El Congreso quiere que los españoles puedan votar antes de los 18 años. En concreto, dos años antes, al cumplirse los 16. La cámara baja votó a favor de la moción ayer, lo que, de no disolverse ante el previsible anuncio de nuevas elecciones generales, iniciaría los trámites legales para adoptar una medida ya existente en otros países y que, a priori, genera diversas preguntas. La primera de todas, ¿por qué? Y la segunda, y quizá la más interesante para entender la lógica de voto de cada partido, ¿a quién podría beneficiar? Al igual que otras reformas electorales, genera sus ganadores y sus perdedores. Veamos cuáles.
Primero, fijémonos en quién apoya la iniciativa: PSOE, Podemos, Democràcia y Llibertad, Compromís, parte del Grupo Mixto y, ante todo, Esquerra Republicana de Catalunya, formación responsable de que la moción llegara a votarse en el pleno del Congreso. La mayor parte de formaciones pertenecen o bien al ámbito nacionalista o bien al espectro ideológico izquierdista, cuando no a ambos al mismo tiempo. Se abstuvo el PNV, de carácter conservador, y votaron en contra tanto Partido Popular como Ciudadanos, además de Foro Asturias y UPN, cercanos ideológicamente al PP.
Hay líneas divisorias a nivel ideológico. ¿Por qué?
Los primeros beneficiados: ¿las izquierdas?
Al igual que en otros países donde un debate parecido ha tenido lugar, son los partidos de carácter progresista los más interesados en reducir la edad mínima para ejercer al derecho a voto. Argumentan su causa en una disonancia legal que sí existe en nuestro ordenamiento jurídico: mientras a los 16 años se alcanza la mayoría de edad sexual y se permite la entrada en el mercado laboral, aún no se permite votar (del mismo modo que no se permite consumir alcohol legalmente o conducir). Sin embargo, que la proposición la capitalice la izquierda no es casual: a priori, el voto joven tiende a ser más progresista.
Sin embargo, En España la edad no siempre ha sido un predictor perfecto del voto. Aunque la mayor parte de encuestas y sondeos indican que los jóvenes han tendido a ubicarse en la izquierda a nivel ideológico, otros estudios, como este del CIS, muestran que no siempre existe una correlación directa de voto (en 2011, los jóvenes, como el resto del electorado, optó por el PP de forma mayoritaria). Pese a todo, es lógico que la mayoría de grupos que abogan por el cambio de la ley electoral sean de perfil progresista: ganan más simpatías entre los votantes de menor edad. Pueden acercarse a ellos más.
Los más beneficiados: los nuevos partidos
Sin embargo, España difícilmente puede articular su debate político entre al eje ideológico. Entran en cuenta otros factores, a menudo complementarios. En el caso de los jóvenes, el mejor predictor de voto no es tanto su posición frente a la izquierda o a la derecha como su preferencia frente a partidos nuevos y a partidos viejos. La mayor parte de encuestas previas a las últimas elecciones generales constataban que España afrontaba una importante brecha generacional: Podemos y Ciudadanos eran muy fuertes entre los votantes más jóvenes, y comenzaban a apagarse conforme la edad del electorado aumentaba.
El discurso de lo nuevo frente a lo viejo funciona mejor, en muchos sentidos, que el discurso de la izquierda frente a la derecha. La alta desafección frente al sistema político (corrupción, paro, pocas expectativas laborales en el corto plazo, precariado, etcétera) ha moldeado las opiniones de los jóvenes de tal modo que los axiomas clásicos de la izquierda y la derecha queden en un segundo plano. En ese sentido, y dada la preeminencia de P's y C's entre los nuevos votantes, es de prever que ambos encontrarían numerosos futuros apoyos entre los más de 800.000 de jóvenes de 16 y 17 años habilitados para el voto.
Los más perjudicados: la derecha clásica
O lo que es lo mismo: el PP, partido conservador (y menos potente hoy en día entre el electorado joven) y viejo (en contraposición a Ciudadanos, de posiciones moderadas pero atractivo entre los nuevos votantes gracias a su discurso novedoso y a haber irrumpido en la política nacional después de la crisis). El PP encontraría un parco caladero de voto entre los jóvenes de 16 y 17 años: ya es la cuarta fuerza política, según algunas encuestas, en los segmentos de edad más reducida. Sus apoyos vienen, especialmente, en los grupos de edad más altos: +50 y pensionistas. Sus políticas se orientan hacia ellos.
Es normal, por tanto, que hayan votado en contra de la proposición debatida en el Congreso. El PNV se ha abstenido. ¿Y el caso de Ciudadanos? La reforma les beneficiaría. Pero han votado en contra planteando una reforma electoral de mayor calado y centrada en la "proporcionalidad", que tanto perjudica a las formaciones más pequeñas a nivel nacional. Pero puede haber otro factor.
Otros ganadores: los independentistas catalanes
No es casual que sea Esquerra Republicana de Catalunya quien haya llevado la iniciativa al pleno del Congreso. Las encuestas muestran que, en caso de referéndum por la independencia de Cataluña, la mayor parte de los jóvenes se mostrarían partidarios de ella. Al igual que en el caso anterior, si extrapoláramos los datos del segmento 18-24 años de edad (no se hacen encuestas a menores de edad sin derecho a voto), el número de apoyos por la independencia crecería. Para ERC y para DL, dos formaciones que han llegado al Congreso en esta legislatura sobre un discurso rupturista, sería positivo.
Al igual que (en Escocia), los jóvenes tienen mayores simpatías independentistas.
Los auténticos ganadores: los jóvenes
En última instancia, los auténticos beneficiados por una reforma así serían todos los jóvenes de entre 16 y 17 años. Lograrían acceder a la representación política y a participar en el proceso electoral, permitiendo que sus preferencias también fueran tenidas en cuenta por los partidos políticos. En conjunto, puede que ganaran los jóvenes: su fuerza demográfica es pequeña en proporción a la de sus generaciones precedentes, lo que, de forma paralela, ha provocado el escenario de brecha generacional (política, pero también económica) presente hoy en nuestro tablero político. De este modo, sumarían fuerza.
¿Y los efectos en el resultado electoral? Pocos
Aunque sería poca. En El Español, Kiko Llaneras y Daniel Basteiro han trasladado las preferencias de voto del segmento de edad 18-24 a los 780.000 nuevos votantes de entre 16 y 17 años a los que la reforma promulgada por ERC desea darles votos. ¿El resultado final? No demasiado sustancial: Podemos y Ciudadanos ganarían algunas décimas, el PP perdería otras tantas, pero en esencia nada cambiaría demasiado. La actual pirámide demográfica española es tiránica: los jóvenes son muy pocos, y ni siquiera ensanchando la base electoral dos años lograrían ser suficientes para cambiar la correlación de fuerzas.
Y por si no fuera suficiente, se abstienen mucho. En escaños, la reforma no tendría demasiado peso.
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