Contaba Rowan Atkinson que la idea de crear Mr. Bean le vino un día que, muy lejos de su Inglaterra natal, se encontró una tienda con camisetas, discos y merchandising de grupos de música anglosajones, pero ningún humorista. ¿Qué tenía la música que era capaz de traspasar culturas como si nada? ¿Se podía hacer similar con la comedia?
Su respuesta fue apostar por la comedia gestual y, a la vista de los resultados, no le fue nada mal. Pero la pregunta de Atkinson por lo que se escondía detrás de la música ha estado siempre ahí. Durante siglos, muchos expertos han defendido que la música era un universal humano sin tener ni una sola referencia que lo justificara. Ahora, por fin, tenemos una idea de lo que une a los traperos, Montserrat Caballé, la música popular bosquimana y Juanito Valderrama
Este estudio vamos a empezarlo con altura
Parece una pregunta sencilla, pero para responderlas Samuel Mehr (Harvard), Manvir Singh (Harvard) y Luke Glowacki (PennState) necesitaban una base de datos musical sin precedentes. Algo que atravesara culturas, sociedades y gustos musicales particulares sobre el que poder dibujar una cartografía lo más precisa posible.
Durante más de cinco años han rebuscado en audiotecas, archivos y colecciones privadas de todo el mundo. Han conseguido información de 315 sociedades distintas, más de 5.000 piezas etnomusicales diferentes de más de 30 regiones geográficas de todo el mundo.
Las conclusiones confirman sus sospechas iniciales, la música impregna la vida social de manera similar en todo el mundo. Pero eso solo era el principio. Con esa base de datos tocaba codificar toda la discografía en docenas de variables: desde detalles de cantantes a el contexto que se usa pasando por la hora del día en que se cantaba o el público al que se le solía interpretar.
El flautista de Hame... literalmente de todos sitios
El trabajo ha dado sus frutos: descubrieron que en todas las sociedades la música se asocia a cosas como el cuidado infantil, la curación, la danza, el amor, el duelo, la guerra o los rituales. Y eso pese a que cosas como lo que entendemos como "amor" o "guerra" sean cosas radicalmente distintas en las sociedades desarrolladas contemporáneas y en las comunidades nómadas del Amazonas.
Por eso resultó tan llamativo que, por ejemplo, todas las nanas o todas las baladas de amor tuvieran características similares. Para confirmarlo pusieron las canciones a unos 30.000 oyentes y descubrieron que eran capaces de averiguar qué tipo de canciones estaban escuchando independientemente de dónde el lugar donde hubiera sido compuestas.
Esto confirma algo que mucha gente llevaba defendiendo, que de alguna forma la música es un patrimonio humano transcultural. Para los investigadores, los patrones profundos de la música demuestran que la cultura humana en todas partes está construida a partir de componentes psicológicos comunes.
Imagen | John Pratt
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