Los mosquitos no pican al azar: hemos descubierto otro factor por el que se sienten atraídos por ti

Nuestra comprensión de cómo los mosquitos eligen a sus presas avanza paso a paso. Y no solo por la curiosidad que pueda generar este tema ni por lo molestos que estos animales resulten en verano, los mosquitos son considerados el animal más letal para los seres humanos. Sabíamos ya que el olfato es clave en este sentido, ahora sabemos que algunos virus se aprovechan de ello para buscar nuevos huéspedes.

El olfato, principal detector de presas. Los mosquitos eligen a sus presas guiándose por una combinación de factores. Entre ellos la vista, pero sobre todo por el olfato. Los mosquitos son sensibles a sustancias como algunos aldehídos, compuestos químicos presentes en nuestra piel por el sudor. Las bacterias que habitan nuestra piel también juegan un papel importante en esta ecuación, siendo las responsables de la presencia de algunos de estos químicos en nuestra piel.

Lo que dice el nuevo estudio. Un estudio que ha aparecido esta semana en la revista Cell firmado por expertos chinos y estadounidenses, ha dado un paso importante para estudiar el papel de los mosquitos en la expansión de enfermedades como el zika o el dengue.

Un estudio semejante ya había observado que la malaria generaba cambios en el olor de aquellos que la padecían, haciéndolos más atractivos para los mosquitos. El nuevo trabajo ha constatado que ocurre lo mismo en aquellos infectados por los virus del zika y dengue. El estudio ha sido realizado principalmente en ratones aunque se ha complementado con algunas fases estudiadas también en humanos.

Primeros pasos en ratones. Para comprobar la hipótesis de que los virus hacen más atractivos para los mosquitos a sus huéspedes a través de cambios en su olor, los investigadores comprobaron primero si los insectos picaban más a ratones infectados por estos virus en comparación a ratones sanos. El resultado fue positivo.

Descartaron primero que esto fuera causa de las diferencias en la emisión de dióxido de carbono y en la temperatura corporal para después introducir un filtro de olores y comprobar que este era el factor determinante.

Cuestión de químicos. Los investigadores aislaron 20 compuestos “sospechosos” de llamar la atención de los mosquitos. De estos compuestos, tres eran capaces de sustitar la reacción de los órganos sensoriales de los mosquitos (sus antenas). Tras aplicar estos olores a ratones y humanos encontraron cuál era el que atraía a los mosquitos: la acetofenona.

Un paso más allá. Aún quedaba un paso para entender cómo los virus atraen a los mosquitos y es entender cómo se genera este compuesto químico en nuestra piel. Sabiendo el rol de las bacterias en la presencia de químicos en nuestro alrededor. Concretamente, la acetofenona está relacionada con un tipo de bacilo (bacterias con forma alargada).

Este tipo de bacteria se encontraba más presente en los ratones infectados por dengue y zika, lo cual llevó a los investigadores a concluir que “los virus eran capaces de cambiar el olor de su huésped alterando el microbioma de su piel” explicaba Penghua Wang, uno de los autores del estudio, en un artículo en The Conversation.

Vías para aplicar este conocimiento. Evitar las picaduras de los mosquitos es un tema que va más allá de la simple molestia que causan, puede salvar vidas. Por eso es tan importante saber más sobre cómo se guían estos animales y cómo evitar que lo hagan. Este último estudio ha cubierto también este último aspecto.

Identificaron una molécula con un importante papel antimicrobiano en la piel, RELMα. La producción de esta molécula está a su vez vinculada a los niveles de vitamina A. De nuevo en ratones, el equipo comprobó un efecto beneficioso de administrar un derivado de esta vitamina a los animales, haciendo aumentar sus niveles de RELMα.

Los mosquitos causan estragos especialmente en zonas empobrecidas del mundo, por lo que la relación entre déficits alimenticios y enfermedades infecciosas tiene múltiples dimensiones. Este estudio abre una vía para mejorar la esperanza de vida de millones de personas. Tenemos las herramientas para atenuar estos déficits, pero serán todavía necesarios nuevos esfuerzos para poner en práctica lo que nos transmiten los científicos.

Imagen | Himas Rafeek

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