¿Qué se está discutiendo en la Conferencia sobre Cambio Climático de París?

Aunque el movimiento negacionista aún tenga un peso bastante importante, la comunidad internacional ya va poniéndose de acuerdo a la hora de considerar al cambio climático como una de las mayores amenazas que se ciernen sobre el futuro del planeta.

La naturaleza no para de dar señales al respecto en forma de sequías interminables y sus consiguientes hambrunas, huracanes cada vez más frecuentes y cada vez más destructivos o una subida del nivel del mar que puede ser dramática más pronto que tarde, y el objetivo marcado es que la temperatura del planeta no supere una subida de 2ºC respecto a la que había antes de la era industrial antes de que acabe el presente siglo.

El combate al fenómeno y alcanzar un acuerdo suficiente al respecto son el motivo por el que la mayoría de los estados están representados desde el pasado lunes en la reunión número 21 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. De ella se espera que emane un acuerdo vinculante desde el que edificar políticas encaminadas a reducir las emisiones de gases efecto invernadero (en adelante GEI), y la importancia a nivel internacional que se le está dando ofrece señales para el optimismo. Para ello políticos y expertos tienen 11 días, y mientras, la sociedad civil espera que no se repitan los errores de 2009 en Copenhague y se alcance un muy necesario acuerdo vinculante.

Claro que existe el cambio climático, y es culpa nuestra

Mapa de temperaturas en el año 2100. Fuente: NASA

Corría el año 1854 cuando el jefe indio Seattle lanzó el primer mensaje puramente ecologista que tenemos documentado. Su alegato llamaba a no mercantilizar la tierra, a no destruir los ecosistemas transformándolos en ambientes de horizonte gris cargado de olor a putefracción y escrementos. No entendía el empeño del hombre blanco en construir, destruir y volver a construir talando bosques y contaminando ríos a su paso. La humanidad no tendría prueba empírica de la existencia del cambio climático hasta un siglo después, pero sus palabras ya entonces demostraron que estábamos haciéndolo mal.

Los GEI son fundamentales para la vida, ya que de no existir nuestro planeta tendría una temperatura 30ºC inferior a la media actual, lo cual haría muy complicado que pudiésemos vivir a ella. Estos gases permiten que el calor que nos llega a través de los rayos del sol permaneza haciendo de nuestra biosfera un lugar habitable. El problema es que las condiciones de habitabilidad dependen directamente de la concentración de estos gases en la atmósfera (en Venus la temperatura media es de 460ºC por culpa de una altísima concentración de los mismos), y la misma es hoy (a marzo de 2015, cuando se alcanzó la cifra record) 120 veces más alta de la que había en el año 1750.

La Tierra absorbe GEI de forma natural, pero la acción humana ha roto el equilibrio entre producción y absorción subiendo su concentración atmosférica más de 100 veces frente a 1750

Lógicamente nuestro planeta produce y absorbe GEI de forma natural, pero la acción del hombre ha provocado que el equilibrio entre producción y absorción se haya roto de forma casi irreparable. Los océanos han absorvido un 30% de los gases producidos hasta el momento (acidificándose perdiéndose biodiversidad marina como consecuencia) pero los mismos son incapaces de plantar cara a esa máquina de generación que son los procesos de combustión de los combustibles fósiles, principal causa del aumento de la concentración en la atmósfera.

Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) durante el periodo 2003-2012 la temperatura había subido 0,78ºC con respecto a la calculada en la era preindustrial, y los cálculos avisan que de no cambiarse la tendencia podremos estar hablando de un ascenso de entre 2,6ºC y 4,8ºC para el periodo 2046-2065 lo cual tendría efectos devastadores para nuestro planeta como veremos más adelante. El problema es que aún dejando de emitir GEI a partir de hoy mismo el cambio climático seguiría siendo una realidad pues se retroalimenta, y la simple perspectiva de un aumento de 1,4ºC (una de las más favorables) ya supondría el mayor aumento en un siglo de los últimos 100 y ocasionaría condiciones climáticas que probablemente desconocemos.

¿Qué impacto tiene hoy el cambio climático? ¿Qué puede pasar si no hacemos nada?

