La Liga de los Políticamente Incorrectos: todas las batallas entre sus mayores detractores y defensores

Twitter, Papel, España entera lo sabe. Lo políticamente correcto es un concepto al que nuestro imaginario vuelve una y otra vez, que la realidad certifica como idea recurrente para explicar o, al menos apuntar a las colisiones dialécticas entre dos grandes fuerzas. ¿Y quiénes son esas dos fuerzas? Depende, tienen tantos rostros como batallas libradas en el campo de la libertad de expresión.

La periodista Sabina Urraca escribió hace unos días un enajenado artículo que resumía su experiencia en un viaje en Blablacar con nada menos que Álvaro de Marichalar, navegante aventurero y hermano de Jaime de Marichalar. La joven escritora, que no se contuvo, tildó al empresario vinculado circunstancialmente con la nobleza de mentiroso o "pirado". Días después Marichalar ha contestado a la mujer en una misiva aún más histriónica que la anterior acusando, entre otras cosas, que a él quieren callarle las hordas de lo políticamente incorrecto.

Aunque esta expresión la hemos heredado del mundo anglosajón, donde su uso tiene una cronología asentada y bien definida, no tenemos en España una guía de las grandes gestas donde este concepto se ha esgrimido en algún bando. Vamos a intentar ver algunos de sus momentos más reconocibles e importantes.

Festival de Sitges vs asociaciones de menores

En una de las snuff movies más recordadas de los últimos tiempos, un padre serbio desesperado y empujado por la necesidad veía un video casero fatal en el que un recién nacido era sodomizado hasta la muerte por un terrible sicario. Ese es sólo una de tantas atrocidades dentro de una película que no cesaba en sus intentos por pasmar al espectador y que algunas juristas y asociaciones de defensa de los menores vieron como exhibición de material pornográfico infantil, aunque no se utilice directamente a menores (el bebé de la película era, por supuesto, un muñeco).

El director artístico del Festival de Sitges, Ángel Sala, era así inculpado (y denunciado) por permitir la exhibición de la película, y los bandos se formaron rápidamente. Mientras distintas personas del mundo de la cultura entendían que lo que ocurre dentro de una ficción no debe tener límites, asociaciones y diversos periodistas defendían que “todo tiene un límite”.

Vigalondo vs sionistas

Vigalondo, por aquel entonces autor de un blog interno de El País, tuiteó de borrachera un chiste (y subsiguientes) en el que banalizaba el Holocausto y hacía mofa de los trágicos hechos ocurridos 70 años atrás. Al poco tiempo Vigalongo pidió disculpas y desmintió que fuese un auténtico negacionista de la masacre judía, pero el daño estaba hecho y los comentarios le costaron su colaboración con el periódico.

La polémica creó, antes, durante y después de su despido, un intenso debate en distintos sectores de la política y la cultura. Mientras los afines al cineasta cántabro hacían manifiestos criticando la decisión del medio de Cebrián por haber castigado un par de chistes y diversos humoristas debatían sobre los límites del humor, el bando contrario tildaba sus comentarios de antisemitas e irresponsables. Había líneas que se habían traspasado.

Matisyahu vs propalestinos

¿Es la cultura política? Eso se puso sobre la mesa en agosto de 2015 cuando BDS País Valencià promovía el boicot en España del rapero estadounidense Matisyahu. El cantante judío iba a actuar en el festival Rototom, de Benicàssim, y según acusaba la plataforma el artista había apoyado actuaciones del Ejército Israelí sobre el pueblo palestino. Los valencianos convencían así al festival a pedirle a Matisyahu que se pronunciase sobre el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, pero este declinó hacer comentarios al respecto y su actuación se llevó a cabo en un mar de abucheos por parte de asociaciones palestinas.

"Paz, paz, paz. Es un placer tocar para todos vosotros", dijo Matisyahu a su público. El cantante canceló después la rueda de prensa. En una semana y media de convulsión por el asunto en los medios, unos argumentaban que se trata de una falacia criticar todos los que defienden el Estado Israelí de violadores de los derechos humanos. Sobre todo, los defensores del rapero entendían que se trataba de una campaña racista contra las personas de origen judío.

Los críticos afirmaban que la identidad es irrelevante en esta cuestión, y que lo esencial en este caso es la falta de ética de promover actos que puedan instrumentalizarse como limpieza de imagen de “regímenes criminales”.

Arévalo y Osborne vs sensibilidad homófoba

“En España ya no se pueden contar chistes de mariquitas”. Esta o frases similares proclamaban humorista y presentador en una entrevista con motivo de la presentación de su nuevo show. Arévalo, además, no sólo se quedaba en los chistes de homosexuales, también señalaba cómo le habían censurado antes de subirse a los escenarios por no poder hacer chistes sobre personas con distintos defectos físicos. El cómico se lamentaba, en esencia, de que los chistes de mariquitas y gangosos de los años 80 no calaban bien en el contexto actual de libertades restringidas.

Y al otro lado de la polémica el argumento a esgrimir es doble: por un lado, la agencia del autor del mensaje sobre el tema del que se ríe es fundamental para ver si de verdad estamos ante un chiste o una burla hacia un colectivo. Del otro, que la delicadeza al hablar de ciertos temas es una sana prueba del progreso de una sociedad más inclusiva. Un mundo con menos sentido del humor, pero en el que se trata a todos con más respeto.

