La controversia de las mascarillas sigue más viva que nunca. Hoy, la OMS ha publicado un informe en el que sintetiza lo que se sabe sobre los modos de transmisión del coronavirus y vuelve a reiterar sus directrices sobre el uso de las mascarillas. Algunos medios han entendido que esto confirmaba que "las mascarillas son ineficaces" y así lo han titulado. Sin embargo, esta conclusión no puede estar más lejos de la realidad.
En Xataka, ya hemos analizado la cuestión de las mascarillas desde un punto de vista epidemiológico; sin embargo parece oportuno centrar el debate donde quizás sea más relevante, la decisión individual sobre llevarlas o no llevarlas. Esto es todo lo que se sabe sobre la utilidad de las mascarillas para disminuir el riesgo de infectarse con el virus.
¿Cómo se trasmite el virus?
La primera clave que debemos tener en mente cuando pensamos en formas de evitar un contagio es en cómo se transmite el virus. Como explicaba Scott Alexander, hay cuatro formas básicas de contraer una enfermedad. Por contacto directo (solo contraes la enfermedad si tocas a un paciente infectado), por contacto indirecto (tocando objetos contaminados con el virus), por el flujo respiratorio (se contrae a través de las gotas que expulsamos cuando tosemos, estornudamos o hablamos) y por el aire (el virus es capaz de vivir en el aire y retener su capacidad infectiva de tal forma que uno se puede contagiar aunque esté lejos de otras personas).
Hay un sistema intermedio entre el "flujo" y el "aire", los aerosoles: circunstancias en las que el virus puede estar en el ambiente durante ventanas de tiempo que van de unos pocos minutos a varias horas. Lo que viene a confirmar la OMS en su resumen de hoy es que, por lo que sabemos, el virus no parece contagiarse por el aire. Hay cierto debate sobre si puede o no puede transmitirse por aerosoles, pero (en general) parece claro que los dos vectores fundamentales en el caso del SARS-CoV-2 son el "contacto directo" y el "flujo respiratorio". Aerosoles y contacto indirecto quedarían, en todo caso, como vías menos importantes.
¿Qué papel juegan en todo esto las mascarillas?
La pregunta puede parece engañosa porque existen distintos tipos de mascarillas y cada una juega un papel distinto en una epidemia como esta. En términos generales, podemos hablar de mascarillas quirúrgicas y mascarillas con filtro:
- Las mascarillas quirúrgicas son las que vemos más a menudo y, en esencia, son un trozo de tela o papel (liso o plisado) que se pone frente a la nariz y la boca. Se llaman así porque se suelen usar en las operaciones y, su función fundamental, es proteger al resto de nuestro flujos. Es decir, son barreras muy efectivas para impedir que expulsemos gotas estornudando, tosiendo o hablando). Por el otro lado, no son herméticas y ofrecen alguna protección frente a flujos entrantes (aunque no demasiado elevada).
- Las mascarillas con filtro son instrumentos que aíslan la boca y la nariz del exterior y filtran el aire de las posibles partículas que pueda haber en él. Existen distintos tipos (FFP1, FFP2 o FFP3) dependiendo de la eficacia de filtración y el porcentaje de fuga, siendo las FFP3 las más seguras. En cambio, son muy incómodas de llevar. La imágenes de sanitarios con marcas en la cara que han circulado en las últimas semanas dan una idea de esto.
Si quisiéramos resumir sus diferencias, veríamos que las mascarillas quirúrgicas son baratas y cómodas, pero menos seguras; mientras que las mascarillas con filtro son caras e incómodas, pero más seguras (siempre y cuando usemos un filtro adecuado para la enfermedad en cuestión). No obstante, si nos atenemos a la epidemia actual, extender el uso de máscarillas de filtro eficaces en toda la sociedad no es realista. La incomodidad y dificultad de usar correctamente estas mascarillas hace que haya estudios que señalen que hasta un 65% del personal sanitario entrenado y en situación de riesgo no las usa correctamente.
En cambio, las mascarillas quirúrgicas sí son una opción que se podría implementar. En teoría, si hacemos caso a lo que sabemos sobre la transmisión del coronavirus, las quirúrgicas serían muy útiles para evitar la propagación del virus y solo ligeramente útiles para protegernos de ella. Es decir, "no proporcionan una protección completa".
¿Cuánta protección proporcionan realmente?