Según la OMS, el cambio climático produce hoy unas 150.000 muertes al año, mientras que pronostica que esta cifra subirá a 400.000 entre los años 2030 y 2050 a causa de las hambrunas, diarreas, epidemias de enfermedades como el paludismo o el estrés calórico que seguirán al permanente aumento de la temperatura en el planeta. La intensidad de los huracanes no dejará de subir, se alargarán los periodos de extrema sequía o lluvias torrenciales, y la biodiversidad seguirá reduciéndose, y la gravedad de todo esto dependerá fundamentalmente de cada uno de los escenarios que enfrentemos.

Fuente: OCDE

Según la National Academy of Sciences de Washington, Estados Unidos, cada grado de aumento en la temperatura del planeta supondrá una reducción del caudal de los ríos del planeta de entre un 5% y 10%, reduciéndose a la mitad la cantidad de agua dulce disponible en el supuesto de un aumento que se acerque o supere los 4ºC. Parecido sucederá con las lluvias en áreas como el Mediterráneo, California o el sur de África, lugares donde el clima se volverá más extremo produciéndose inundaciones costeras como causa de la deforestación y la modificación del paisaje costero que el ser humano ha realizado. En este escenario más benevolente a las sequías seguirá un aumento del precio de los alimentos de la canasta básica que en producción se irá por encima del doble llegando a triplicarse tras distribución y venta.

Fuente: glaciaresargentinos.gov.ar

Un aumento de 4ºC, junto a lo anterior, provocaría la desparición de los glaciares andinos produciéndose grandes inundaciones y lahares a su paso, siguiendo al episodio extensos periodos de sequía y agravándose el estrés hídrico al reducirse el nivel de los ríos, secándose en la zona muchos de ellos. El 90% de la superficie del planeta sufriría eventos de calor extremo, conviviendo estos con un aumento del nivel del mar que estaría entre 1 y 1,4 metros con el peligro consiguiente para las ciudades costeras. Lo más grave sucedería con la cuenca del Amazonas, principal pulmón del planeta, en cuya zona este desaparecería la selva y acabaría convertida en un paisaje similar a la sabana africana. En este escenario Sudamérica y Caribe serían la zona más afectada, corriendo peligro el 70% de los cultivos de soja en Brasil o el 45% de los cultivos de maíz en México. Además se doblaría la presencia de huracanes de alto impacto y su capacidad de destrucción, reduciéndose la población de especies marinas en más de un 50%.

En los países tropicales el desafío será mayor pues su clima en principio más estable provoca que sus ecosistemas sean más vulnerables al cambio climático y sus consiguientes condiciones más extremas. Además en ellos vive la mayoría de la población vulnerable del planeta, y lo hace en condiciones de habitabilidad débiles frente al presumible aumento de los desastres naturales. Prueba de lo que ha sucedido y está por venir es que en la primera década del presente siglo hubo 3496 desastres naturales, mientras que en los años 70 hubo sólo 743.

El cambio climático es acumulativo, aunque acabemos con las emisiones hoy mismo la Tierra seguirá calentándose

El problema es que según estimación de IPCC para evitar un aumento superior a 2ºC, lo que se está tratando de evitar en París, se deben de reducir las emisiones de GEI en un 50% antes de 2050 y un 100% antes de 2100. A este respecto, la National Academy of Sciences de Estados Unidos es aplastante: "el cambio climático que ocurre como consecuencia de los incrementos de CO2 persistirá por miles de años aún si las emosiones se detienen en cualquier momento". Esto quiere decir que hay que ponerse manos a la obra, y que puede que ni por esas estemos a salvo.

¿Qué podemos hacer?

Consumo de petróleo per cápita. Fuente: BP

Acabar con la utilización de combustibles fósiles. Tan sencillo y tan complicado.

