¿Por qué unas veces culpamos a las víctimas y otras no? Esto es lo que dice un estudio al respecto

La culpabilización de la víctima o victim-blaming, que dirían los anglosajones, es un tema que cada vez cuenta con mayor espacio mediático. Desde hace años hay múltiples campañas de concienciación sobre este espinoso tema, sobre todo en lo tocante a los problemas de agresión sexual, pero cada cierto tiempo nos encontramos a personas (o a nosotros mismos, incluso) incurriendo en esta estrategia para hablar de la responsabilidad cuando sucede algún hecho desgraciado.

En Forocoches, uno de esos espacios que no asociaríamos precisamente con el activismo de igualdad de género, se abría hace dos días un hilo que se preguntaba “¿dónde están ahora los que defienden a los violadores de San Fermín?”. Se referían, claro, a las nuevas informaciones sobre el caso de La Manada de Córdoba.

Antecedentes: el juez de instrucción que trabaja en el caso de la violación grupal de la pasada fiesta navarra dijo en agosto textualmente que a la chica "la sujetaron y obligaron a realizar" varios actos sexuales. La grabación del móvil de la víctima del acto dejaba en evidencia, según el juez, la "superioridad física" de los agresores, y "la imposibilidad" de que la chica pudiera "solicitar auxilio u oponerse".

En aquel momento algunos forococheros le encontraron peros a las hipotéticas acciones de la chica, que podían haber alentado lo que le sucedió en aquel portal. Pero la revelación de un nuevo presunto caso de violación por parte de esta pandilla unos meses atrás en Córdoba terminó por relanzar el debate. A haber ahora indicios de que no sólo serían violadores sino reincidentes, el argumento de esos usuarios que culpaban en algún grado a la chica de la fiesta taurina ha perdido credibilidad.

De lo que hablamos a continuación es sobre cómo ha cambiado la percepción sobre la responsabilidad de esos delitos sexuales entre estos usuarios del popular foro. Que hubiera personas que responsabilizaban inicialmente a la chica de su destino podría haber estado motivado por un simple mecanismo de defensa. Un estudio de este verano de la Universidad de Harvard entre Laura Niemi y Liane Young condujo una serie de experimentos entre casi 1.000 participantes. La idea central era comprobar cómo funciona nuestra capacidad para cargar la culpa de un ataque en la víctima, y sus conclusiones son bastante reveladoras.

Los valores comunitarios frente al individualismo: reparto de culpas

Para comprobar distintos casos de agresiones, las preguntas se plantearon en escenarios de asalto sexual y no-sexual (un accidente de tráfico, un robo). En todos los resultados se constató que los valores morales del sujeto influían enormemente en su reparto de culpas sobre los hechos. En primer lugar, observaron que los valores morales juegan un papel importante en la probabilidad de que los participantes detectasen comportamientos reprochables en las víctimas, con un léxico en el que dominaban palabras como "contaminado" en lugar de "afectado", con lo cual había de partida un mayor grado de estigmatización del individuo por parte de algunos participales.

Las investigadoras detectaron que salían a relucir dos grandes categorías morales: los valores de unión o comunitarios y los valores individualistas. Todos los participantes tenían una parte de ambas corrientes, pero los que más firmemente tendían a primar los valores comunitarios, suelen ser los que protegen antes los intereses del grupo, y viceversa.

Niemi explica que los que se alinearon con esos valores de unión criticaban en mayor grado las acciones de las víctimas (tanto en contextos de crímenes sexuales como no sexuales), mientras que los individualistas se ponían en mayor grado de parte de la víctima. En un ejercicio, las investigadoras le dieron unas imágenes que describían crónicas de un delito hipotético: “Lisa fue abordada por Dan en una fiesta. Dan le da a Lisa una bebida con flunitrazepam. Después, Lisa es violada por Dan”. Le pidieron a los participantes qué dijesen qué habría tenido que ocurrir para que el suceso no tuviera lugar. Esos mismos que apostaban por los valores grupales hablaban más de lo que debería haber hecho Lisa para evitar su violación, y los individualistas se centraban en la culpa del violador.

La experta en trabajo social Barbara Gilin intenta explicarlo. Para ella las personas, de forma natural, suelen ponerse mucho más del lado de la víctima si la conocen, pero oír hablar de estas historias en los medios de comunicación puede conducir a que se potencien las actitudes de culpabilización hacia la víctima. Se desencadena, así, una disonancia cognitiva entre la creencia de que el mundo es justo y la evidencia de que la vida no siempre lo es. Que, en esencia, culpar a la víctima podría deberse a la combinación de una falta de empatía con las víctimas y a una reacción de miedo provocado por el deseo humano de la autoconservación.

