La "pornovenganza", compartir fotos explícitas o sexuales sin consentimiento, está generalmente considerada como un arrebato rencoroso de un ex-amante que se siente abandonado. Sin embargo, a medida que el término ha ganado popularidad, también hemos conocido otros casos sobre el uso de este tipo de imágenes como forma de abuso y control por parte de autores de actos de violencia doméstica.
Según nuestra última investigación este tipo de abusos que giran en torno a imágenes afectan a muchos australianos de diferentes comunidades y con diferentes tipos de relaciones sentimentales. El tema es más complejo de lo que se pensaba en un principio.
Hallazgos clave
En una reciente encuesta que hemos llevado a cabo entre 4.274 australianos de 16 a 45 años, un 23% afirmaba haber sido víctima de algún tipo de abuso mediante fotos.
Los casos más comunes se trataban de imágenes sexuales o desnudos tomados sin consentimiento, algo que confirmaba un 20% de los encuestados.
También era común enviar o distribuir fotos sexuales o desnudos a terceras personas sin consentimiento, algo que le había pasado a un 11% de los encuestados.
Finalmente, un 9% de los encuestados había recibido amenazas de que una imagen sexual o un desnudo podría enviarse a otra persona o ser distribuida sin su consentimiento.
En Australia, algunos grupos sociales son más susceptibles de ser víctimas de este tipo de acoso que otros: uno de cada dos aborígenes australianos, uno de cada dos australianos con discapacidad y uno de cada tres lesbianas, gays y bisexuales australianos afirmaban haber sido víctimas de algún tipo de acoso relacionado con fotos.
También cabe destacar que un 30,9% de las personas de entre 16 y 19 años y un 27% de las personas de entre 20 y 29 también decían haber sido víctimas.
Los impactos de la pornovenganza
Según los resultados de nuestra encuesta, las víctimas de este tipo de acoso eran hasta dos veces más susceptibles de experimentar altos niveles de sufrimiento psicológico.
Las personas más afectadas eran las que habían recibido amenazas con la posible difusión de una foto, donde el 80% de estas víctimas confesaban haber sentido mucha angustia e incluso un cuadro de depresión moderada o severo o trastorno de ansiedad. Se trata de un hallazgo muy importante, puesto que demuestra la gravedad de los daños asociados con la victimización a causa de la pornovenganza.
Muchas de las víctimas también decían haber estado "muy" o "extremadamente" preocupadas por su seguridad.
Temer por tu seguridad es una señal de que puedes estar ante un caso de acoso o de violencia doméstica. Muchas de las definiciones legales para estos términos, cuando ya entraría en juego una intervención legal o una orden de protección, requieren que la víctima tema por su seguridad.
Sin embargo, también existen diferencias importantes en el miedo que sienten las mujeres en comparación con los hombres.
Diferencias de género
A nivel general, nuestra encuesta muestra que tanto hombres como mujeres tienen las mismas posibilidades de ser víctimas de la pornovenganza y nos demuestra que este tipo de abusos no son exclusivos de la violencia de género.
Sin embargo, parece que existen algunas diferencias muy importantes en la naturaleza y el impactos de dichos abusos dependiendo del género.
Por ejemplo, la mayoría de las víctimas, un 54%, decía que el responsable del abuso había sido hombre, mientras que un 33% afirmaba que había sido una mujer.
Tanto hombres como mujeres sufrieron la mayoría de los casos de abusos por personas de su entorno: ya sean conocidos, amigos o familiares. Las mujeres tenían más probabilidades de ser victimizadas por una pareja o expareja sentimental (un 39%) que los hombres (un 30%).
Estas diferencias de género son similares a otras formas de violencia y abuso en donde tanto hombres como mujeres tienen más posibilidades de sufrir abusos por parte de hombres y donde las mujeres tienen más posibilidades que los hombres de sufrir abusos por parte de una pareja o expareja sentimental.
Las mujeres que son víctimas de este tipo de acoso también son más susceptibles de confesar que temen por su seguridad.
Por ejemplo, en el caso de imágenes tomadas sin consentimiento, un 32% de las víctimas femeninas afirmaron temer por su seguridad, en comparación con el 23% de los hombres. En el caso de imágenes difundidas sin consentimiento, un 40% de las mujeres y un 36% de los hombres decían tener miedo, mientras que en el caso de las amenazas con fotos, el 50% de las mujeres y el 42% de los hombres afirmaban temer por su seguridad.
Nuestra encuesta tiene una limitación clave: las víctimas solamente pueden denunciar su propio caso si se han percatado de que una foto sexual o desnudo suyos han sido tomados o distribuidos sin su consentimiento. Solamente hace falta echar un vistazo a los contenidos que se comparten en Internet para comprobar que existen muchas más páginas y plataformas dedicadas a compartir fotos sexuales o desnudos de mujeres sin su consentimiento que de hombres.
Identificar este tipo de páginas y su modus operandi es una herramienta importante para futuras investigaciones, puesto que se podría arrojar más luz sobre el componente de género de la pornovenganza.
¿Qué hacer a partir de aquí?
Acabar con los problemas de la pornovengaza requerirá una combinación de diferentes esfuerzos.
Trabajar mano a mano con los proveedores de redes sociales y de páginas web para poder detectar mejor y eliminar este tipo de material es vital para intervenir adecuadamente. Mejorar la protección legal y proporcionar información y servicios de apoyo para las víctimas también son prioridades clave que necesitan reformarse y adaptarse a las diferentes experiencias de la diversidad de la población australiana.
Sin embargo, siempre que se vaya a tomar o compartir una foto explícita o sexual por parte de una pareja, un ex, un amigo, un miembro de la familia o un desconocido, el consentimiento es crucial y es la esencia del problema. Hará falta un plan de prevención a largo plazo para promover una cultura del consentimiento y del respeto en la era digital.
Autoras: Anastasia Powell, investigadora senior, miembro de ARC DECRA y profesora de Justicia y Estudios Jurídicos en la RMIT University; Asher Flynn, profesora titular de criminología en la Universidad de Monash; Nicola Henry, profesora asociada y vicerrectora de investigación en la Universidad RMIT.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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