El agua es incolora, inodora e insípida. Eso lo aprendimos en el colegio; viajando por el país aprendimos que es cierto siempre y cuando no cambies de ciudad. Hay lugares de agua fresca, riquísima y cristalina. Y hay lugares en los que, en fin, el agua sabe a rayos.
En un país donde cada año se venden 5.331 millones de litros de agua embotellada (creciendo a más de un 2.5% anual), en Xataka hemos decidido fijarnos en los más vintage: el agua del grifo. ¿Por qué sabe mal en algunos sitios? Y lo más importante ¿eso significa que no debemos tomarla?
¿De verdad es el agua insípida?
Sólo hay un ser en el universo que se alimente de agua pura (del famoso H2O): las planchas. El resto nunca bebemos agua pura sino una disolución de minerales, algunos compuestos químicos y, sí, H2O. Y menos mal, porque hay varios minerales necesarios para el organismo que sería difícil de consumir de no ser por el agua.
Esos minerales (y quizá algunos compuestos orgánicos como las algas) son los que le dan el sabor al agua - que sí es insípida per se. Al nivel de minerales del agua lo llamamos 'dureza'.
Además hay otros factores que afectan al sabor del agua como la temperatura (como con cualquier bebida, el agua fría no sabe igual que el agua caliente), los niveles de cloro (por costumbre y hábito tenemos asociados unos niveles concretos de cloro al agua fresca) o el tiempo que lleva en el recipiente (¿no se os habéis dado cuenta de que si dejamos un vaso de agua toda la noche, a la mañana siguiente sabe mal?). Todo eso es importante, pero la mineralización lo es más.
¿El agua del grifo lleva cosas?
En realidad, todas las aguas llevan cosas. Por algo a las aguas embotelladas se las llama también 'agua mineral'. Y como decía, es necesario que lo lleve.
De hecho, “el agua de grifo es el producto alimenticio que más controles pasa”, comentaba Fernando Morcillo, actual presidente de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS) a Sinc. Para hacernos una idea, sólo en Madrid se realiza un control cada cinco segundos, más de 6 millones cada año.
La directiva 98/83/EU de la Unión Europea y el Real Decreto 140/2003 son la normativa que establece los requisitos mínimos del agua para consumo humano (excepto el agua mineral natural y las aguas medicinales).
Estos requisitos son microbiológicos (posibles de contaminaciones fecales o de otro tipo), químicos (contaminación industrial, agrícola, urbana o problemas en la potabilización), y radiactivos (contaminación natural o artificial por elementos radiactivos).
Entonces, ¿Si está tan controlada por qué tiene sabores distintos?
La normativa europea y española siendo muy exigente solo establece, como es lógico, una serie de niveles máximos y mínimos de minerales para la composición del agua.
Aunque para pequeñas cantidades de agua se siguen los más variados procedimientos (destilación, recolección de lluvia, etc..), en el proceso de potabilización de grandes cantidades de agua no son efectivas. Eso limita (por cara e inviable) nuestra capacidad real para definir la composición del agua.
En general, el agua se recoge a nivel local (o regional) en presas y pantanos, se filtra y se clora. De esta forma, el resultado final de cada agua depende mucho del terreno por el que el agua ha discurrido antes de llegar a los grifos.
Esa (además de las desalinizadoras, claro) es la razón de que el agua de las ciudades costeras tradicionalmente 'estuviera mala': en su viaje desde las montañas arrastra muchos más sedimentos.
Según el Informe técnico sobre la Calidad del Agua de Consumo Humano, Madrid, San Sebastián, Bilbao, La Coruña, Orense o Pamplona son las ciudades con mejor agua del país. Por el contrario, en el Levante y las islas la calidad deja mucho que desear.
A veces las cosas salen mal
Más allá de ligeros sabores, y pese a los grandes controles, se pueden dar problemas durante el tratamiento, almacenamiento o distribución del agua. Es algo inusual, pero no imposible. Sin ir más lejos, el año pasado la Junta de Andalucía ordenó cortar el agua del barrio de Loreto (Cádiz) por problemas sanitarios. Los problemas más habituales:
- Problemas en el proceso de potabilización del agua.
- Problemas en las redes de distribución (canalizaciones) ya sea por el estado de conservación (por ejemplo, corrosión) o por la recontaminación del agua debido a algún problema de la red.
- Problemas con las instalaciones interiores, sea por malas prácticas, problemas de mantenimiento o simplemente la edad del inmueble.
- Problemas con los depósitos privados y aparatos de potabilización doméstica.
No obstante, estamos hablando de sabores fuertes y olores desagradables. Por norma general, el agua aunque pueda sabernos mal tiene todas las garantías sanitarias.
Reivindicando al agua del grifo
Muy a menudo se nos olvida el milagro técnico que es abrir un grifo y que salga agua potable. Hasta medidados del siglo XX la inmensa mayoría de España tenía que llevar el cántaro a la fuente para tener agua fresca.
Hoy en España hay más de 1200 grandes presas y más de 100.000 kilómetros de red de distribución para abastecer a casi 50 millones de bocas sedientas. El 99,3% de ese agua cumple todos los requisitos sanitarios. Además, en general, está buena.
Pero como decía nuestro compañero Sergio Parra hace ya cinco años "el agua cada vez es un negocio más lucrativo: sencillamente la gente ha adoptado la creencia de que el agua es salud y que es mejor el agua embotellada o filtrada que la del grifo". Un negocio de más de mil millones de euros que está haciendo que parezca que tengamos que reivindicar el agua del grifo.
Como crecí cerca de Lanjarón, en Granada, no seré yo el que diga que está mal consumir agua embotellada, al contrario. Lo que sí está claro es que no debemos olvidar que, así sin medias tintas, el agua corriente es uno de los grandes tesoros de la humanidad.
Imágenes | Andres Siimon, Luis
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