Que la alimentación juega un papel clave en nuestra salud es algo que ya sabíamos, aunque se nos suele olvidar. El objetivo de comer sano no es adelgazar o evitar engordar, sino cumplir muchos años y hacerlo con calidad de vida; por eso es tan importante mantener patrones dietéticos estables a lo largo del tiempo. Ahora, un nuevo macroestudio publicado esta semana en la revista Nature Medicine, desvela hasta ocho patrones clave para que una dieta nos ayude a envejecer de forma saludable.
El trabajo, que desarrollado por investigadores de la Universidad de Harvard en colaboración con la Universidad de Copenhague y la Universidad de Montreal, no viene solo a confirmar que el tipo de dieta influye de manera determinante en la salud, sino que identifica hábitos concretos que, además de prevenir enfermedades no transmisibles, promuevan de forma óptima un envejecimiento saludable para la población general.
Es una problemática cada vez más acusada en una población mundial cada vez más numerosa y más envejecida, y que plantea nuevos retos a los países de todo el mundo a medida que aumenta la esperanza de vida de sus habitantes, también en los países menos desarrollados. Una población anciana pero sana gana en calidad de vida y no supone un gasto añadido a los recursos de su país, cuyo gasto en sanidad y cuidados de la tercera edad se están disparando.
"Los estudios han investigado previamente los patrones dietéticos en el contexto de enfermedades específicas o cuánto tiempo viven las personas. El nuestro tiene una visión multifacética", comenta Frank Hu, coautor del trabajo. "¿Cómo afecta la dieta a la capacidad de las personas para vivir de forma independiente y disfrutar de una buena calidad de vida a medida que envejecen?".
Los investigadores examinaron las dietas y la salud de más de 105.000 mujeres y hombres de 39 a 69 años en el transcurso de 30 años. Para ello, analizaron cuestionarios que calificaron según se adherían a ocho patrones dietéticos considerados como los más saludables: el Índice de Alimentación Saludable Alternativa (AHEI), el Índice Mediterráneo Alternativo (aMED), los Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión (DASH), la Intervención Mediterránea-DASH para el Retraso Neurodegenerativo (MIND), la dieta saludable basada en plantas (hPDI), el Índice de Dieta de Salud Planetaria (PHDI), el patrón dietético empíricamente inflamatorio (EDIP), y el índice dietético empírico de hiperinsulinemia (EDIH).
Traducido a un lenguaje más de andar por casa, dichas dietas saludables se identifican con una alimentación rica en frutas, verduras, cereales integrales, grasas insaturadas, frutos secos y legumbres; algunas también incluyen una ingesta baja o moderada de alimentos animales saludables como el pescado y ciertos lácteos. Paralelamente, se evaluó el consumo de alimentos ultraprocesados, ricos en azúcares añadidos, sodio y grasas poco saludables.

Aunque este trabajo toma como objeto del estudio a población estadounidense, con un estilo de vida y de alimentación muy concreto y que puede alejarse de la dieta mediterránea, atlántica europea o asiática -aunque cada vez menos-, los expertos coinciden en que las conclusiones son extrapolables a cualquier población del mundo.
"Nuestros hallazgos sugieren que los patrones dietéticos ricos en alimentos de origen vegetal, con una inclusión moderada de alimentos saludables de origen animal, pueden promover un envejecimiento saludable en general y ayudar a dar forma a las futuras pautas dietéticas", afirma la española Marta Guasch-Ferré, profesora asociada del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Copenhague y coautora del estudio.
Además, el trabajo apunta otra conclusión interesante. "No existe una dieta única para todos. Las dietas saludables se pueden adaptar para satisfacer las necesidades y preferencias individuales", añade, Anne-Julie Tessier, profesora asistente del Departamento de Nutrición de la Universidad de Montreal, algo en lo que coincide Guasch. “Es importante que esta dieta se pueda adaptar cultural y socialmente al contexto de quien la adopte“, apunta en una entrevista a El País.
¿Cuándo hay que adoptar estos patrones dietéticos para alcanzar esa vejez saludable? Cuanto antes, mejor. La buena noticia es que nunca es demasiado tarde para adoptar buenos hábitos. “Si cambias la forma de comer a los sesenta, es probable que algo notes a los setenta”, señala Guasch. La mayor dificultad en retrasar ese cambio de hábitos es, precisamente, lo que cuesta modificar nuestras rutinas cuanto más mayores nos hacemos.
Imágenes | Freepik/gpointstudio