En Seattle, todavía queda gente que trabajó en las instalaciones de Boeing durante la década de 1940 que guarda con mimo tesoros que pudieron salvarles la vida. Estos ex ingenieros y trabajadores de la compañía mantienen en sus casas coches o árboles de cartón, trozos de tela que hacen de césped, o incluso nombres de calles que nunca existieron. Son parte de lo que un día se llamó Wonderland Boeing, la ciudad fantasma creada en la Segunda Guerra Mundial.
Pero para llegar hasta ese momento de la historia, donde incluso Hollywood puso su grano de arena para conseguir levantar el pueblo potemkin más alucinante que jamás se haya realizado, debemos dar marcha atrás unos años, más o menos cuando Boeing levantó la primera piedra para convertirse en la monumental compañía que es hoy.
La planta 1 se nos queda pequeña
Fundada en 1916 por William E. Boeing, la compañía inició sus operaciones en una modesta fábrica en el lago Union en Seattle, Washington. Fue la denominada como Planta 1, un hito de la aviación si tenemos en cuenta que de allí salieron los primeros aviones, incluyendo el Boeing Model 1 y el Model 2.
Durante la Primera Guerra Mundial, la Planta 1 desempeñó un papel crucial en la producción de aviones militares de Estados Unidos, tras la guerra, (y en parte impulsada por ella) Boeing se centró en la construcción de aviones comerciales y militares con la planta como parte fundamental. Así, en los años siguientes se lanzaron varios modelos icónicos, como el Boeing 247, el primer avión de pasajeros moderno con capacidad para varias personas, o el Boeing B-17 Flying Fortress, un bombardero pesado que iba a resultar clave durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo y a pesar de su éxito (o precisamente debido el desarrollo y crecimiento cada vez más grande de Boeing), la histórica planta pronto necesitó reformas. Hacia la década de 1930, se hizo evidente que la planta 1 quedaba obsoleta en esa transición que había iniciado Boeing pasando de producir pequeños hidroaviones de madera a aviones terrestres más grandes totalmente metálicos.
La compañía tenía claramente dos frentes de gran desarrollo: la aviación comercial y el empuje de la Fuerza Aérea para construir máquinas de guerra. Así nació la planta 2 de Boeing, un edificio con apariencia de fábrica construido en 1936 por The Boeing Company, también en Seattle, Washington. Además, se levantó como una moderna línea de montaje donde se podían fabricar y ensamblar componentes de la estructura del avión en la misma instalación, mientras que los aviones terminados tenían acceso a un aeródromo.
El ataque a Pearl Harbor
Hoy sabemos que durante la Segunda Guerra Mundial, los bombarderos enemigos nunca surcaron los cielos de ninguna ciudad estadounidense (excepto Honolulu, claro). Sin embargo, entonces no era tan obvio que los bombarderos japoneses nunca aparecerían en aquel entonces. De hecho, la gente que vivía en la costa oeste no estaba convencida de que esto no pudiera suceder.
La historia cambió por completo el 7 de diciembre de 1941. Ese día, las fuerzas aéreas y navales japonesas lanzaron un ataque sorpresa contra la base naval de Pearl Harbor en Hawái, Estados Unidos. En una serie coordinada de ataques aéreos, aviones de la Armada Imperial Japonesa lanzaron torpedos y bombas contra los buques de guerra estadounidenses anclados en el puerto, así como contra las instalaciones militares en tierra.
El ataque resultó en la destrucción de numerosos barcos de guerra estadounidenses, incluyendo el hundimiento de varios acorazados y cruceros, así como daños significativos en las instalaciones militares. Un movimiento repentino y devastador que llevó a Estados Unidos a entrar de lleno en la Segunda Guerra Mundial, uniéndose a los Aliados en su lucha contra las Potencias del Eje (en realidad iban a entrar sí o sí, pero sin lugar a dudas sirvió de detonante).
Una de las consecuencias inmediatas que trajo el famoso ataque fue cierta psicosis del pueblo estadounidense a otros similares. Si anteriormente la gente que vivía en la costa oeste no estaba convencida de que no pudiera suceder, ahora menos. Pearl Harbor está a miles de kilómetros de Japón, y si el enemigo podía lanzar un ataque aéreo a gran escala en dos oleadas sobre Honolulu y sus alrededores, ¿qué les impedía hacer lo mismo, sin previo aviso, a unos cientos de kilómetros más contra cualquier otra gran ciudad?
Wonderland Boeing
Tras Pearl Harbor, y con la paranoia instalada, Roosevelt y William Knudsen (experto en producción en masa y ex presidente de General Motors) se dieron cuenta de que la infraestructura de fabricación de aviones de Estados Unidos era peligrosamente vulnerable. Si el mismo grupo de batalla japonés que se había centrado en Pearl Harbor se hubiera dirigido a cualquiera de los edificios de los mayores fabricantes de aviones del país, el desastre sería absoluto. También se dieron cuenta (o pensaron) que los japoneses posiblemente lo sabían. Y de todas las fábricas, la Planta 2 de Boeing parecía ser el blanco más fácil.
