La hipótesis del "Mundo vacío" gana fuerza a medida que todos nuestros intentos por evitarlo fallan
El 15 de noviembre de 2022, fue el día que escogió la ONU para celebrar que ya éramos 8.000 millones de personas vivas en el mundo. Eran estimaciones, claro. Las mismas estimaciones que señalan que en 2030 rondaríamos los 8.500; en 2050, los 9.700; y, en la década de los 80, llegaremos a los 10.400 millones.
Y si el mundo sigue como hasta ahora, ahí nos quedaremos unas décadas hasta que la población empiece a decrecer. Será entonces cuando miremos a 2023 y comprendamos que ese fue el primer año en que la humanidad no llegó a la tasa de reemplazo: la constatación de que el declive era imparable.
¿El declive demográfico de la humanidad? Hace unos días, el economista Jesús Fernández-Villaverde explicaba en En Confidencial algo que solemos pasar por alto cuando hablamos de fertilidad, natalidad e inviernos demográficos: que la tasa de reemplazo solo es 2,1 en economías avanzadas con un alta esperanza de vida.
En el resto del mundo, sea por unas causas u otras, la tasa puede ser significativamente más alta. Por ejemplo, como señalaba Fernández-Villaverde, en China (donde los abortos selectivos siguen provocando que nazcan más niños que niñas) la tasa estaría en el 2,19, mientras que en países con una alta mortalidad femenina el reemplazo puede escalar hasta 2,6.
En suma, teniendo todo esto en cuenta, el economista de la Universidad de Pensilvania cree que la tasa de reemplazo para la humanidad está en torno al 2,2. El problema es que, según las cuentas de Fernández-Villaverde ahora mismo es muy improbable que el mundo esté por encima del 2,2.
¿Esto es un problema? La población sigue creciendo... Lo cierto es que la tasa de reemplazo no tiene un traslado directo a la población mundial. Al fin y al cabo, es un proxy de la cantidad de niños que se incorporan a esa población, pero no de la cantidad de gente que muere. Al menos, no directamente.
Ahora mismo, sigo usando los mismos datos, nacen 16 niños por cada 1000 habitantes, pero solo se mueren 7,5 personas por cada 1.000. Mientras la generación del babyboom aguante, la población seguirá subiendo. Es pura inercia.
Una inercia que se acaba. Al fin y al cabo, el ritmo anual con el que crece la población de la Tierra no ha dejado de hacerse más lento desde 1950. Este escenario es algo que veíamos llegar. De hecho, cada vez son más demógrafos los que señalan que las estimaciones de la ONU con las que arrancaba esta pieza están sesgadas.
"La población mundial nunca llegará a los nueve mil millones de personas. Alcanzará un máximo de 8 mil millones en 2040, y luego disminuirá”, explicaba en 2019 en The Guardian Jørgen Randers, un demógrafo noruego conocido por sus trabajos sobre superpoblación. Y su opinión parece cada vez más generalizada. Sin entrar en el debate de cifras exactas, el mismo Fernández-Villaverde reconocía que sus trabajos de 2021 sobre este asunto se habían quedado cortos.
Las fuerzas en dirección contraria son cada vez más fuertes. EEUU tardó 160 años de pasar de 3.7 hijos por familia a 2.7, Filipinas lo ha hecho en 15 años. En eso se resume todo: en que el mundo está virando mucho más rápido de lo que podíamos preveer. Y no solo en los datos puros, sino también en la cultura.
En 2019, el periodista canadiense John Ibbitson y el politólogo Darrell Bricker sacaron un libro llamado ‘Empty Planet’, en el que trataban de analizar qué hacía que las personas estuvieran dejando de tener hijos. Y se dieron cuenta de que la globalización, con su urbanización, sus dinámicas sociales de trabajo y sus exigencias familiares, estaba cambiando hasta los deseos y la mentalidad de la gente. A la pregunta “¿Cuántos hijos quieres tener?”, la respuesta tiende a converger en torno a los dos. Da igual donde la hagas.
¿De cabeza al invierno demográfico? Nadie lo tiene muy claro, pero todo parece indicar que sí. En verano, se confirmó una de las peores noticias demográficas de los últimos años: la tasa de nacimientos en los países nórdicos (los campeones absolutos en políticas de conciliación y apoyo familiar) se estaban derrumbando. Está claro que "no es suficiente", señalaba la demógrafa finesa Anna Rotkirch en el Finantial Times.
¿Pero qué lo es? Porque nos estamos quedando sin ideas.
Imagen | Luma Pimentel
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