Apenas 9 Lamborhini Revuelto se producen cada día en la fábrica italiana de la compañía
El cuidado y mimo por los detalles es casi enfermizo dedicando tres meses a cada unidad
Nos ponemos en situación: Via Modena 12, Sant’Agata Bolognese.
Hemos tocado, nos hemos subido y hemos pisado el pedal del acelerador a fondo de los Lamborghini Countach, Diablo y Murciélago. Si no sabes de lo que hablo, te recomiendo que eches a un vistazo a este viaje al pasado de los Lamborghini V12, donde pudimos conocer parte del pasado de la marca. Los antepasados del Lamborghini Revuelto.
Porque para eso estamos aquí, en la casa de la compañía del toro.
Delante de nosotros, un enorme edificio blanco con unas elegantes letras negras parece un hormiguero de personal que luce con orgullo la palabra Lamborghini. En un polo, unos pantalones, en los bolsos y mochilas. Los trabajadores, uniformados, entran en una de esas cadenas productoras donde se prima lo artesanal por encima de lo mecánico.
Apenas unos metros separan a los curiosos que entran al museo para conocer la historia de la marca de las puertas por las que salen los vehículos más avanzados de la compañía. Superdeportivos que superan, en muchos casos, la barrera del medio millón de euros.
Aquí, señores, se fabrican los superdeportivos de la compañía.
Todo parte de la fibra de carbono
“Está impoluto, todo está impecable”. Son las primeras palabras que afloran a nuestra boca cuando superamos la primera puerta.
Lo cierto es que, si entramos en cualquier fábrica moderna, las instalaciones están extremadamente limpias. Es algo que sorprende cuando se acude por primera vez a una cadena de producción de coches. En el imaginario colectivo persiste la imagen del operario lleno de grasa. Eso ha quedado muy lejos y ahora todo son grandes robots que crean, manejan y desplazan piezas enormes. Trabajo para el que se requeriría un buen número de empleados y en el que un robot apenas invierte unos segundos.
La impresión de la extrema limpieza en la fábrica de Lamborghini es, precisamente, por la ausencia de robots. La cadena de montaje de cualquier marca generalista tiene como hilo musical un ruido constante de máquinas, un ajetreo frenético de vehículos que no se detienen y donde cada segundo cuenta.
En Sant’Agata Bolognese se respira cierta tranquilidad. Los tiempos productivos están ahí pero mientras que en la Gigafábrica de Tesla en Berlín sale un coche por sus puertas cada 45 segundos, en la casa de Lamborghini hay que apostarse durante más de media hora para ver uno completamente terminado.
Lo ideal, apuntan desde la marca, es que un Lamborghini Revuelto entre en la cadena de producción cada 34 minutos. El margen de error es amplísimo. Se calculan entre tres y cuatro minutos en algunas de las etapas del proyecto. Apenas nueve coches salen por la puerta cada día. Carlos Tavares tendría sudores fríos de solo pensarlo.
Y es que el mimo y la dedicación es clave en un coche que parte de los 420.000 euros pero que, a la hora de la verdad, el cliente desembolsa por él mucho más dinero. “Por norma general, ninguno de los coches que sale de aquí cuesta eso. Las ventas nos dice que el cliente, como mínimo, se deja 40.000 euros en extras. De ahí, lo que él quiera”, nos explican desde la marca.
El mejor ejemplo es el Lamborghini Revuelto que nos esperaba en la puerta al final de nuestro viaje. Presentado en el concurso de elegancia de Monterey, estamos ante un one off o, como la marca denomina, un Opera unica. Una de esas unidades que por su dedicación disparan un precio que, directamente, no conocemos. En este caso, solo en la pintura se dedicaron 475 horas.
Pero volvamos al inicio. Aunque entramos directamente a la cadena de montaje, un Lamborghini Revuelto nace mucho antes. Para empezar, en el concesionario de la marca, donde se nos informará que podemos ir olvidándonos si queremos tener el coche antes de 2026. El tiempo de espera supera ampliamente el año de espera.
Parece lógico en un coche que necesita más de tres meses para fabricarse. La línea de montaje, que emplea tres semanas para ensamblar cada unidad, es de hecho la recta final del proyecto. Sólo para construir el monocasco de fibra de carbono y tener listas todas las piezas que formarán el esqueleto del vehículo se necesitan 10 semanas.
En ese tiempo, la división encargada de producir la fibra de carbono se esmera para que ningún detalle arruine un trabajo en el que se combina un prensado con fuerza equivalente a 5.000 toneladas con la minuciosidad de todos y cada uno de los trabajadores que forman parte del proyecto, quienes revisan continuamente que ninguna pequeña arruga o burbuja eche a perder la estructura. Esto es esencial para evitar daños posteriores en el chasis.
Para laminar el chasis, se han necesitado 220 horas de trabajo, a las que hay que sumar todos los procesos que han ido dando la forma esperada. Finalizado por completo, con tomografías se comprueba que todo ha quedado tal y como se esperaba, que cada capa está en su sitio. Ha llegado la hora de entrar en la cadena de montaje.
Artesanía
Un monocasco de fibra de carbono entra a la cadena de montaje subido a una plataforma que se mueve por sí misma. Toca pasar un primer examen. Con la vista y aparatos de medición, dos operarios vuelven a comprobar los detalles más relevantes del chasis para que ningún error se pase.