Aparece en escena el Mayor John Francis Ohmer, Jr., un hombre con un plan. Ohmer, quien también era mago aficionado y le gustaba la fotografía, había desarrollado cierto interés tanto en el arte como en la ciencia del camuflaje. De hecho, en 1938 formó un batallón como unidad de camuflaje dentro del Cuarto Ejército con base en California. En un contexto de miedo y paranoia, a Ohmer se le ordenó que desarrollara un plan de camuflaje para la costa oeste insólito. El Mayor, que posiblemente había soñado con un proyecto como éste, se encontró con un regalo.
La proximidad de Ohmer a Hollywood le dio acceso a una increíble reserva de talento, por ejemplo, tuvo línea directa con algunos de los mejores escenógrafos de películas y pintores escénicos a gran escala del mundo. No solo eso. Todos los grandes estudios estaban más que dispuestos a prestar sus servicios para el esfuerzo bélico. Ohmer eligió entre los mejores talentos de Columbia, Twentieth Century Fox, Metro-Goldwyn-Mayer, Paramount, Disney o Universal Studios.
Y como mano derecha de lo que estaban a punto de crear, Ohmer contrató a John Stewart Detlie, el gran diseñador de producción y director de arte de más de una veintena de películas en la industria. Anteriormente había trabajado en musicales clásicos de finales de la década de 1930 con, entre otras celebridades, Judy Garland, Mickey Rooney, Nelson Eddy o Jeanette MacDonald. Sin embargo, nada de lo que había hecho antes era ni remotamente parecido. Debía construir el mejor decorado que jamás había diseñado, uno para engañar al enemigo en la guerra.
El mayor decorado de la historia de la guerra
El plan: hacer que la fábrica de aviones de Boeing, la Planta 2, "desapareciera" de la faz de la tierra camuflándola para que pareciera un barrio de las afueras anodino ante un posible piloto japonés que volara a una altitud de 1500 metros. El “truco” consistía en pintar lo que parecían ser calles y vegetación en pistas reales y en erigir subdivisiones falsas enteras en los tejados de las fábricas. Las redes de camuflaje estándar, tendidas sobre enormes andamios de madera, sirvieron como lienzo básico sobre el que los artistas de Hollywood pintaron detalles de colores, contrastes para sugerir calles y toda la parafernalia que podamos imaginar.
Por ejemplo, la red era de color verde, pero las áreas se rociaron en tonos sutilmente diferentes para darle a la escena un aspecto más realista. Incluso algunas parcelas de “césped” en las subdivisiones estaban pintadas de marrón para sugerir que no habían sido regadas y se estaban secando. Se construyeron con lona decenas de casas falsas, así como escuelas y edificios públicos. También se crearon cientos de árboles artificiales y detalles del suelo utilizando todas las técnicas que la industria tenía a su alcance.
Los ilusionistas de Hollywood desarrollaron un método para crear árboles utilizando alquitrán y plumas. La malla de alambre se cubrió ligeramente con alquitrán y luego se sumergió en plumas de pollo. El producto terminado, que al parecer tenía una apariencia suave y frondosa, podía manipularse en una estructura rígida de cualquier forma y rociarse en múltiples tonos de verde. Por arte de magia, el barrio ficticio también tenía naturaleza. Por cierto, a las chimeneas y respiraderos en los techos de los edificios de las fábricas se les permitió atravesar la red y se pintaron para simular bujías contra incendios.
En pocos meses, habían construido una auténtica ciudad falsa de al menos tres calles principales, además de callejones y caminos de entrada. Las calles incluso tenían nombres con cierta gracia, como la Synthetic Street que cruzaba con Burlap Boulevard. Obviamente, contaban con que en el supuesto de un ataque japonés, los pilotos no podían leer los nombres a miles de metros de altura.
Además, al menos dos de las casas construidas y completamente falsas se utilizaron para ser ocupadas por personas reales. Durante 1942 y principios de 1943, el personal del ejército estadounidense que manejaba cañones antiaéreos en Wonderland estuvo alojado en la azotea de la Planta 2.
Otro aspecto destacable fue la escala en la que se construyó todo. En realidad, aunque las casas y los árboles respetaron la escala en planta, eran más pequeñas en alzado. Dicho de otra forma, casi nada superaba los 2/2,5 metros de altura (otra vez, esto es algo que en altitud el enemigo no iba a notar). En cuanto a los coches aparcados en las calles, estaban hechos de madera y tenían alrededor de medio metro de altura.
Podríamos seguir hablando de detalles sobre el espectacular escenario creado, pero creo que nos hacemos una idea. Al final, los japoneses nunca llegaron tan lejos, y el miedo y la aprensión de aquellos meses se fue desvaneciendo gradualmente. Con todo, el secreto a voces de la existencia de esos barrios con tejados en Seattle permaneció sin ser anunciado. De hecho, no fue hasta el verano de 1945 que se reveló oficialmente. Un comunicado de Boeing en junio de 1945 lo certificaba.
A mitad de julio, casi un mes antes de que el gobierno japonés anunciara que estaba dispuesto a rendirse incondicionalmente a los aliados, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército confirmó que ya había otorgado contratos a empresas civiles para desmantelar la ciudad fantasma.
En 1946 se desmanteló el escenario más improbable y extraordinario de cuantos haya creado Hollywood. La Planta 2 de Boeing volvía a ver la luz del sol mientras Wonderland cerraba el telón con el aplauso de cientos de personas que lo hicieron posible.
Imagen | futureatlas.com, Boeing, Lockheed Martin, U.S. National Archives and Records Administration, IMBD, Dominio Público
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