No los ves, pero están por todas partes. Te persiguen en los multitudinarios e innumerables grupos de WhatsApp. Te vigilan en las sombras en tus breves incursiones en Twitter. Te señalan con índice de fuego cada vez que osas cometer una falta de ortografía. Se distribuyen por doquier, cual mente colmena, y actúan con la contundencia de la Gestapo. Una Gestapo ortográfica.
Internet creó hace años un término fabuloso para describirlos: los Grammar Nazi, los totalitarios de la gramática y la ortografía. ¿Alguien ha escrito "haber" en vez de "a ver"? Allí que acudo raudo y veloz uno de sus agentes a interrogarte. ¿Has publicado "llendo" en vez de "yendo"? Una patrulla de policías acudirá a tu casa para indicarte amablemente el camino hacia el campo de concentración de la vergüenza. Son un meme en sí mismos, pero también son unos capullos.
No es algo que la mayor parte de la sufrida población de Internet desconociera, pero es algo que la ciencia ya ha comprobado. En un artículo publicado en el journal PLOS One, un grupo de investigadores ha correlacionado positivamente una baja tolerancia a las faltas de ortografía con mayores problemas de socialización, de acuerdos y, en general, de ser gente maja, guay y enrollada.
Como explica una de las científicas involucradas en el estudio, Julie Boland, de la Universidad de Michigan, todos los seres humanos tendemos a asociar determinadas personalidades a las características del lenguaje. No es ninguna novedad: un acento puede tener un efecto denotativo en el oyente tan negativo como la ropa que viste o su higiene personal. En la escritura sucede lo mismo: alguien que pone muchas faltas ortográficas, a priori, puede causar recelo.
O al menos, nos puede dar una descripción prematura y a buen seguro inexacta de cómo es. De la clase de contexto de la que proviene. Los sesgos funcionan así. El estudio quería comprobar hasta qué punto unas personas podían alejarse de ellos (obviando o anulando el efecto de las faltas de ortografía en los análisis de personalidad a terceros) y otras no, siendo muy críticos y duros en sus juicios personales hacia los faltones.
Ser un quisquilloso no hace amigos
Los resultados fueron de relativa contundencia. La pequeña muestra (83 personas), evidenció que, en general, la mayor parte de los participantes perciben las faltas de ortografía como algo negativo. Al mismo tiempo, sin embargo, pudieron diseccionar las reacciones en grupos: por un lado quienes tenían más tolerancia hacia las mismas y, por otro, un nutrido y pequeño grupo de intolerantes a los que podríamos definir como "Grammar Nazis". Estos mostrarían un recelo mucho mayor, muy agudo, ante una falta cualquiera.
De forma paralela, los investigadores utilizaron cuestionarios de personalidad para abordar los distintos caracteres de sus participantes (el célebre Big Five), que aúna los aspectos básicos de la personalidad humana en torno a cinco factores.
¿Resultado? Mientras aquellas personas extrovertidas tendían a pasar más por alto las faltas de ortografía de terceros, los introvertidos las juzgaban con bastante dureza. Del mismo modo, aquellas personas que caían en el lado menos abierto del test, aunque con un mayor sentido de la responsabilidad, también se mostraron hostiles a los errores. Así mismo, las personas menos amables y conciliadoras correlacionaron positivamente con reacciones negativas a las faltas gramaticales.
¿Qué quiere decir el estudio? El estudio, obviamente, era una pieza aislada en el gran tablero de la psicología. Uno puede participar en las rígidas filas del nazismo gramatical y al mismo tiempo ser una bellísima persona abierta a nuevas experiencias y que ama a los hermosos animales del mundo, incluidos los que cometen faltas de ortografía. De forma simple, establecía pistas: es normal que las personas más introvertidas, con menor facilidad para socializar y más dadas al conflicto se tomen una falta de ortografía de forma personal y a la tremenda.
La cuestión es, ¿eres tú uno de los agraciados? Puede que en mayor o menor medida (el autor de este artículo lo es, sin duda). En su día, INC intentó solucionar nuestro pequeño problema con un puñado rápido de preguntas. La primera y más importante es plantearnos lo siguiente ante un error gramatical: ¿es importante? Si la respuesta es no, y en el 95% de los casos probablemente lo sea, lo mejor que podemos hacer es pasarla por alto. Si tu primo pone "ke" en vez de "qué", el mundo sigue girando.
Otros consejos importantes a tener en cuenta: el lenguaje evoluciona, por lo que debemos aceptar que la RAE inclusive incluya faltas de ortografía en el diccionario de la lengua hispánica (cosa que, a tenor de las polémicas circulares, denota un amplio espectro de Grammar Nazis entre nosotros); y a menudo podemos estar haciendo más mal que bien a la persona a la que señalamos el error (reforzando incluso su comportamiento al asimilarlo como algo provocador o rebelde).
Es decir, en general, ser un puntilloso en la materia no habla muy bien de ti. Y no lo decimos nosotros. Lo dice la ciencia.