Hasta ahora hemos hablado de teoría, pero ¿y a nivel práctico? ¿cómo es esa protección? Este es uno de los grandes temas de debate porque lo cierto es que no lo sabemos a ciencia cierta. De hecho, como repasábamos en nuestro artículo anterior hay diversidad de estudios en un sentido o en otro. De hecho, los pocos metaanálisis que hay sobre el tema rechazan llegar a algún tipo de conclusión.
No obstante, esto no debería ser un obstáculo para impedirnos optar por las mascarillas. Pese a que los estudios que sugieren que sí tienen efectos son pobres, el elemento de "plausibilidad epidemiológica" es relevante en este caso. Uno de los principios básicos en las intervenciones de salud pública es que si tienes una intervención barata y sin riesgos es razonable aplicarla aunque no esté muy claro si su eficacia es tan buena como nos gustaría. Este principio (de precaución) es el que está detrás de buena parte de las políticas pro-mascarillas de los países asiáticos.
¿Por qué la OMS no recomienda usar mascarilla a todo el mundo?
Con esto en mente, sorprende el criterio de la OMS de que "si usted está sano, solo necesita llevar mascarilla si atiende a alguien en quien sospeche la infección por el SARS-CoV-2". El resto de recomendaciones (como la de llevarla si se "tiene tos o estornudos" o la de que "las mascarillas solo son eficaces si se combinan con el lavado frecuente de manos") tienen sentido, pero ¿por qué no recomendar a todos el uso de mascarilla?
Esto es aún más pertinente en el contexto del coronavirus porque recordemos que se hasta un 25% de la transmisión es por individuos presintomáticos. Es decir, el paciente tiene capacidad de contagiar el virus antes de mostrar los primeros síntomas y, siguiendo los criterios de la OMS, antes de tener necesidad de ponerse la mascarilla.
La explicación puede ser algo contraintuitiva, pero se basa esencialmente en la idea de "compensación de riesgos", el principio de que las personas cambiamos nuestra conducta según la percepción de riesgo que tenemos. Las mascarillas y los guantes pueden ser herramientas muy eficaces si tenemos una "alta percepción de riesgo" porque, a lo que haríamos normalmente (lavarnos las manos, no frotarnos la cara, distanciarnos de la gente) le sumamos una capa extra de aislamiento.
El problema es que eso no suele ocurrir. Cuando la gente se pone la mascarilla, su percepción del riesgo tiene a bajar y, como consecuencia de la "compensación de riesgos", su conducta se vuelve más laxa (tocan más superficies, se acercan más a las personas, salen más veces a la calle, etc.). Este fenómeno, se especula, puede hacer que la gente con medidas de seguridad más altas incurra en más conductas de riesgo más a menudo y, en términos absolutos, acaben corriendo más peligro que si no llevaran mascarillas.
Entonces, ¿es razonable llevar mascarilla quirúrgica para no contagiarse?
El consenso entre las autoridades sanitarias occidentales que la protección extra que aportan las mascarillas se reduce vía compensación de riesgos. En términos agregados, habría que añadir. Y esto es importante porque, como señalan las recomendaciones de la OMS, no quiere decir que las mascarillas sean ineficaces, sino que hay que usarlas para conseguir el mejor resultado final. Si alguien, especialmente alguien de un grupo de riesgo, va a estar (sí o sí) en una situación de exposición, no hay razones para no llevar mascarilla. Así se debe entender (a la luz de las evidencias disponibles) el "si atiende a alguien en quien sospeche la infección por el SARS-CoV-2" de las recomendaciones.
Pero no debe bajar la guardia. En el fondo, a nivel individual, la decisión de usar mascarillas o no usarlas viene a hacer hincapié en nuestra capacidad de gestionar la 'compensación de riesgos'. Es decir, de tener claro que "sentirnos más seguros" juega en nuestra contra y, en el caso de las enfermedades infecciosas, puede llegar a ser peligroso.
Desde el punto de vista de un riesgo asimétrico, que todos llevemos mascarillas se presenta como la mejor idea. Algo con una alta probabilidad de ayudar a reducir la expansión de la pandemia que nos cuesta relativamente poco para evitar una tragedia de contagios y muertes. La conclusión desde este entendimiento es que el mejor consenso sería llevar mascarilla sin descuidar el resto de elementos de precaución como higiene o distancia social.
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