A pesar de que el pico de extracción de petróleo se alcanzó hace unos años y que el carbón no para de perder espacio en la producción de energía frente a las energías renovables, alterar determinados paradigmas va a ser muy complicado. La inglesa British Petroleum informaba este año de que al actual ritmo de extracción tendremos petróleo hasta el año 2067, y las grandes empresas no hacen sino escudarse en esa perspectiva lejana para no frenar inversiones que en 2013 alcanzaron la cifra de 600.000 millones de dólares en nuevas extracciones. IPCC afirma que para mantenernos en un aumento de sólo 2ºC debemos abandonar a medio plazo como mínimo el 80% de las explotaciones, y eso puede provocar una crisis en el sector energético que el mismo está empeñado en evitar.

Es evidente que la solución se encuentra en la energía verde y en seguir a rajatabla los dictados del desarrollo sostenible, pero ya hay expertos que a raíz del peakoil están comenzando a cuestionar el modelo económico basado en el crecimiento y lo que el mismo conlleva para con el consumo y la producción energética. Según un informe de la OCDE del año 2012 con una inversión de entre 1% y 3% del PIB mundial en el corto plazo se podrá mantener el umbral de los 2ºC, recuperándose rápidamente la inversión pues el aumento de temperatura tendría un costo que en 2050 podría ser, como mínimo de un 5% del PIB global. El objetivo es claro pero, ¿hemos avanzado algo ya? ¿en qué medidas se traduciría todo esto?

El área de la producción de energía supone el principal de los desafíos y a su vez ofrece las principales razones para ser optimistas. En el año 2014 España logró por primera vez que la producción energética renovable superase a la generada por combustibles fósiles, y hoy estamos muy cerca de lograr que la energía solar sea realmente barata. A nivel europeo la energía eólica significa ya un 20% de la energía producida, superando estas cifras los líderes mundiales del sector (USA y China). En países como Colombia la energía hidrahúlica es clave en la producción energética suponiendo un 70% de la producción eléctrica (según datos del Ministerio de Minas y Energía.

La movilidad es uno de los principales focos de emisiones en América Latina, con parque automotor obsoleto y transporte masivo colapsado

En lo que respecta al transporte, segundo foco de generación de GEI a nivel mundial, el camino a seguir viene marcado por la Unión Europea. Mientras que en los países en desarrollo, especialmente en América Latina, la movilidad es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sociedad con parque automotor obsoleto y sistemas masivos colapsados, la venta de vehículos híbridos y eléctricos no deja de subir en países como Holanda y Noruega esperando que el mercado tome aún más fuerza gracias a que en 2020 las baterías serán competitivas frente a la gasolina y diésel tanto a capacidad como en costo/rendimiento. Dinamarca es ambiciosa mediante políticas encaminadas a desinventivar el uso del vehículo privado, mientras que en Reino Unido o España hay ciudades donde existen tasas para poder acceder al centro con vehículo particular.

A nivel productivo el objetivo es lograr reducir la huella de carbono en la fabricación de consumibles y mejorar en el mundo en desarrollo la cobertura de las redes de gestión y tratamiento de residuos sólidos urbanos. Clave será también la apuesta por explotaciones agrícolas y ganaderas tanto a nivel de gestión de la tierra como en lo que respecta a la emisión de CO2 y metano, siendo fundamental el tratamiento de la alimentación del ganado pues gracias a ella se puede reducir hasta en un 70% de las emisiones.

Los países en vías de desarrollo son los que cuentan con más dificultades a este respecto, pero es notorio que una apuesta por la economía verde va a ser una importante fuente de desarrollo para éstos y una fuente de empleo con gran potencial para sus poblaciones.

¿Por qué se ha fracasado en el pasado?

Conformada en el año 1992 y con entrada en vigor dos años después, la Convención Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas tomó inmediatamente el liderazgo tanto frente al diagnóstico como frente a la proposición de soluciones de un fenómeno que entonces generaba división de opiniones pero que empíricamente ya comenzaba a enseñar la cabeza. El objetivo de la Convención era movilizar a los gobiernos a fin de que estabilizasen para después comenzar a reducir la emisión de GEI poniendo en marcha estrategias en el marco nacional que pudiesen ser trasladadas a la escena internacional mediante la cooperación de los países desarrollados.

