El Flak 88 fue un alarde de la ingeniería militar del siglo XX. Y también una pesadilla. Todo depende de la perspectiva y sobre todo el bando desde el que se analice la historia de este mortífero cañón alemán que destacó como una de las grandes bazas armamentísticas de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que sí está claro es que España jugó un papel tan inesperado como decisivo en su desarrollo. Y la razón es muy sencilla: fue aquí, durante la Guerra Civil, donde demostró su superioridad y potencial para destruir tanques enemigos.
Un arma mortífera con una historia fascinante.
¿Qué es Flak 88? "Flak" es en realidad un diminutivo, una contracción de la palabra alemana Flugabwerhkanone, que significa "cañón antiaéreo". Lo de 88 le viene de 88 milímetros. Que su nombre haya pasado a la historia y figure entre el armamento más emblemático de la Segunda Guerra Mundial se explica en buena medida por su potencia, que lo convirtió en un valioso recurso para Alemania. Su capacidad le permitió incluso expandir su enfoque inicial: se diseñó como pieza antiaérea, pero no tardó en mostrar que era igual de efectivo contra tanques.
¿Cuáles eran sus características? El National Museum of Military Vehicles (NMMV) de Estados Unidos aclara, de entrada, que si bien suele hablarse de Flak 88, en general, en realidad a lo largo de los años se desarrollaron varias versiones de 88 mm: el Flak 18, 36 o 41, por ejemplo, que fueron modificando algunas de sus características. NMMV calcula que se construyeron más de 18.000 88 mm antes y durante la guerra. En cuanto a su potencia, hay quien asegura que podía perforar hasta 90 mm de blindaje a una distancia de más de 1.800 metros.
¿Cuál es su historia? Para entender el papel del Flak 88 antes hay que comprender el rol cada vez más importante que fueron adoptando los aviones en las guerras durante los primeros años del siglo XX, tras su demostración pionera a finales de 1911 en la guerra italo-turca. A lo largo de la Primera Guerra Mundial el uso de aeronaves para bombardear objetivos enemigos ganó peso, lo que obligó a idear sistemas antiaéreos, dispositivos toscos en un inicio pero que se volvieron más complejos a medida que se desarrollaba la propia tecnología aérea. En ese contexto las compañías Krupp y Ehrhardt diseñaron cañones de 8,8 cm.
Tras la Gran Guerra se prohibió a Alemania crear cañones antiaéreos pero eso no impidió que firmas como Krupp se las apañasen para aliarse con otros fabricantes europeos, como, en su caso, la sueca Bofors. Gracias a esa treta diseñó y fabricó en secreto el 8,8 cm Flugabwehrkanone 18, alias "Flak 18". Y no, lo del número no es una errata. Como explica Tanks Encyclopedia, se le asignó el 18 para hacer creer a Francia y Gran Bretaña que lo que tenían entre manos era un diseño antiguo. Para 1933 ya estaba listo. Poco después Adolf Hitler anunció el rearme alemán.
¿Se siguió fabricando? Sí. Para finales del 38 se calcula que había ya más de 2.300 y la producción continuó a buen ritmo a lo largo de los primeros años de la década de 1940, ya en plena Segunda Guerra Mundial. También se perfeccionó el diseño con el Flak 36, que se adoptó oficialmente en 1939, o el Flak 37, de 1942.
Entre medidas los poderosos cañones antiaéreos alemanes vivieron, eso sí, un episodio que resultaría clave para su desarrollo posterior. Uno que no afrontaron lejos del Tercer Reich, en España. Como parte de la ayuda prestada por Hitler a Francisco Franco, a finales de 1936 el bando nacional recibió unidades de los cañones de 8,8 cm que se usaron para formar el batallón antiaéreo F/88.
¿Y por qué fue importante? Porque demostró el potencial de los cañones de 8,8 cm. Tanto para abatir aviones como —y esto es es especialmente interesante— contra tanques, una posibilidad que hasta entonces se había subestimado.
Los cañones Flak 88 eran poderosos, pero —recuerda Tanks Encyclopedia— los oficiales germanos los miraban con recelo cuando valoraban opciones para atacar blindados. De hecho conservamos uno de sus documento de 1935 con una relación de cañones antitanques en el que ni siquiera se menciona al famoso Flak. La razón: su cañón ofrecía potencia de fuego, sí, pero era grande y pesado y había opciones que el ejército nazi creía más interesantes como el Pak 36 de calibre 3,7 cm.
¿Para qué sirvió la Guerra Civil? Para impulsar el uso del 8,8 cm. La contienda española cambiaría esa imagen y demostraría el provecho que podía sacarse a los cañones de 8,8 cm, también contra objetivos terrestres. El uso que se le dio en España fue valioso y hubo oficiales como Ritter von Eimannsberger que abogaron por sus beneficios contra tanques. La nueva versión Flak 36 de adoptó de forma oficial en febrero del 39, a punto de finalizar la guerra civil española.
La experiencia fue lo suficientemente convincente como para que en el 38 la Agencia de Armas del Ejército Alemán (Heereswaffenamt) pidiese que se adaptara el Flak 18 para su uso terrestre, lo que exigía pensar una forma de desplazarlo con facilidad. Su papel acabaría resultando relevante en África y operaciones como Battleaxe, en el 41, en la que los alemanes destruyeron decenas de tanques.
¿Por qué se recuerda el Flak 88? Por su letalidad, de la que daba buena cuenta el carrista Robert Watt, del 3er Regimiento Real de Tanques británico (3 RTR), durante el documental 'Grandes batallas de tanques-El Alamein': "Cuando usaron el cañón de 88 como antitanque nos vimos en el bando perdedor”.
No es el único que se expresa en términos parecidos. El diario ABC recoge la reflexión de un buen conocedor de la Segunda Guerra Mundial, el investigador e historiador militar inglés Antony Beevor, quien se expresa en términos similares: "Las tripulaciones de carros británicas y americanas tenían muchos peligros a los que temer. El antiaéreo de 88 mm, usado contra objetivos de tierra con puntería terrorífica, podía acertarles incluso a una milla de distancia". Su efectividad lo convirtió en un arma popular. Tanto, que su cañón se adaptó y extendió.
Imágenes: Falcon® Photography (Flickr), Tormentor4555 (Flickr) y Wikipedia
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