Bunny tiene 20 meses, una alfombra parlanchina con 70 palabras asociadas a conceptos y seis millones de seguidores en TikTok que la adoran.
Esto ocurre en los dos vídeos más populares de su carrusel, bastante representativos de cómo Bunny se desenvuelve con el mundo en su día a día: “Nosotros” + “amor” + “tú” + “por qué” + “se fue”, dice la perra en noviembre de 2020. “¿Nosotros amamos a quién?”, piensa su dueña Devine. “¿Papá?”, deduce ella. El trabajo mental que el animal ha hecho, según esta mujer que dice no ser en absoluto experta en ciencia canina, es juntar un pronombre plural con una palabra emotiva, una pregunta y un verbo en pasado. “¿A dónde se ha ido papá? ¡Ha ido a por comida y volverá pronto!”, responde Devine a Bunny. Respuesta de la misma: “papá” + “adiós”.
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Meses después, Bunny empieza a plantearle preguntas difíciles a su cuidadora. “Dormir” + “por qué”. ¿Qué es lo que nos lleva a dormir?, tenía que explicar ella confundida por lo limitado del lenguaje disponible en la alfombra. “Porque” “feliz”. Porque nos hace felices, le explicó.
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Es fácil entender el éxito de la cuenta. Devine siempre charla con el animal con paciencia y cariño, pero sin simplificar su habla, diciendo oraciones completas y no las simples órdenes del tipo “sienta” o “espera” que los criadores tienden a enseñarles. Al esperar a las respuestas de Bunny casi podemos apreciar sus engranajes mentales resolviendo el cóctel de información, y sus réplicas casi siempre encierran algún tipo de astucia, como la de un niño muy pequeño. Es incómodo, por lo inteligente que es, pero al mismo tiempo fascinante e ilusionante.
A raíz de la popularidad de la mascota en TikTok muchas personas se están animando a practicar con las suyas, y esos experimentos domésticos acabaron saltando a las instituciones: cuentan en The Verge que un departamento del Laboratorio de Cognición Comparativa la Universidad de California de San Diego está organizando el trabajo de 700 voluntarios, dueños de perros, gatos e incluso caballos.
En este programa virtual los científicos deciden cómo hay que configurar las alfombras comunicativas y los retos lingüísticos a practicar con los animales cada semana. Después en el laboratorio se analiza el metraje grabado por los voluntarios, que además son grabaciones continuas de 24 horas para evitar que los participantes envíen selecciones de clips sesgadas, para hacer creer al mundo que sus compañeros son más listos de lo que en verdad son.
¿Y qué cosas se están analizando? Lo primero, las posibles diferencias de aprendizaje según especies, razas y edades de los sujetos. Lo segundo y tal vez más interesante, si estos animales manifiestan capacidades comunicativas que se creía exclusivas de las personas, como el desplazamiento temporal y espacial de las oraciones.
¿En qué varían los logros de Bunny con respecto a otros famosos experimentos lingüísticos con animales? En que si bien se sabía que perros o primates son capaces de memorizar largas ristras de conceptos asociados a símbolos o que sabían comunicar emociones, aquí estamos ante sutilezas del lenguaje de lo más curiosas. Hay mucho que desentrañar en ese “Nosotros” + “amor” + “tú” + “por qué” + “se fue” que citábamos antes.
Y aquí, una selección de cosas que ha logrado decir Bunny:
Me duele la pata (para que su dueña le quite una espina que tenía)
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- Quiero ir a pasear. - ¿Cuándo? - Pronto, hoy.
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- Vamos a pasear. - No, hemos terminado por hoy. - No, por favor
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Quiero que dejemos de estar en el sofá y vayamos arriba con papá
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- Irás con papá a dar un paseo pronto - Fui a dar un paseo con papá
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- Te quiero, Bunny - Yo también te quiero. ¡Hola, gato!
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