El paso de los años ha demostrado que esta estrategia ha acabado siendo errada pues la actuación focalizada ha acabado encerrando el debate en una responsabilidad no asumida e inacción posterior, marcada por compromisos débiles de los países desarrollados (los más contaminantes entonces) y una reindustrialización del mundo en desarrollo que ha acabado disparando las emisiones sin que parezca posible ponerles freno.

Los compromisos adquiridos en Kyoto fueron insuficientes y las medidas propuestas inútiles. Y el mercadeo de cuotas de emisión, un escándalo medioambiental

El Protocolo de Kyoto reconoció esta situación y por primera vez impuso medidas con carácter vinculante a los países desarrollados, aunque la dureza de las negociaciones supuso unos límites demasiado bajos y que Estados Unidos no ratificase el acuerdo. El paso de los años y la continua subida de las emisiones ha demostrado que los compromisos han acabado siendo insuficientes y las medidas inútiles pues no contaron con dotación económica suficiente como para motivar a los países pobres ni se llevó a cabo la imprescindible transferencia de tecnología que estos últimos reclamaban. Además, en su aspecto diagnóstico Kyoto dejó fuera a las emisiones provinientes del transporte aéreo y marítimo, cuyo auge posterior gracias a la globalización ha implicado cifras nada desdeñables y abrió la puerta al comercio con las emisiones, mercadeo de cuotas y demás escándalos ambientales.

El sabor a fracaso pasaría por Bali hasta desembocar en Copenhague, reunión de la Convención que debía marcar el segundo periodo de cumplimiento del Protocolo de Kyoto a ejecutar después de 2020 y que tras cuatro años de negociaciones no ofreció acuerdos en temas fundamentales (mitigación, financiamiento y transferencia tecnológica) y dejó un documento no vinculante lleno de lagunas jurídicas y teóricas que no hizo sino mostrar el nulo compromiso global al respecto. Fijó el objetivo hoy notorio de no subir de los 2ºC antes de que acabe el presente siglo, pero no pasó de ser un acuerdo político sin herramientas sancionadoras, código de buenas prácticas ambientales ni metas cuantitativas frente a las emisiones ni fechas para el cumplimiento en las reducciones. Sólo se logró marcar objetivos voluntarios y a nivel estatal y los países en desarrollo no lograron extraer acuerdos de colaboración del mundo rico pues la crisis económica ya había llegado.

¿Es posible un acuerdo global?

Fuente: 'Cambio Climático: lo que está en juego'. Manuel Martínez Becerra

Que el cambio climático es algo ya inevitable y va a traer consecuencias de gran gravedad según los expertos en el medio plazo, más que hacer posible el acuerdo, que también, lo hace obligado. Los efectos del cambio climático son globales y globales deben ser las medidas tomadas, basadas en la colaboración y coordinación entre todos los países, ya que va a ser imposible pararlo sólo con actuaciones desde el mundo desarrollado y sin que éste aporte dinero y tecnología a los países pobres.

Prueba de que es necesario un acuerdo que englobe tanto al mundo desarrollado como el que está en proceso es que desde 2007 China es el país que más GEI emite a la atmósfera, siendo hoy India el cuarto y estando Indonesia entre los 10 mayores emisores. El conflicto entre el mundo desarrollado y el que está en vías de desarrollo ha marcado el devenir de las negociaciones en el pasado y en esta ocasión va a ser clave de nuevo. Cada bando elude su responsabilidad y culpabiliza al otro de la situación en la que nos encontramos, olvidándose de que ya no hay tiempo para discusiones.

China y Estados Unidos, responsables de los fracasos en el pasado, deben encabezar las negociaciones pues mientras la UE va haciendo poco a poco los deberes ellos permanecen impasibles mientras los efectos del cambio climático comienzan a aparecer en sus territorios. Todo va a depender de los acuerdos a los que puedan llegar conjuntamente y el liderazgo que tras ellos tomen. Los acuerdos previos que se someterán a votación en París en los próximos días llaman al optimismo pero nunca se sabe. El problema es que el mundo no puede permitirse un nuevo Copenhague.

Fuentes: Banco Mundial, 'Cambio Climático, lo que está en juego' de Manuel Martínez Becerra e IPCC

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