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Tiene Amaia la más exacta proporción de aniñada delicadeza, innato virtuosismo, traviesa atracción y diabólico talento. Y, uno a uno, fueron todos brotando, a fogonazos, con la inconsciencia de quien simplemente los tiene, en las casi dos horas de concierto que regaló en el Movistar Arena de Madrid como segunda parada de su gira Si abro los ojos no es real.
Si había que tocar el piano, la guitarra o el arpa, ahí estaba la virtuosa musical que ya había mostrado hace ocho años en su paso por OT. Si había que agradecer, casi con rubor, el llenazo del enorme recinto madrileño o recoger un ramo de claveles que alguien le había tirado del publico, ahí surgía esa niña inocente y pura. Si había que bailar con ese estilo inclasificable en género alguno, ahí estaba esa traviesa picardía. Y, si había que reventar Madrid, ahí estaba el reencuentro con Aitana. Pero ahí ya llegaremos.
Porque, con estricta puntualidad, rompió la oscuridad del recinto la delicadísima voz de una Amaia al piano con Visión, arranque de su ultimo disco. Con un infantil vestido rosa, encaró en solitario y al galope Tocotó y no fue hasta el final de la misma que los presentes se atrevieron a respirar -y aplaudir- por primera vez. Como si cualquier sonido solo pudiera romper la atmósfera de quien estaba sobre el escenario.
Fue ahí cuando aparecieron los primeros músicos para interpretar Magia en Benidorm y también cuando la navarra se dirigió por primera vez a su póblico. "Esto para mí es muy fuerte, gracias por haber venido, estoy muy contenta. Se os ve impresionantes, estáis para foto", aseguró tirando nuevamente de inocencia antes de una versión en solitario de Quiero Pero No."Llevo cuatro canciones y estoy agotada, pero voy a seguir", incidía esa aniñada Amaia, que para cerrar el primero de los cuatro actos del espectáculo tenía preparados La vida imposible tocando el teclado; Dilo sin hablar, subida a lo alto de un púlpito, y una preciosa versión de Nanai al piano fusionado con La tarara de Lorca e imágenes de un videojuego que acabaron en una bola de fuego que cubrió el escenario.
Para el segundo de los actos, la cantante puso sobre el escenario, encerrada en una cápsula, una orquesta formada exclusivamente para este concierto que la acompañó en su versión de C'est la vie. Tras unas pequeñas gárgaras, nuevamente al piano versionó Aunque parezca mentira y cualquier asomo de posible parecido con la versión original fue un espejismo. La voz de Amaia, casi de folclórica, retumbaba por el Movistar Arena con el clásico de Papá Levante ante el silencio que solo rompió la primera gran ovación.
Fue ese el momento elegido para la parte más emotiva del concierto de la mano de Auxiliar, Ya está -tocando el arpa- y Santos que yo te pinté que obligó al público a encender las luces de los móviles y moverlos al ritmo de la música. Siguió la misma tónica el inicio del tercer acto con su versión de Fantasma y Despedida. "El año pasado se murió mi abuela, contentísima. Murió de la mejor manera que se puede, rodeada de su familia. Ojalá morir así", explicó Amaia, que llamó a sus fans a "celebrar la muerta porque es algo precioso".
Sumando un nuevo elemento al show, apareció en el escenario un coro, mayormente femenino, para encerrar a la cantante en una estrella durante Yo invito. Momento en el que un ramo de claveles rojos apareció a sus pies. "Las voy a dejar en el piano para que adornen un poco", aseguró Amaia dirigiéndose a quien se las había lanzado desde primera fila. Acompañada del coro, interpretó El relámpago y el público rompió a bailar con ese sonido sesentero de Nuevo verano.
Ya con la fiesta en alto, fueron llegando las disfrutables M.A.P.S, Giratutto y El Encuentro, en una versión un tanto descafeinada por la ausencia de la segunda voz de Alizzz que sí la acompañó en sus dos conciertos previos en Sant Jordi de Barcelona. Así se encaraba la recta final de un espectáculo que apuntaba a acabar en solitario la cantante de Pamplona. Cuando sonaron los primeros acordes de La canción que no quiero cantarte arrancó la voz de Amaia y, acabada la primera estrofa, fue ella misma quien gritó: "Aiiiiiitaaaaana".
Y el Movistar Arena reventó con el reencuentro de las dos grandes estrellas surgidas de la edición 2017 de OT. Ni siquiera se oían sus voces por encima de una multitud que coreaba cada sílaba de su tema conjunto y que ambas cerraron con el estribillo de Ave María de Bisbal. "Que ilusión, estoy hasta nerviosa, hacía mucho que no nos veíamos, tía", soltó una emocionada Aitana. Y como si de un flash back a hace ocho años, encerradas en la Academia, se tratara volvió a brotar una de esas conversaciones espontáneas que semana a semana mantenían las dos.
Aitana flipaba porque Amaia llenase el Movistar Arena. Y la respuesta de la navarra fue tan espontánea como solo podía salir de ella: "Pues tú ni te cuento, guapa". Cuando la catalana abandonó el escenario, Amaia hizo el comentario que todos pensaban: "Y a ver que hacemos ahora". Porque lo lógico es que nada tuviera sentido a partir de ese momento. Salvo con ella sobre el escenario.
Aún hubo tiempo para un nuevo homenaje a Lorca con una versión preciosa de Zorongo Gitano, que dio paso a una no menos bonita Yamaguchi y al gran éxito de su último disco, Tengo un pensamiento. De cierre, como resumen de todo lo que había pasado en las casi dos horas de concierto, Amaia convirtió en una fiesta el Movistar Arena con Bienvenidos al show.
Y, sin renunciar a esa aniñada inocencia, se fue como si todo esto no hubiera pasado. Como si fuera lo mas normal. Cosas del innato virtuosismo.