Rusia ha convertido el twerking en cuestión de Estado

Internet y Rusia, Rusia e Internet. Hace aproximadamente un mes cualquier persona incluida en un grupo de WhatsApp o Facebook, en especial si se trataba de un hombre, comenzó a ver/compartir un vídeo donde un grupo de adolescentes rusas interpretaban una coreografía... de twerking. El vídeo era, digamos, impactante, dada la aparente edad de las niñas y lo subido de tono del baile. Para empeorar las cosas, parecía tener lugar en un instituto. ¿Horror?

Horror, en efecto, pero no en las redes sino en la propia Rusia. El vídeo en realidad databa de enero de 2015, y en él no aparecían inocentes niñas de 13 años sino un grupo de aprendices de bailarinas cuya edad superaba, en todos los casos, los 16 años. Además, como se supo posteriormente, todos los progenitores de las adolescentes aprobaron la participación de sus hijas en el evento (de ahí, quizá, los aplausos de la audiencia). ¿El lugar de los hechos? Orenburg, una remota ciudad en los confines de Rusia, cerca de Kazajistán y en el límite entre Europa y Asia.

Lo que parecía nada más que el producto de la imaginación calenturienta de un estudio de danza y baile se ha convertido finalmente en cuestión de Estado para las autoridades rusas. Y llegados a este punto quizá convenga recopilar los hechos.

La impactante imagen de las adolescentes practicando twerking, una nueva moda proveniente de Estados Unidos que consite en mover a gran velocidad la cintura y el trasero, en una pose de obvia interpretación sexual, ha causado un importante impacto en todos los rincones de la red. A estas alturas, apenas un mes después de haberse subido a YouTube, acumula más de 25 millones de visionados. Es un vídeo polémico para los mojigatos y para quienes disfrutan con él.

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Pero no hay nada demasiado polémico en él. ¿Por qué? Porque tal y como se descubrió posteriormente y recogieron diversos medios de comunicación, todas ellas tenían más de 16 años.

Nada que impidiera a las conservadoras élites y autoridades rusas montar un escándalo. En primera instancia, se barajó imputar a los organizadores del evento con cargos apenas un escalón por debajo de la pedofilia y la explotación de menores, amenazándoles con penas de más de 10 años de prisión. Como recogió BuzzFeed en su día, la comisión de investigación local dedicada a tal efecto planteó incluso la posibilidad de inspeccionar todas las academias de danza y baile de Orenburg, en aras de descubrir posibles irregularidades (?) en relación a menores de edad.

La popularidad viral de lo que meramente fue un pasatiempo (otro más) de Internet en los países occidentales se convirtió rápidamente en una cuestión de Estado para las autoridades rusas

Desde el fiscal de Rusia hasta el defensor de los derechos de los niños, pasando por la habitual miriada de enloquecidos y furiosos usuarios de YouTube, los comentarios sobre el twerking de lo que aparentemente eran unas meras niñas derivaron en una polémica sobre los auténticos valores de Rusia, la perversión de los mismos y la invasión nefasta de las ideas occidentales. El vídeo casa mal con la castidad promovida por el nacionalismo ruso contemporáneo.

De modo que la popularidad viral de lo que meramente fue un pasatiempo (otro más) de Internet en los países occidentales se convirtió rápidamente en una cuestión de Estado para las autoridades rusas. Mientras la renqueante oposición liberal lo interpretaba con ironía, la Rusia oficial de Putin entraba en cólera. En el proceso, televisiones del país no oficiales, ejem, enseñaban (!) cómo hacer twerking, y hasta hubo quien se animó a hacer una canción de Hip Hop sobre el asunto.

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Pero los acontecimientos tomaron un giro aún más surrealista en esta última semana. Rusia está decidida a evitar que el sucio twerking occidental contamine las mentes de sus buenas adolescentes eslavas, de modo que ha entrado en modo pánico.

Captura del caché de Dash Dash (derecha) realizada por @kevinrothrock.

Un ejemplo, recogido por Kevin Rothrock en RuNet Echo: una investigación federal instigada por un conocido activista ultraconservador ruso ha derivado en el cierre, quién sabe si definitivo, de una pequeña empresa dedicada a comercializar una crema anticelulítica llamada Twerk! Dash Dash, que así se llama(ba) la compañía, cometió el error de utilizar una imagen del vídeo de la polémica en un pequeño banner comercial. ¿Resultado? Hoy no queda nada ni de Dash Dash ni del producto en Click-boutique, una tienda online rusa que también vendía la crema.

Hoy no queda nada ni de Dash Dash ni del producto en Click-boutique, una tienda online rusa que también vendía la crema: el twerking ha pasado a ser un enemigo público

Del mismo modo que la "propaganda gay" es una cuestión de Estado, ahora también lo es el twerking, personificado en unas inocentes bailarinas disfrazadas de abejas que acuden a la llamada del equivalente ruso a Winnie The Pooh. El twerking tampoco tiene espacio en la Rusia que Putin y su legión de seguidores están construyendo. (Y las cremas anticelulitis, al parecer, tampoco).

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