En los años 50 del siglo XX parecía que se iba a vivir una nueva revolución industrial en la que la energía atómica iba a propulsar a la humanidad un paso más allá de los combustibles fósiles y del vapor que heredamos de la revolución industrial. Lo que pasa es que no todo es de color rosa cuando se trata de energía atómica, aún así la inocencia (y el desconocimiento de los peligros atómicos) de la época nos permite echarle un vistazo a tres usos de esa energía que no pasaron de ser proyectos más o menos avanzados.
Porque en la actualidad la energía atómica propulsa algunos submarinos y barcos y produce electricidad, pero en aquella época se pensó que el átomo podía ser la panacea que llevara a la humanidad un paso más allá en su evolución.
Energía atómica, conceptos básicos
Vaya por delante que aquí no vamos a hacer un estudio detallado de cómo funciona un reactor nuclear ni mucho menos. Diremos que básicamente lo que pasa ahí dentro es que al dividirse un átomo de material pesado (Uranio o Plutonio, por ejemplo) se produce una gran cantidad de energía en forma de radiación y energía cinética que calentarán la materia que se encuentre en el espacio alrededor de dónde se produzca esa fisión.
Esa energía puede aparecer de forma descontrolada, en forma de explosión, o controlada (más o menos) mediante elementos que limitan la reacción pero que permiten calentar agua hasta convertirla en vapor como hacen los reactores de una central nuclear.
Si quieres ampliar conocimientos seguro que encontrarás más información en la red. A nosotros nos basta con este concepto básico para ilustrar estos tres proyectos que no llegaron a buen puerto.
Ford Nucleon, el coche atómico
En 1958 Ford presentó un concept car que llamó Ford Nucleon, un coche propulsado con un pequeño reactor atómico que producía vapor que se encargaba de mover el coche. Esta idea no pasó de ser un concepto y nunca llegó a más. La idea no era muy descabellada, pero en aquel momento la tecnología disponible no era capaz de escalar al tamaño necesario un reactor atómico, así que la idea fue descartada.
Bombardero nuclear de largo alcance
La siguiente idea consistía en subir un reactor nuclear en un avión para conseguir así aumentar radicalmente su autonomía y que pudieran bombardear a un enemigo situado a la otra punta del mundo. Esto llegó un poco más lejos que el coche, ya que se llegó a fabricar una unidad de pruebas y se realizaron unos cuantos vuelos con ella.
Aquí los problemas se multiplicaron varias magnitudes. Por un lado estaba la necesaria protección contra la radiación de la tripulación. Algo que se consiguió a base de planchas de plomo que forraban la cabina y un cuidadoso diseño del reactor para que no irradiara en la dirección en la que estaban los pilotos. Otro problema grave era que en un avión no puedes acarrear una gran cantidad de agua para transformarla en vapor y que mueva una turbina. Así que se complicaba un poco el diseño.
Las soluciones valoradas fueron dos, una hacer pasar una corriente de aire a través del material radioactivo a alta temperatura, luego utilizar ese aire caliente para inyectarle combustible y hacerlo funcionar como un motor a reacción convencional. Las emisiones de radiación en el aire lo hacían inviable. De esta manera tuvieron que aplicar un sistema de intecambiador de calor que mantenía la radiación recluida en el reactor nuclear pero hacía llegar aire lo suficientemente caliente a los reactores convencionales como para hacerlos funcionar. Como en aviación lo que mejor funciona es lo más sencillo, se optó por la primera configuración a pesar del riesgo que entrañaba.
Los experimentos se realizaron con un Boeing B-36 Peacemaker modificado. Aunque en algunos de los 47 vuelos que se hicieron se llegó a conectar el reactor atómico, en ninguno de esos vuelos se llegó a utilizar la propulsión atómica. El experimento se abandonó al perfeccionarse los cohetes balísticos intercontinentales, que no necesitaban ya un avión que transportase las bombas hasta el objetivo. Otra idea descartada.
Proyecto Orión, a Marte cabalgando una bomba atómica
El Proyecto Orion pretendía fabricar una nave interplanetaria propulsada por energía atómica que fuera capaz de llevar a una tripulación de humanos a Marte, o más allá. Pero si te han parecido extrañas las ideas de los dos anteriores proyectos, este te sorprenderá mucho más. Porque el proyecto Orion pretendía que la propulsión de esa nave interplanetaria dependiese de una sucesión de explosiones atómicas, las cuales servirían para, literalmente, empujar la nave hasta el espacio y más allá.
Esta idea la firmaron dos integrantes del laboratorio de Los Álamos, donde se fabricaron las bombas atómicas que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón. Incluso se llegaron a fabricar una serie de prototipos para comprobar que la idea funcionaba y se podía llevar a cabo con la tecnología de la época. Según el documental que realizó la BBC hace unos años la idea de lanzar bombas justo debajo de la nave funcionaba. Se diseñó una especie de escudo que debía parar el impacto de las explosiones. Este escudo estaba conectado a la cápsula mediante una serie de amortiguadores hidráulicos. Con este sistema se pensaba alcanzar velocidades de hasta 1/10 de la velocidad de la luz.
El principal problema que afrontaron es que se necesitaba fabricar muchas bombas atómicas (aunque estas no tenían que ser demasiado potentes) y también necesitaban coordinar esa cadena de explosiones con precisión suficiente para que el impulso no se desperdiciara. ¿Y quién tenía una maquinaria parecida que funcionase? Pues la respuesta la encontraron en Coca Cola que tenía la maquinaria de embotellar bebidas y parecía que podría servir para lanzar esas bombas con precisión.
Por suerte el proyecto se abandonó en 1963 al suscribirse el primer tratado internacional que prohibía las explosiones atómicas en la atmósfera de la Tierra. También influyó en la suspensión que la NASA estaba progresando a pasos agigantados con su proyecto de cohetes con propulsión química convencional.
A continuación os dejo el vídeo con el documental de la BBC que dura 60 minutos. La principal pega es que no está traducido ni subtitulado, pero se puede apreciar bastante bien la idea del Proyecto Orión relatada por sus diseñadores.
Energía atómica para todos, pero con cuidado
En la actualidad la energía atómica está limitada a usos militares y los usos civiles se hacen bajo estrictos controles (o al menos eso es lo que nos dicen). Porque sólo de pensar que podríamos tener coches circulando por nuestras carreteras con pequeños reactores atómicos en sus entrañas se me pone mal cuerpo. Igual de malo que se me pone al pensar en aviones sobre nuestras cabezas con esa misma tecnología. Y por último hay que agradecer que Verner Von Braun fuera capaz de perfeccionar los cohetes que propulsaron la carrera espacial. Porque la opción de ver lanzamientos de satélites con explosiones atómicas es, de todas, la que más me horroriza. Y para horrores atómicos ya tenemos de sobra con los accidentes de Chernobyl y Fukushima.
Fotos vía Wikimedia | Crossroads Baker; Boeing B-36 atómico; Proyecto Orión NASA; Diseño Proyecto Orión