Un amigo me contaba que hace poco había disfrutado de la mejor cena de su vida. No tanto por la comida (que estuvo bien) o por el vino (no tanto), sino por la compañía. "Una mujer fantástica" me explicaba, "inteligente, divertida, mordaz, guapísima". El único defecto que tenía esta fabulosa fémina, me confesó, es que "estaba enamorada de otro hombre" (algo que, por desgracia, es una constante en la vida de mi amigo).
El mismo día yo había padecido un almuerzo horroroso. Tres fuegos habían aparecido a la vez en el trabajo y tocaba bajar a la tienda de abajo por plato de comida para llevar compuesta de un pescado con sospechoso sabor a plástico y un arroz que parecía haber disfrutado de una vida amplia tras haber sido cocinado. Mi postre consistió en comer delante del ordenador acabando presentaciones y respondiendo correos, algo que, aunque parezca lo contrario, mejoró la experiencia del banquete: hizo más fácil abstraerse del mejunje fatal que me tocaba.
Cuento todo esto no para animar una catarata de comentarios acerca de qué pinta mi vida en Xataka, sino porque vamos a hablar del futuro de la comida, de los productos tipo Soylent o Joylent y el primer lugar común en el que vamos a no estar de acuerdo es en lo felicísimo que es siempre yantar y el estupendo acto social que es. Bueno, como veis, en este particular "a favor / en contra", mi postura es discutir todo lo que mi compañero Javier Penalva ha defendido.
Vivan las relaciones contra natura
Hay varias objeciones que se repiten cada vez que se plantea el tema, sea ante un público interesado en nutrición, sea en otro aficionado a la tecnología. A saber: se atrofiará nuestro sistema digestivo, a ver si no absorbemos los nutrientes igual, acabaremos con las plantas y además es que esto va contra nuestra naturaleza de seres masticadores de otros seres vivos.
Todas se pueden englobar en "no es natural", no hemos evolucionado para de adultos alimentarnos como bebés (con líquidos, en algunos casos procedentes también de polvos) y, como en otras categorías, se sospecha de lo artificial en contraposición a la - se supone - superioridad de lo natural. Sin embargo no dejaría de llamar la atención sobre algunos aspectos: nuestra alimentación es en muchos casos lamentable (en países más desarrollados hay mucha obesidad, en no desarrollados sigue habiendo hambrunas aunque estemos mejorando mucho) a la vez que hay una discusión sobre lo sostenible que el crecimiento en población y la incorporación de cientos de millones a un estilo de vida con más proteínas.
Antes de disparar contra lo artificial subrayaría alguna que otra obviedad, las medicinas que nos salvan y alargan la vida no son "naturales", como no lo son muchos conservantes que permiten mayores tiempos de vida (y también precios menores) en la alimentación, como no lo es tener un ordenador para leer webs y discutir en los comentarios u operarnos de apendicitis. De hecho esta corriente de comida en polvo para las masas no es una gran innovación dietética, sino un cambio en la presentación y comercialización de lo que hacía el suero médico. Sí, ese tan artificial que nos ayuda a seguir vivos cuando no podemos comer.
Forever alone
En mi caso, siguiendo esta línea argumental, la evolución ha provocado en mi la pasión por la fabada asturiana y las palmeras de chocolate. Por supuesto, no esperaba encontrar la misma experiencia en los batidos de Joylent sabor plátano (no es el que recomendaría, dicho sea de paso, pero me equivoqué en el pedido y me han llegados todos de él) que he estado tomando las últimas semanas.
No me he vuelto loco a tomar batidos, de hecho no he bebido más de uno al día y además sospecho que será su mayor valor al principio salvando a la gente a la que no le gusta comer. Vario días mi cena o mi desayuno han consistido en un batido, con lo que he conseguido ahorrar tiempo en preparar la comida y limpiar cacharros, dinero en algunos casos (el precio por ración se queda alrededor de 1.7 euros y es de preveer que con más volumen de ventas vaya hacia abajo), me he alimentado bien (quien haya visto algunas de mis apariciones en los vídeos de Xataka sabrá que me he puesto ligeramente fuertecito) y, por asombroso que parezca, no me he convertido en un ermitaño alienado.
Que sí, que yo también suscribo que disfrutar de la comida es disfrutar de la vida, que comer con amigos es la mejor celebración de la amistad (por favor, soy andaluz, eso significa que medio me he criado en bares) y que no abogo por el fin de la paella del domingo ni nada parecido. Mi resumen es que en la vida que llevo a veces mis comidas no son tan maravillosas, que en ocasiones prefiero ganar tiempo para mí y para mi familia y que en este tema de comer polvos la cosa no tiene por qué ser blanco o negro.
PS: releyendo el titular del artículo, "Coma usted polvo, que yo estoy a favor", me ha preocupado dar la impresión de que pretendo a los demás decir qué tienen que hacer como si mi criterio fuese relevante hasta ese extremo. Nada más lejos de mi intención, apenas una pequeña dosis de provocación para invitar a leer el otro y muy minoritario punto de vista sobre el asunto.
PPS: yo he tomado Joylent, pero tengo que reconocer que la gente de Soylent se ganó un punto conmigo con la ironía de su nombre... que viene de una película de ciencia ficción con Charlton Hestos y no digo nada más para no destripar.
Foto Arpit Gupta
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