Hace casi 50 años Intel presentaba su Intel 4004. Aquel chip cambió la informática para siempre, porque fue el primero de una larga familia de procesadores que sobre todo con el Intel 8086 de 1978 acabaron definiendo la informática personal en las siguientes décadas.
Aquel procesador definió la arquitectura x86 que ha dominado el panorama en PCs y portátiles durante años, pero ese dominio se tambalea ahora ante la promesa de Apple y sus chips M1 basados en la arquitectura ARM. Tanto es así que hasta Microsoft parece estar ahora diseñando sus propios chips ARM, y ese es el mejor indicio de que la informática podría no ser lo que era muy pronto.
ARM conquistó primero los móviles...
ARM ya dominaba el mercado de los móviles cuando el primer iPhone se puso a la venta: en 2007 el 98% de los dispositivos móviles ya contaban con una CPU basada en dicha arquitectura, pero fue el dispositivo de Apple el que planteó la explosión de la movilidad.
La empresa de Cupertino pronto detectó lo importante que era tener un SoC propio para sus dispositivos: el primer iPad de 2010 brilló por la integración entre otras cosas del primer SoC de Apple, el A4, y allí se iniciaría una carrera que ha dado un salto singular con el lanzamiento de los Apple M1 para sus equipos portátiles y de sobremesa.
Por el camino se ha visto cómo no solo Apple, sino otros fabricantes han apostado por diseños propios basados en las propuestas de ARM y las han aprovechado para conquistar parte de ese atractivo segmento de la movilidad.
Qualcomm y MediaTek son grandes proveedores de este segmento para todos los que no tienen chips propios, pero ha habido grandes tecnológicas que han trabajado también en ellos, y aquí tanto Samsung con sus Exynos como Huawei con sus Kirin son claros ejemplos de esa ambición por contar con chips cada vez más avanzados y más adaptados a los dispositivos que los usan.
Todos esos diseños han estado durante estos años destinados a dispositivos móviles y también a ciertos electrodomésticos, pero salvo en contadas ocasiones los chips ARM no parecían poder (o querer) competir con los microprocesadores orientados a PCs y portátiles.
Intel y AMD dominaban ese segmento sin problemas, y todos parecían contentos con el reparto. Ni unas se metían (demasiado, aunque vimos móviles y tabletas con micros x86) en el mercado de la movilidad, ni las otras se metían (demasiado, porque hemos visto portátiles y convertibles ARM) en el segmento de la informática personal.
Hasta ahora.
... y ahora va a por PCs y portátiles
El runrún llevaba tiempo sonando. Los procesadores que Apple integraba en sus iPhone e iPad eran cada vez más potentes y diversos benchmarks y análisis independientes venían dejando claro que esos SoC ARM ya eran tan potentes como algunos procesadores x86 que encontrábamos en aquella época sobre todo en ultraportátiles.
La aparición de un Mac basado en uno de esos chips era inevitable, y el anuncio de esos equipos llegó este verano, cuando Apple desveló el lanzamiento del M1, un SoC que le ha dado la vuelta a la tortilla y ha demostrado con su rendimiento y eficiencia que esta arquitectura tiene (mucho) sentido en el mundo del PC al que casi nunca se había acercado.
Hasta Qualcomm reconocía la relevancia de ese lanzamiento aunque sin conceder demasiados piropos al M1. Su presidente, Cristiano Amon explicaba que ese chip de Apple "validaba su creencia" de que los chips móviles pueden dar el salto al escritorio.
Precisamente Qualcomm tiene desde hace tiempo algunas manzanas en esa cesta. Su alianza con Microsoft en el desarrollo de ultraportátiles basados en chips ARM con Windows 10 precompilado para esta arquitectura ha dado ya sus frutos con productos como el Surface Pro X, pero en ningún caso la propuesta de estos dos gigantes se ha acercado a la que Apple ha mostrado con los M1.
El reto de Microsoft no es diseñar un chip, sino solucionar las limitaciones de Windows 10 ARM
El impacto del lanzamiento del Apple M1 parece estar provocando la reacción de algunos gigantes: estos días conocíamos la aparente intención —no confirmada oficialmente— de Microsoft por diseñar su propio chip ARM. Ese chip estaría destinado especialmente a los servidores que usa en su infraestructura en la nube, Azure, pero el rumor también hacía sitio para una potencial versión de esos chips para sus equipos Surface.
El dato es desde luego llamativo, pero choca con la filosofía de una empresa que ha preferido no meterse nunca en esos jardines. Es cierto que ha realizado pequeñas incursiones colaborando con fabricantes de semiconductores: lo ha hecho recientemente con los chips "personalizados" de las Xbox Series S/X en colaboración con AMD o los procesadores SQ1 y SQ2 de sus Surface Pro X.
Sin embargo parece difícil pensar en una Microsoft que se acerque a Apple en esa concepción vertical y de "control total" de sus dispositivos, sobre todo porque Microsoft lleva años trabajando con partners a los que probablemente "traicionaría" al crear su propio chip. Parece por tanto mucho más razonable pensar en que efectivamente planteee esos chips para sus servidores y no tanto para equipos que puedan suponer hacerle la competencia a socios con los que ha estado trabajando durante años.
Puede que veamos no obstante algún Surface basado en esos hipotéticos chips, sin duda, y será muy interesante ver qué puede dar de sí Microsoft en ese terreno, pero a priori el problema y el reto no es ese: es lograr que Windows 10 y todo su ecosistema software funcione en estos chips como lo hace en los chips x86/x86-64.
Ese ha sido precisamente uno de los obstáculos que han frenado el avance de los primeros convertibles basados en chips ARM fabricados por Qualcomm. El hardware, sin ser espectacular, cumplía sobradamente: el software, no. Entre otras cosas por la incapacidad de emular aplicaciones x86-64, una limitación que ahora ha comenzado a corregirse con la última versión de este sistema operativo.
¿Qué necesita aquí Microsoft? Un esquema como el que plantea Apple, que ha logrado que las aplicaciones "legacy" de los Mac Intel se ejecuten (salvo raras excepciones) en los Mac M1 de forma transparente gracias a Rosetta 2. Esa capa de emulación invisible logra que para el usuario del Mac lo que haya por debajo no importe.
El rendimiento de esas aplicaciones heredadas es inferior al de las aplicaciones nativas, pero no importa porque aún así funcionan de forma notable y eso da margen de maniobra a los desarrolladores para preparar versiones nativas para los chips 'Apple Silicon', tanto el M1 como sus sucesores.
Microsoft debería por tanto garantizar esa transparencia que ahora su Windows 10 ARM no muestra. La situación es decente, pero tiene que mejorar mucho para que al final ocurra lo mismo que en los actuales Mac: que prácticamente no importe —salvo en casos concretos— si estás usando aplicaciones x86 o aplicaciones ARM.
Si Microsoft soluciona ese problema, puede que efectivamente asistamos a una nueva era de la informática. Una en la que por cierto, Intel —que desde hace tiempo anda dormida en los laureles— y AMD podrían quedar heridos de muerte. Esa, por cierto, es otra historia.
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