquen prácticamente nuestro campo visual. Es decir, de nada sirve comprar una pantalla curva de 48 o 50 pulgadas, por muy estética que quede en el salón, si la vamos a ver a 3 metros de distancia.
Conectividad
Las conexiones disponibles en nuestro nuevo televisor son un factor que debemos tener muy en cuenta antes de ir a comprarlo. Para empezar, debemos revisar los dispositivos antiguos que deseamos mantener en funcionamiento (reproductor de DVD, equipo de sonido, media center, videoconsola, etc.) y apuntar qué conexiones analógicas y digitales necesitaremos en nuestra nueva pantalla.
Posteriormente tenemos que reflexionar acerca de si vamos o no a hacer un uso intensivo de Internet y la reproducción de contenidos en streaming, valorando qué tipo de vídeos visualizaremos habitualmente para determinar la velocidad de enlace necesaria. Así, por ejemplo, si nos vamos a comprar un televisor Full HD, probablemente sea suficiente con un puerto Ethernet a 100 Mbps o una conexión WiFi N de 150 o 300 Mbps.
Si por el contrario estamos pensando en una tele 4K en la que veremos vídeos a esta resolución entonces tenemos que intentar que los puertos Ethernet, si es que los tiene, sean Gigabit y las conexiones WiFi del tipo AC. ¿Vamos a usar el móvil para reproducir contenidos musicales o sistemas de sonido externos? Entonces no está de más contar con algún tipo de conexión Bluetooth.
En cuanto a los puertos HDMI, para las fuentes Full HD actuales es más que suficiente con que sean compatibles con la versión 1.4, pero si queremos darle más vida a la nueva pantalla conectando en el futuro un Blu-ray UHD deberemos comprobar que cuente con algún conector compatible con la versión HDMI 2.0a y con el sistema de protección contra copia HDCP 2.2, la última iteración del estándar.
No debemos olvidarnos de que nuestra nueva tele cuente con un generoso número de puertos USB
Con ellos tendremos asegurado el soporte para la nueva tecnología HDR, contenido 4K a 60fps con un ancho de banda de 18Gbps y la posibilidad de manejar hasta 32 canales de audio (en el apartado de sonido hablaremos más de las conexiones de audio). Por último, no debemos olvidarnos de comprobar si el televisor incorpora puertos USB, a qué velocidad, cuántos y dónde están situados.
Serán los que usemos para visualizar contenidos almacenados en discos y memorias portátiles, pero también para grabar programación de la TDT si la tele no cuenta con memoria interna (algo bastante habitual), y para conectar periféricos como teclados, ratones, etc. Por ello debemos asegurarnos que por lo menos cuenta con dos o tres puertos ubicados en un lugar accesible.
¿Panel 3D o 2D?
El 3D para televisores fue una de las características más publicitadas hace un par de años y que ha pasado de puntillas por el mercado sin terminar de calar en el público general. La falta de contenidos de calidad tanto en formatos ópticos como en streaming y por supuesto en la programación convencional han relegado este formato de vídeo a los Blu-rays y poco más.
Si a esto sumamos la incompatibilidad entre formatos activos y pasivos, la necesidad de llevar gafas, la pérdida de luminosidad y nitidez en algunos casos y un sobrecoste a veces exagerado, tenemos que el 3D está en sus horas más bajas y a punto de desaparecer de la industria doméstica del smartTV.
Las principales marcas del sector, con Samsung, LG y Philips a la cabeza, ya han anunciado su intención de no fabricar más modelos compatibles con 3D desde este mismo año. Marcas a las que se sumó el Blu-ray UHD al no incluir entre sus especificaciones la posibilidad de reproducir discos 3D en resoluciones 4K.
¿Qué significa todo esto? Pues que las 3D probablemente van a desaparecer del mercado de los televisores a partir de 2017 (y veremos si también del de los contenidos), lo que implica que puede ser un buen momento para comprar un modelo compatible si tenemos ya una colección de contenidos importante que queramos disfrutar en el futuro, o bien el de ahorrarnos unos euros comprando directamente un modelo 2D si esto de las tres dimensiones no nos hace demasiada gracia.
Sistema de sonido
La tendencia de fabricar paneles cada vez más delgados está haciendo que el tamaño de las cajas acústicas se reduzca hasta mínimos que hacen imposible montar drivers convencionales de dimensiones aceptables. La mayoría de modelos actuales incorporan altavoces de tamaños máximos de unas 2,5-3 pulgadas frente a las 4, 5 o más pulgadas de los antiguos televisores de tubo.