Es el momento de construir el coche, ha llegado el momento de tomarse las cosas con calma. No volverá a entrar un nuevo proyecto de coche hasta pasados 34 minutos, hay tiempo más que de sobra para trabajar con tranquilidad y aprovechar, además, para enseñar a los más jóvenes.
La planta de Lamborghini cuenta con un tamaño de 182.000 m2. El crecimiento ha sido meteórico desde que el nacimiento de la compañía, cuando entonces sólo se utilizaban 10.000 m2. Hoy, 2.000 personas trabajan en la planta y sorprende la cantidad de jóvenes que ensamblan todo tipo de piezas. Nos explican que, en cada proceso, un supervisor se responsabiliza de que todo se realice con el máximo mimo y cuidado pero también de introducir a los nuevos en cada proceso. Recuerda al gremio medieval de artesanos.
Porque si algo define lo que se esconde detrás de un Lamborghini tan especial como el Revuelto es, exactamente, eso: artesanía. Los robots, casi omnipresentes en cualquier planta, aquí apenas tienen lugar. Ayudan a transportar piezas pesadas, como los motores, o realizan tareas de extrema precisión, como la aplicación de aislamiento en la carrocería. Y hasta el propio robot, que se limpia a sí mismo a conciencia con cada nueva pasada, parece trabajar con la filosofía zen que reina en la planta.
Al tiempo que el coche cubre etapas en las tres semanas que dura su ensamblaje, las costureras (aquí la presencia de hombres es casi excepcional) trabajan la piel con un detalle casi enfermizo.
Enormes telas pasan un primer examen realizado por una máquina y un operario. De allí sale con multitud de señales que especifican qué parte se puede utilizar y cuál hay que desechar porque una ínfima marca en la piel ha echado a perder su calidad. Éstas piezas se recortarán con precisión quirúrgica y se coserán a mano para ir dando la forma deseada al asiento o el salpicadero.
La variedad de tonos, gradaciones y combinaciones parece casi infinita. Para cada interior de uno de estos vehículos se dedica el mismo tiempo de trabajo que en la sala anexa donde los operarios van montando el motor en su parte central o incorporan el tren rodante al chasis.
No es de extrañar que el gasto en personalización se dispare a las decenas de miles de euros. Para el Lamborghini Revuelto la marca cuenta con 420 tonos de carrocería. Sólo en color azul contamos 62 gradaciones diferentes.
En Sant’Agata Bolognese sólo se pintan los Lamborghini Urus y unos 120 tonos denominados “básicos”. Los colores especiales son enviados a un especialista, lo que eleva el coste de la pintura en más de 20.000 euros por coche terminado. En el espacio dedicado para la pintura del vehículo, la calma vuelve a ser total.
Los vehículos avanzan con parsimonia, cubriendo metros en los que se les viste con una primera capa protectora para, posteriormente, aplicar el color final del vehículo, resultado de diferentes pasadas. Nos explican que el sistema interno de aplicación de color y limpieza de los conductos les permite pintar los vehículos uno a uno, sin realizar lotes por tonos. Se demora el proceso pero la extrema personalización del superdeportivo impide trabajar de otra manera.
Ha sido un placer
Alcanzado este punto, el coche está listo.
El Lamborghini Revuelto llega a la tan ansiada puerta que hoy, sol radiante, hace que el superdeportivo luzca con todo su esplendor. Para llegar hasta aquí, las unidades han pasado por el clásico túnel de luz final, donde cada detalle de la pintura se supervisa con minuciosidad obsesiva. Unas últimas pruebas certifican que el motor está listo para rendir a pleno rendimiento.
Junto a nosotros, vemos salir a uno de los nueve elegidos que cruzarán las puertas. Algún Lamborghini Temerario ya se cuela entre los últimos V12 de la firma del toro. “Todavía no sabemos lo que tardaremos en fabricar un Temerario, no hemos tenido tiempo suficiente para valorarlo”, nos explican desde la marca.
En otra línea, ya en otra nave y a otro ritmo (se fabrican más de 30 todos los días), los Lamborghini Urus se acumulan. En estos momentos, el SUV de los italianos es una excelente puerta de entrada a la marca. De las más de 10.000 unidades que vendieron el año pasado, la mitad las sumó el Urus. El SUV es su “coche de masas” y el que atrae a la inmensa mayoría de nuevos clientes.
“Es el coche de diario de algunos de nuestros clientes”, nos explican desde el departamento de comunicación de la compañía. “Mira, lo que siente un cliente de Lamborghini por Lamborghini es especial. Un día entregamos a un cliente un Lamborghini Revuelto y un Urus el mismo día. Vino con su hijo y se fueron, cada uno en un coche, a la costa del sol a pasar las vacaciones. Del tirón”.
Porque, efectivamente, es posible recoger un Lamborghini en la propia planta. “Ya no hacemos casi visitas guiadas, tiene que ser algo muy especial. Antes se podían comprar paquetes pero hemos cerrado la planta para casos muy especiales o clientes que reciban en Sant’Agata el coche y estén interesados en conocer cómo se ha fabricado su coche”, nos explican.
“Personalmente, si me gasto medio millón de euros en un coche, es una experiencia que no dejaría escapar”, les digo con total convencimiento.
Fotos | Lamborghini
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