Un mundo justo es un mundo controlable

Un estudio muy similar realizado décadas antes por el doctor norteamericano Ronnie Janoff-Bulman exponía cómo las mismas víctimas de un hecho traumático (violación, violencia doméstica, accidentes de coche) se culpaban a sí mismas por las circunstancias de su agresión o accidente. Lo que les hacía sufrir era su propio comportamiento, y no las “características perdurables”. ¿Por qué?

Janoff-Bulman teorizaba que, según las entrevistas realizadas, se concluía que los sujetos defendían un mayor control por su parte del escenario que les había conducido a ese suceso negativo, pensando que así, en el futuro, podrían evitar que una situación similar volviera a sucederles.

Es famoso otro experimento de los años 60 del psicólogo social Melvin Lerner, uno en el que se puso a una serie de participantes a observar a personas recibiendo electroshocks sin poder hacer nada por evitar las descargas. El psicólogo observó que, a medida que los participantes veían un sufrimiento más extremo, con más firmeza culpaban al sujeto que recibía el daño.

Para Lerner, todo ello se basa en una creencia extendida en el ser humano de pensar que las acciones tienen consecuencias predecibles, que podemos controlar lo que nos sucede. Frases como “lo que se siembra se cosecha” mantienen esta idea. Algunos análisis también han concluido que las personas que creen en mayor grado en que la justicia impera en la sociedad, marcan de media cuotas más altas de felicidad y más bajas de depresión.

La solución está en el enfoque: los protagonistas de las historias

Pero el primer estudio reciente al que nos referíamos, también condujo unas pruebas que apuntaban a una posible solución, o al menos a algo muy interesante.

Dividieron a los encuestados en dos grupos, a los que les daban unas imágenes en los que la historia tenía dos enfoques diferenciados. En uno, la narración estaba protagonizada visual y verbalmente por la víctima, y en el otro grupo era el perpetrador el que ocupaba la mayoría de las sentencias, en lugar de la víctima. “Lisa fue abordada por Dan”, “Dan se acercó a Lisa”.

Descubrieron que si el texto se centraba en la experiencia y lo sucedido desde el punto de vista de la víctima (incluso aunque el texto estuviese “de parte” de la víctima), había más posibilidades de obtener una respuesta por parte del sujeto que culpase a la víctima. Cuando el protagonista era el asaltante, la empatía por el agresor caía de forma significativa. Niemi, una de las investigadoras, explica lo que ocurrió cuando le pidió a los sujetos que habían leído la historia enfocada en el agresor que razonasen cómo podría haberse evitado el ataque:

Cuando a este segundo grupo le ofrecimos un texto en blanco para que nos escribieran, según su opinión, cómo la víctima podía haberse librado de la agresión, las aseveraciones sobre las acciones de la víctima del estilo “podía haber llamado a un taxi” eran más infrecuentes que en el primer grupo. No les resultó nada fácil proponer ideas sobre lo que la víctima podía haber hecho para evitar su asalto. Hablaron menos de los actos de ese sujeto, en general, y más del agresor. Esto apunta a la importancia crucial que tiene el cómo le presentamos a la gente los temas en los que hay agresores y víctimas.

Si hacemos caso a lo que proponen desde este departamento de Harvard, la responsabilidad de los medios de comunicación es crucial para entender cuál será la postura de buena parte del público. Según este estudio, las noticias que se centren en la historia de la víctima conllevarán más victim-blaming, y las que se pongan desde el punto de vista del agresor provocarán en menor medida esta reacción. Con lo cual, la forma de evitar que caigamos en una culpabilización mayor de quien no es responsable es seguir el esquema informativo que ha tenido el quinteto de los sanfermines.

De nuevo, no podemos saber si esos hombres en cuestión son culpables o no, ya que el proceso de investigación judicial continúa abierto y no hay sentencia firme. Lo que importa de esta historia es cómo los medios han optado progresivamente por un enfoque que no se centra en la víctima sino en los acusados. Al abrir noticias con su foto en Instagram, al transcribir sus conversaciones por Whatsapp y al realizar perfiles sobre los acusados de violación mientras están en prisión preventiva después de que cometiesen su acto se ha trasladado el centro de atención mediático que en otras ocasiones sobre abusos sexuales tiene como protagonista a la víctima.

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