Hay un pueblo madrileño que tiene la solución a los festejos taurinos en las fiestas: el "boloencierro"

  • Se lanzó en 2009 como una idea entre amigos y ha logrado convertirse en un éxito internacional

  • La clave: cambiar toros por enormes bolas y pesadas que bajan rodando por las calles de la localidad

En Mataelpino, una pequeña localidad de la Comunidad de Madrid, han dado con la cuadratura del círculo en lo que a festejos populares se refiere: la forma perfecta de celebrar encierros sin maltratar a vaquillas o toros. Su solución, eso sí, poco tiene de cuadratura o de círculo. Pasa por echar a rodar una enorme bola por las calles del pueblo mientras los vecinos corren delante entre el sonido de cencerros. Quizás en la ecuación no haya astas, pero sí emoción. Se dice que en sus orígenes la bola llegaba a pesar más de 200 kilos y alcanzaba los 50 kilómetros por hora.

¿Cómo se llama la fiesta? Pues Boloencierro, claro.

Una idea que surgió entre amigos. Lo contaba en 2021 ante las cámaras de La Sexta José Ángel López, "el Mata", uno de creadores del Boloencierro. La idea de lanzar una gigantesca bola por el pueblo surgió entre los amigos de una peña. 

Corría el año 2009 y con la crisis económica como telón de fondo, lo de recurrir a una bola de 200 kilos en vez de toros para las fiestas de San Bartolomé sonaba bárbaro. Así que dicho y hecho. La propuesta gustó tanto que siguió repitiéndose año tras año —con el parón de la pandemia entremedias—, hasta este mismo verano, cuando Matalpino volvió a entregare a la locura de su Boloencierro.

De idea de amigos a exitazo. Catorce años dan para mucho, así que la celebración ha ido evolucionando con el paso del tiempo. Y ganando una fama que ha traspasado las fronteras de la localidad de Mataelpino, el ayuntamiento de El Boalo-Cerceda-Mataelpino, la propia Comunidad de Madrid e incluso España.

Buena prueba es que en 2020 la revista Forbes llegó a incluirlo en su TOP 10 de competiciones más excéntricas de Europa, junto a otras celebraciones épicas, como la batalla de naranjas de Ivrea, la carrera de queso de Gloucestershire, los Juegos Olímpicos de barro de Alemania o —sí, esto existe— el Campeonato Mundial de Transporte de Esposas que se celebra en Sonkajarvi, Finlandia.

Pero… ¿Y cómo se celebra? La dinámica y el secreto del éxito del Boloencierro ha sido la misma desde su origen, hace casi una década y media: sentir la emoción de correr por las calles de la ciudad ante una gigantesca esfera. Son los detalles los que han evolucionado. La versión cambia ligeramente en función de la fuente que se maneje, pero suele decirse que la bola original pesaba alrededor de 200 kilos —hay quien hablan de 150, 250 o casi 300— y durante su descenso por las calles de la localidad alcanzaba velocidades bastante considerables. Además de pesadas y rápidas, eran también grandes, con unos tres metros de diámetro.

Con el tiempo la esfera ha cambiado. Después de varios accidentes —alguno bastante grave— y para evitar sustos en el futuro, en 2019 el Ayuntamiento de la localidad madrileña decidió presentar una nueva bola "antiaccidentes". ¿La clave? Aunque su tamaño sigue siendo más que considerable el peso se redujo de 200 a 30 kilos. "Vamos a ver si estas medidas consiguen que el Boloencierro sea un espectáculo más seguro y no haya que lamentar accidentes graves. Ese es el objetivo", explicaba el alcalde de la villa, Javier de los Nietos a Madridiario.

Para grandes y pequeños… pero seguros. No es la única medida que ha adoptado el Ayuntamiento para ahorrarse sustos. Como podía leerse en el cartel de la edición del pasado verano, todos los participantes deben cumplir unos mínimos: inscribirse, llevar casco, calzado deportivo y respetar ciertas normas básicas que les impiden, por ejemplo, intentar parar la bola o correr con el móvil en la mano. 

Para ponerse ante la esfera más grande hay que haber cumplido 16 años. Los más pequeños disponen de su propio Boloencierro, aunque con bolas más pequeñas.

Sin astas, pero con sustos. Los únicos toros que se ven en el Boloencierro son los que están dibujados en las esferas, pero eso no quita que la fiesta haya dejado algún susto que otro. Los hay anecdóticos, los hay graves y los hay mediáticos. 

En 2017 el peculiar encierro dejó dos heridos, en 2018 un hombre de 29 años sufrió heridas de gravedad que obligaron a evacuarlo con ayuda de un helicóptero del Summa y en 2019 fue el propio regidor de la localidad, De los Nietos, quien sufrió un pequeño percance cuando la esfera lo tiró al suelo. En su caso el balance fue leve: heridas, laceraciones en el costado y algunos puntos en el codo.

¿Curiosidad o ejemplo? Esa es la pregunta que deja botando la peculiar celebración de Mataelpino. Con el sempiterno debate sobre los festejos taurinos como telón de fondo y el recuerdo reciente aún de la polémica de Barbastro, la localidad madrileña muestra hasta qué punto puede triunfar una alternativa sin animales. De hecho ya reclama que se reconozca su interés turístico.

Su encierro no es ortodoxo, cierto, pero ha logrado una fama que ha trascendido con creces los límites de su región y atrae cada año a un buen número de visitantes en busca de emociones y risas. Tal es su éxito que las autoridades municipales ya experimentan incluso con variaciones. Y todo sin lastimar a un solo toro.

Imágenes: Turismo El Boalo-Ceceda-Mataelpino y  Ayuntamiento El Boalo-Cerceda-Mataelpino

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