Es cierto, Darth Vader es uno de los villanos más terribles de la historia de la humanidad. Secuaz implacable de otro villano que no le va muy a la zaga, capaz de secuestrar a su hija, matar a sangre fría a su maestro y no sé cuantas tropelías más. Pero, ay, tiene un je ne sais quoi pas que nos vuelve locos.
Vader, Tony Soprano, Lecter, el Jocker, la serpiente del Génesis, Magneto, Scar, Joffrey Baratheon o Montoro son algo más que 'malos' y mucho más que 'malotes'. La maldad nos fascina y nos horroriza a la vez. ¿Por qué nos mola Darth Vader? ¿Por qué amamos los villanos? ¿De dónde nos viene ese desconcertante y culpable gusto por la maldad bien destilada?
En un artículo recién publicado por la revista Evolutionary Behavioral Sciences, el profesor Jens Kjeldgaard-Christiansen ha indagado por las raíces evolucionistas de nuestra fascinación por los villanos.
La psicología evolucionista es un área de la psicología que estudia cómo ha evolucionado el comportamiento de las personas en una interacción histórica entre genética, cultura y medio ambiente. Aunque la recordaréis de 'dar una pátina de respetabilidad científica a discursos políticos profundamente reaccionarios'; en los últimos años, ha dejado de lado la pura especulación y, gracias los avances en genética conductual y en las ciencias del comportamiento, está permitiendo encontrar ideas interesantes, provocadoras y estimulantes.
¿Por qué nos fascina el mal?
¿Por qué llenamos las historias de personajes viles, obtusos y peligrosos? ¿Qué hacen nuestras novelas llenas de archivillanos y arquetipos de la maldad?
Kjeldgaard-Christiansen lleva mucho tiempo estudiando el altruismo desde una perspectiva evolucionista. En nuestro pasado evolutivo, las personas dependían tanto de las comunidades a las que pertenecían que necesitaban formas recompensar a los que trabajaban por la comunidad y de castigar a los que no lo hicieran. Según el autor, un buen número de nuestras emociones sociales se desarrollaron con el fin de señalizar y tratar el altruísmo y el egoísmo.
Hoy en día, según Kjeldgaard-Christiansen, nuestras 'intuiciones morales' continúan sosteniéndose sobre juicios de valor basados en el cálculo del sacrificio que una persona puede hacer por el grupo. Si alguien da poco pero exigen mucho es "un gorrón" aquí y en la China Popular y, por consiguiente, no es de fiar.
Es por esto que los gorrones no suelen ser tolerados. Mantener a ese tipo de personas en un grupo social tiende a cabrear al personal. E incluso, llevadas estas reacciones al límite, pueden ser tan fuertes que "la amenaza de la sociedad" justifique su eliminación. Real o metafórica. El mal químicamente puro. Para el profesor Kjeldgaard-Christiansen la moralidad consiste en una contabilidad de acciones: un "karma social" evolutivamente diseñado.
Es importante destacar que las intuiciones morales son fácilmente influidos y provocados por una serie de factores contextuales. Como nos cuenta David Pizarro en el siguiente vídeo, algo tan sencillo como provocar 'asco' (la repugnancia física) tiene un efecto muy importante en nuestras decisiones y juicios morales.
¿Cómo tienen que ser los malos de cuento para que nos gusten?
Teniendo en cuenta este modelo básico, Kjeldgaard-Christiansen propone una serie de cualidades que caracterizan a los villanos más icónicos. Puede leerse como una descripción del arquetipo del villano o como una especie de manual de intenciones para hacer un malo malísimo.
La primera cualidad es clara, un verdadero villano debe dar muy poco y exigir mucho: ser doctores cum laude de la gorronería. Esta es la piedra fundamental del modelo. Pero hay cualidades curiosas.
El villano ideal, además, necesita algo de misterio. En cuanto sabemos demasiado acerca de sus motivos, dejamos de sentir repulsión (recordemos que 'el asco' es una emoción importante) y comienza la empatía.
Por otro lado, Kjeldgaard-Christiansen señala que los villanos más malvados suelen ser marcados como extranjeros: en nuestro apsado evolutivo, los extranjeros (otros grupos en competencia) constituían una gran amenaza. Es curioso ver cómo muchos de los grandes villanos de la historia de Hollywood, en efecto, eran ingleses, mexicanos o rusos. Y en efecto no tenía acento americano.
Otra cualidad interesante relacionada con el asco, es la tendencia de muchos villanos de ficción a menudo sufren algún accidente que les deja grandes secuelas 'médico-estéticas' en algún sentido. Nuestra repulsa por su aspecto nos predispone a pensar mal de ellos.
El instinto del mal
Pero cómo os habréis dado cuenta, hasta ahora no hemos respondido a la pregunta del principio: ¿Por qué tenemos los cuentos llenos de villanos?
Ya hace unos años, Dennis Dutton escribió un libro fundamental "El instinto del arte" en el que abordaba la naturaleza del arte desde un prisma darwinista. La tesis de Dutton (bueno, una simplificación de la tesis de Dutton) nos dice que de la misma forma que los pájaros hacen nidos y las termitas, termiteros: los hombres hacemos arte, historias, narraciones. En el libro, Dutton explicaba que el arte tenía tres grandes ventajas adaptativas:
las historias ofrecen un sucedáneo de experiencia barato y exento de riesgos (en Hamlet muere hasta el apuntador pero nadie entre el público, que me conste);
las historias pueden tener gran valor como fuentes didácticas de información fáctica (la Ilíada enseñaba a los griegos desde cómo atracar un barco hasta cómo enterrar a los muertos, pasando por la forma de guerrear);
las historias nos animan a explorar los puntos de vista, creencias, motivaciones y valores de otras mentes humanas y nos inculcan capacidades interpersonales y sociales potencialmente adaptativas (gracias a Jane Austen y Flaubert, sé como piensan las mujeres).
Como Dutton, Kjeldgaard-Christiansen piensa que la creación de cuentos con malvados y villanos puede tener un propósito evolutivo. Estos viajes al lado oscuro de nuestra naturaleza (y la, al final inevitable, victoria sobre el mal), nos ayuda a experimentar, aprender y explorar realidades a las que no podríamos acceder de forma tan sencilla (y tan poco traumáticas).
Es curioso llegado a este punto pensar que amamos a Darth Vader, que nos encanta el mal literario y cinematográfico porque, en definitiva, nos hace ser mejores personas. Es una bonita idea.
Imagen | JD Hancock, JD Hancock, ChrisK4u, Silly Deity