Pérez-Reverte vs Rico

En el campo del lenguaje inclusivo también se han librado batallas. La última y más ruidosa ha sido la protagonizada por Arturo Pérez-Reverte y Paco Rico, dos académicos que disputaban en lo intelectual (y lo dialéctico) cuál debía ser la posición de la RAE ante las nuevas tendencias combativas con el sexismo lingüístico. O al menos así lo era en inicio.

Así, una parte interna de la Academia está llena de “imbéciles” y “analfabetos” que quiere hacerse con el control de la lengua de Cervantes para introducir el lenguaje inclusivo y aniquilar el plural masculino. En el otro, se explica que la institución de la Lengua sólo sirve para registrar la realidad del idioma que, de facto, ya se produce en la sociedad. Rico le criticaba a Reverte que cargara contra los que usan el desdoblamiento de género cuando al mismo autor de Alatriste se le ha visto utilizar ese recurso. Después de esto la discusión entre ambos perdía la elegancia y se adentraba en otros terrenos ya no concernientes a lo políticamente incorrecto. Con muchísima gracia, eso sí.

Gerchunoff vs Barbijaputa

Entramos en la recta final y llegamos a los dos casos que más directamente han entablado un debate sobre el propio concepto de los políticamente incorrecto. Con el feminismo y los artículos de Barbijaputa de fondo, el columnista Santiago Gerchunoff se saltaba el tradicional paso previo por el cual alguien debiera esgrimir la etiqueta.

Gerchunoff no había sido violentado por alguna declaración anterior, sino que, según él, tenía tan interiorizado el efecto represor de ciertos sectores del feminismo que, como hombre, no se veía posibilitado para debatir los potenciales puntos débiles del movimiento de género. La tiranía de lo políticamente incorrecto en todo su esplendor.

La respuesta de la afectada y los indignados del artículo del escritor optaron por su parte en señalar que, según su forma de verlo, el discurso hegemónico, sobre todo fuera de las redes sociales, sigue siendo el del desprecio sistemático al movimiento feminista, y cambiando del plano conceptual al material, que cualquier discusión sobre la libertad de los hombres para rebatir a las feministas queda minimizada por la realidad social de la violencia estructural contra la mujer.

Soto Ivars vs Daniel Bernabé

En la misma línea de ataque anticipado contra los efectos censores de la tiranía de lo políticamente correcto, el suplemento dominical de El Mundo, Papel, lanzaba hace unas semanas un especial temático sobre este concepto. El escritor Juan Soto Ivars se lanzaba en su artículo contra algunas prácticas de los justicieros de las redes sociales como la normalización lingüística (en verdad, para Ivars, una mera sustitución de ciertas expresiones por otras) y contra la extensión cada vez mayor del campo de términos puestos en duda por los represores.

El escritor Berbané respondió entonces atacando la postura de Ivars y compañía, tildándola de reaccionaria. Según Bernabé, "eso que llaman 'clima censor' u 'hordas linchadoras' no es más que la gente respondiendo, en inferioridad de condiciones, a grandes medios". Según este argumento, el cambio que se ha producido se debe a que los discursos de hoy son susceptibles a encontrar una crítica en las redes sociales, no como antes, cuando los medios lanzaban sus mensajes de forma unidireccional.

Marichalar vs Urraca

Y llegamos, por fin, al último punto. En este caso la discusión sobre la expresión de marras se ha vuelto más compleja que nunca, más que nada porque es difícil encontrar cuáles son los argumentos en los que se apoya esta polémica para vincularse con lo políticamente incorrecto. Sabina Urraca, que criticaba en su texto su experiencia en el Blablacar compartido por el empresario, no se cortaba a la hora de vilipendiar a Marichalar, sobre todo centrándose en su comportamiento y su vestimenta.

Y la respuesta del afectado también ha atacado de forma personalista a la periodista, pero ha sido este último el que ha puesto en la mesa la idea de la tiranía de lo políticamente incorrecto, aludiendo a un debate sobre la responsabilidad de los bandos en la Guerra Civil española, tema que en el texto original de Urraca no aparecía por ningún sitio.

Marichalar se sitúa en su carta como defensor de unos justos "valores", tal vez los de la libertad de ideas, aunque esto no queda nunca del todo claro. "Insultar es correcto si el insultado está ya previamente condenado por los prejuicios imperantes y la dictadura del “pensamiento único” que ha robado nuestra libertad y que está dinamitando la normal convivencia en nuestra vieja Nación...", resumía el deportista. Aunque aún no ha quedado claro cuál es la causa de fondo por la que esta etiqueta ha salido a relucir, entendemos que Marichalar se ha colocado ya de antemano en el bando de los afectados por lo políticamente correcto.

Con todo esto, así quedaría, pues, los bandos nacionales alrededor de esta eterna batalla. Sólo queda que cada cuál decida en qué lado se siente mejor representado.

Defensores de la corrección política

Detractores de la corrección política

Asociaciones de menores

Joan Sala (director del Festival de Sitges)

Grupos sionistas

Nacho Vigalondo

Asociaciones propalestinos

Matisyahu

Grupos combativos con la homofobia

Paco Arévalo y Bertín Osborne

Paco Rico

Arturo Pérez-Reverte

Barbijaputa

Santiago Gernuchoff

Daniel Bernabé

Juan Soto Ivars

Sabina Urraca

Álvaro de Marichalar

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