¿Resultado? Tenemos un sonido pobre, con falta de graves, medios-graves y medio-agudos que tienden a distorsionar si subimos mucho el volumen. Es un problema común a la mayoría de televisores actuales, por muchas siglas y especificaciones que afirmen ofrecer, incluso en los modelos de gama alta.
El problema se incrementa con los paneles de menos de 46-50 pulgadas, donde el espacio se reduce todavía más y ofrecen un sonido más pobre que sus hermanos mayores de 50 o más pulgadas. ¿Qué podemos hacer? Pues poco. Lo mejor, si nos gusta disfrutar de una buena sesión cinéfila es dedicar una parte del presupuesto a invertir en un sistema de sonido externo auxiliar, como una barra de sonido o receptor A/V más altavoces.
Para estos casos, como ya hemos comentado anteriormente, suele ser recomendable que la tele incorpore algún sistema de conexión inalámbrico (tanto WiFi como Bluetooth) que pueda enlazar de forma sencilla un altavoz autoamplificado externo o barra de sonido, aunque generalmente será solo compatible con equipos de la misma marca.
Si queremos una mayor compatibilidad con dispositivos de terceros tendremos que asegurarnos que la tele cuenta con alguna salida de sonido óptica o coaxial digital, RCA analógica y una HDMI ARC (HDMI Audio Return Channel), que nos permite reproducir el sonido de nuestro televisor en un sistema de cine en casa sólo y exclusivamente a través de la conexión HDMI.
Por último, algo que debemos comprobar también en el apartado de sonido es que la tele sea capaz de decodificar los formatos de audio que vayamos a usar habitualmente, ya sea desde una conexión en streaming o bien desde una memoria USB. De nada nos sirve grabar una película con Dolby Digital o DTS y que luego el reproductor interno del televisor sea incapaz de interpretar las pistas de sonido, teniendo que recurrir a un media center externo. Esto nos lleva directamente al siguiente punto, el de la plataforma de smartTV elegida.
Plataforma smartTV
Parecía una buena idea cuando hace unos años los fabricantes comenzaron a implementar funcionalidades "smart" en sus modernos televisores. Sin embargo, pese a los grandes avances que hemos tenido desde entonces, a las diferentes plataformas, mejoras en el hardware y software, los sistemas smartTV siguen siendo las funcionalidades que más suelen defraudar al consumidor.
Menús lentos, aplicaciones que tardan en cargar, incluso que se cuelgan, reinicios, incompatibilidades, plataformas cerradas y otras lindezas similares son las que hemos venido sufriendo los consumidores de smartTV en los últimos años viendo con cierta frustración cómo con un pequeño aparato externo de menos de 100 euros hacíamos más cosas y mejor que con nuestro caro televisor de última generación.
A pesar de las mejoras en los últimos años, las plataformas smartTV siguen siendo la funcionalidad que más decepciona al usuario
La situación ha mejorado en los últimos dos años, pero no todo lo que nos gustaría. Actualmente las principales plataformas son Tizen, WebOS, Fire Fox OS y sobre todo Android TV, que parece ser la que se está llevando el gato al agua por la mayor disponibilidad de aplicaciones y funcionalidades de cara a usuarios avanzados.
¿Cuál es mejor? Pues depende de cómo esté implementada y del hardware que haya detrás para moverla, aunque Android sale clara ganadora en cuanto a cantidad de aplicaciones y por lo que parece opciones de futuro. Sin embargo, no debemos confiarnos, ya que el televisor es un dispositivo con una vida útil que habitualmente supera los 5-10 años, por lo que lo más probable es que elijamos la plataforma que elijamos se quede obsoleta al poco tiempo.
Es una de las grandes pegas de integrar la inteligencia dentro del televisor. Las actualizaciones, si las hay, se limitan a los primeros meses o años y posteriormente, como sucede con teléfonos móviles y tabletas, nos quedamos anclados sin posibilidad de incorporar nuevas funcionalidades o de mejorar las ya existentes.
¿Qué hacer entonces? Lo mejor es no obsesionarse e ir a la tienda (o a través de vídeos de Internet) para echar un vistazo a cómo se desenvuelve el modelo de televisor concreto que estamos pensando en comprar. Ver si los menús van fluidos, si cargan bien las aplicaciones, cuáles hay disponibles y si queremos alguna funcionalidad concreta investigar previamente si viene de serie o está en la tienda de apps.
Si pasados unos años vemos que no podemos actualizar y que nos hemos quedado obsoletos siempre podremos adquirir un centro multimedia externo que revitalice las funciones smart de nuestra tele. De hecho, no sería de extrañar que cada vez más fabricantes comiencen a sacar la inteligencia del televisor, como ya está haciendo Vizio para abaratar costes y facilitar futuras actualizaciones.
En Xataka Smart Home | Guía para comprar un televisor
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